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De la casa yo prefiero la cocina

por Isabel Pavón Vergara

No concibo en el hogar cocinas de película, esas que aparecen ordenadas como si pertenecieran a un catálogo de ventas. En encimeras de espejo y fogones sin usar, yo apuesto por la salpicadura. Me encanta la mesa puesta, una mesa con mantel que te diga que allí se convoca de manera permanente a la familia, la talega que aparece con un trozo aromático de hogaza a medio terminar. A su lado, el bote de sal que condimenta, las servilletas de tela ya gastadas, sin planchar, una jarra de agua que te habla, que te cuenta que alguien se sirvió de ella hace un momento y por eso está por la mitad. El trozo de bizcocho que quedó del desayuno está justo en el lugar del que se sienta, a la espera de que vuelva, el cucharero heredado de la abuela abierto, para que puedas servirte sin más. En una esquina la libreta de recetas y, en la pared, colgada, la agarradera de croché que te hizo aquella amiga singular. El más pequeño, por ejemplo, en un rincón olvida su juguete y hasta el perrillo se acerca rogando la atención.


Allí se habla y se discute sin tapujos. Se hacen planes de futuro con la franca ilusión de que puedan hacerse realidad.

En la calidez de una cocina así estás seguro. Es el centro aunque se encuentre en un extremo de la casa. Se abre en la mañana y se apaga cada noche cuando cierras la llave del gas porque ya te vas a descansar.

Su hechura está hecha a la imagen y semejanza de los que conviven. Es refugio contra la soledad, contra la mudez e individualismo del presente.

Cuando recuerdas el pasado, cuando rememoras historias antiguas de familia, la mente, con sus alas, se transporta a este lugar. No aparecen héroes ni villanos, sólo las risas y los llantos que salían de aquellos que ocupaban los asientos y no están.

En una cocina que se precie, la belleza está en que jamás se endurecen las bisagras. A la vista debe haber restos de naufragios culinarios para hacer notar que está viva y se renueva, que ahí resuenan ecos de gente unida que se trata. Y además, y sobre todo, una cocina siempre debe estar dispuesta a que el invitado se sienta como en casa.

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