S/T

por ALEJANDRO EDUARDO PÉREZ GIMÉNEZ

                    Girona 30 de septiembre de 2023

A todos y todas:


Estamos en la provincia de Girona, Catalunya, España, hace la friolera de cuarenta y seis años, con achaques sí, pero aceptablemente bien, gracias. Llegamos los tres juntos, padre, madre e hijo, siempre unidos, hasta que nuestro retoño, actualmente un hombre, decidió hacer su vida, y nos quedamos con el “nido vacío”, diría la frase hecha, ya hace más de treinta años de eso.


.Respecto al trabajo, fui un auténtico afortunado, tuve tres lugares donde comenzar a trabajar al llegar, uno en Girona, que fue donde me quedé, por aquello de la “tribu”, y dos en Barcelona. Llegaba con una profesión y una especialidad. Recalamos en casa de un amigo, compañero de profesión. Al principio era duro. Cosas tan simples como la lengua, la moneda, la ciudad (endemoniadamente circular) y con montañas. Salir a comprar era toda una aventura, la lengua tenía variaciones incluso en el castellano, las bananas ya no eran tales, ahora eran plátanos. Los colectivos habían desaparecido, ahora “cogíamos buses”. Girona en ese momento era un pueblo grande, le faltaban cosas para ser ciudad, entre otras, gente. En realidad todo era nuevo y también, sorprendente. Un mes después alquilábamos un piso en el centro de la ciudad, de más de ciento veinte metros cuadrados, estuvimos pocos meses. No es que fuéramos los reyes del mambo, simplemente necesitaban anestesiólogos, y yo necesitaba trabajar, oferta y demanda. El gerente de la clínica me salió de garante para alquilar, tenían que retenerme, mi profesión era muy buscada y necesaria y los argentinos bien vistos.


Compramos nuestro actual piso. Habíamos llegado con quinientos dólares en el bolsillo pero, la economía nunca nos apuró, da vergüenza decirlo por aquellos compatriotas que tuvieron que volverse por no tener expectativas laborales. Eran otros tiempos. Mil novecientos setenta y siete, y lo que ha llovido desde entonces, aunque últimamente muy poco, se le supone por el cambio climático.
El piso actual, un tercero, es enorme para dos. Cuatro habitaciones grandes, living-comedor, cocina, un baño y un half bath y dos balcones, nos perdemos. Lejos del centro urbano, tres Km. más o menos, donde termina la ciudad por el sur, hacia Barcelona, con bus, que nos va de perlas, ya que actualmente no tenemos coche, la edad de los dos lo hace desaconsejable. De frente a uno de los balcones, un pequeño bosque de alzina surera (árbol del corcho), alcornoque por el este. Inmediatamente después, un pequeño cementerio (el segundo de la ciudad) ligado a la Iglesia de San Miquel, dado que este barrio era antes un pueblo que quedó absorbido por la ciudad. Por el sud, el otro bloque de pisos, semejante al que vivimos. El conjunto arquitectónico recibió un premio, especialmente por los parterres que los identifican, allá por la década del setenta del siglo pasado. Actualmente con rosales y plantas mediterráneas que necesitan poca agua por aquello del déficit de los embalses. Los techos son especiales, con gravilla, inhabituales y no transitables, con el peligro real de filtraciones y goteras que llevan por el camino de la amargura a los habitantes de los cuartos pisos.
Para mí, el espacio más usado es el escritorio, donde puedo pasar horas sentado escribiendo, para ustedes, en la computadora,. Más allá de la jubilación, me entusiasmé con la escritura, después de cursos on line y presenciales, ya llevo dos libros publicados; uno dirigido a mis nietos donde les explico mi versión dela salida o huida del país, como gusten, ahora ya pasé la etapa de vergüenza, al no encontrar el verbo a emplear cuando las preguntas eran frecuentes, en los que buscaban conocerme. El otro, en mi calidad de médico, referente al primer año de pandemia, un mix de medicina, psicología y sociología.


El piso me resulta acogedor, cuando ocasionalmente recibimos algún amigo o amiga (argentinos o uruguayos) y lo dedicamos a tomar mate, siempre amargo, con bizcochitos con grasa, y que no falten, y pontificar sobre el país que dejamos o nos dejó, hoy ya no soy tan taxativo. La vuelta al país, de visita, es todo un acontecimiento, que nos induce a reconocernos y revolver en nuestro interior, los recuerdos, las pérdidas, los momentos felices y de los otros, la familia que dejamos, los amigos… Simplemente, gracias por entrar en mi casa, y si algún día pasan por Girona están invitados, atentamente


Isidoro Cañones

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