Inicio Cartas y Postales Querida Sofía

Querida Sofía

por Valeria Núñez

15 de septiembre del 2023

Querida Sofía:
Hace unos días soñé que vivía en una casa, tenía tres cuartos, todos daban hacia la calle, también tenía una cocina amplia, un lavadero, una mesa, una alacena, donde guardaba todos los platos; unos cajones llenos de cubiertos y un stand muy grande, donde se guardaban las ollas y sartenes. La sala era preciosa e inmensa, había unos muebles muy cómodos, donde podía pasar horas mirando la televisión. En el sueño se sentía muy bonito vivir en esa casa, éramos él, Martha y yo. Martha tenia seis meses, jugaba por toda la casa persiguiendo la pelota, caía rendida luego de los paseos. Todos los días la sacaba a pasear por la mañana y por la tarde, la pasaba muy bien con ella.


Cada día era la misma rutina, él salía a trabajar mientras yo me quedaba en casa a preparar el almuerzo; cuando regresaba del trabajo, lo esperaba con la cena caliente, hablábamos de cómo fue el día del otro y nos reíamos de lo que se nos hacía gracioso, luego veíamos películas, recuerdo que era siempre ciencia ficción, a él le gustaba, yo siempre me quedaba dormida en su pecho, era muy feliz. Así era la rutina de lunes a sábado, excepto los domingos, él y yo, nos levantábamos a preparar el desayuno, entre risas y planeando cada día de semana marcando el calendario. Mientras él llevaba los vasos con jugo de piña, yo llevaba la sesta de pan con mantequilla hacia el comedor.


Al terminar de desayunar dejábamos todo limpio y ordenado para después salir a dar una vuelta con Martha. Cuando regresábamos a casa para dejar a Martha, él y yo nos íbamos al mercado a hacer las compras de cada semana, era divertido, porque él sabia balancear las comidas para cada día y yo me encargaba de reconocer si las frutas y verduras estaban frescas, en pocas palabras, nos complementábamos.


Al llegar a casa, cocinábamos juntos, él se encargaba del arroz y yo de las frituras, almorzábamos mirando en la televisión su partido de futbol. Por la tarde descansábamos un rato más, hasta que llegaban las cuatro de la tarde, nos encantaba la playa, sobre todo cuando caía el sol. Sentados en la orilla del mar, sentir el viento en la cara y tener los pies enterrados en la arena, nos hacía bien.
Me desperté, ese sueño me dejó muy pensativa, con el pasar de los días ya no recordaba su cara, pero si de lo que sentía estando con él y con Martha. De tanto pensar y analizar en todo lo que paso en el sueño, pude descubrir que el estar en casa, no es estar en 4 paredes, sino estar con los seres que te hacen sentir bien y en paz, es el cálido calor que te puede dar una persona es sentirse en casa.
Gracias por haber leído Sofi, eres una gran amiga para mi y necesitaba contárselo a alguien.


Con mucho cariño


Valeria Núñez

Artículo anterior
Artículo siguienteCarta de la casa