por Irene Acosta
“Acá es el comedor” -¡“Qué grande que es!-”. -“¡Vas a poder invitar a muchas personas!-”. Caminamos unos metros, varios metros. “Ésta es la cocina y por acá, por el pasillo subiendo las escaleras están los dormitorios, cada uno con su baño y vestidor. “¿Y el patio?” – escucho a lo lejos-. “¡El patio, señora!”. “¿Tiene patio la casa?”- escucho una voz que hizo retumbar mis oídos. ¡¡Ayyyy, perdón…se me cruzó un pensamiento”- les dije en tono de disculpas-. “Por acá se accede al patio” -les dije guiándolos. “¡Parece un parque!” -exclamó la futura compradora de forma efusiva. Era en el parque cuando me imaginaba cómo era mi casa y jugaba a mostrarla. Esa casa que mostraba era para futuros y futuras compradores y compradoras. Yo solo algunas veces compré terreno, y ese día a la salida del trabajo no fue la excepción. Me caí porque pisé una baldosa floja y cuando me estaba reincorporando, un auto importado me empapó de arriba hacia abajo, por un charco de agua que un día de lluvia había dejado en el cordón de la vereda y yo, haciendo malabares con el paragüas para levantarme después de aquel tropezón, no alcancé a ver pero fui alcanzada por el “tsunami” de agua cuando quién manejaba, pasó rápido como el viento que sentía en mis piernas cuando mi pollera escosesa – que parecía de colegiala aunque hacía veinte años que me había graduado de la secundaria-, se levantaba lentamente para despúes cubrirme mis piernas mojadas. Tenía una nueva muestra, no podía retrasarme y a paso apurado me fui así, toda mojada. “¿Es para uso profesional, también?” -me preguntó mientras prendía un cigarrillo-. “Mire los ambientes tranquilo, mientras yo voy al baño”. Saqué la ropa de mi bolso y para mi suerte, no se había mojado y me bañé. Volví a mi trabajo, él se acercó y yo hice una sonrisa nerviosa y le pregunté: “¿Le gustó, la muestra?”. “¿La nuestra?” – me respondió-. “¿Cómo?” -le dije-. No recuerdo más nada de esa tarde- noche, solo recuerdo que cuando salí del trabajo, estaba amaneciendo, y llegando a un departamento en el cual tenía que supervisar la limpieza para la muestra, alguien me dijo: “¿El parquet, señora?”. “¿Qué… el parque?” – le dije extrañada-. “El parquet, el psio de parquet ¿con qué lo limpio?”. Un llamado interrumpió la respuesta. “¿Es para uso profesional?”. “Si usted quiere” – le respondí ante su duda”. “Mañana paso a buscar las llaves”. “Acá está el comedor”. “¡Vas a poder invitar a mucha gente!. Caminamos unos metros, varios metros. Ésta es la cocina y subiendo las escaleras están los dormitorios, cada uno con sus vestidores y baños”… “¿Y el patio?”. “Por acá se accede al patio, que ¡parece un parque!. Desde el parque se pueden ver todos los espacios de la casa. Es de estilo minimalista, y tiene puertas francesas y ventanales que dejan pasar la luz del sol en todos los ambientes, ¡hasta se pueden ver las escaleras y el piso de parquet, en cada ambiente!”- dijo una niña a su madre-. Escucho a alguien acercarse y me dijo -mientras prendía un cigarillo-: “¡Es chica la casa!”. Me doy vuelta y lo miro. Los dos sonreímos, y volvimos a mirar la casa que formaba parte de la muestra de Arte: “Casa Futura”. “El parquet… El piso de parquet, ¿con qué lo limpio?” -me preguntó-. “Con productos para madera…¿Te muestro?. Acá está el comedor, ésta es la cocina… “¿Y el patio?” - le pregunté efusivamente-. “Por acá se accede al patio” - me dijo el hombre que manejaba el auto importado-. “¡Parece un parque!” -dijo la dueña de casa-.