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Carlos Abraham y el culto a la literatura fantástica hecha en Argentina

En su libro Las revistas argentinas de ciencia ficción se explora el incierto catálogo de publicaciones especializadas en el género.

Carlos Abraham es Profesor y Licenciado en Letras de la Universidad Nacional de La Plata, su obra abarca numerosos tomos dedicados a la investigación, el ensayo y la poesía, con un particular interés puesto en lo fantástico. El sello literario Tren en movimiento va por la segunda edición de Las revistas argentinas de ciencia ficción, libro en que reconstruye minuciosamente el universo de publicaciones nacionales abocadas a la difusión de literatura fantástica.

Al momento de situar un punto de partida historico para este tipo de publicaciones hechas en Argentina, el autor sostiene que “hay una larga tradición que comienza en 1937 con La novela fantástica, de la cual apareció un sólo número y que había sido por Héctor César Zappalorti, una persona que había vívido un tiempo en Estados Unidos y había tomado contacto con las revistas pulp de aquel entonces como Weird tales y Amazing stories, y cuando volvió a Argentina comenzó con el emprendimiento de esa revista para la que quizás era un poco temprano para que el mercado literario local asimilase una publicación de ciencia ficción”.

La investigación plasmada en este trabajo por Abraham se ocupa de rastrear la vasta producción de publicaciones que se animaron a darle un tratamiento especializado al género incluye nombres de peso como las revistas Más allá, El péndulo, Minotauro y fanzines hechos por aficionados, de los cuales los primeros datan de los años cincuenta, con una etapa de altísima proliferación en los años 80 que incluye a Nuevomundo, La mazorca y Potencial, y que mantienen su continuidad hasta el presente.

A pesar de la proliferación de novelas, libros de cuentos y revistas especializadas, la tarea que encaró el autor tuvo que sortear muchísimas dificultades, en parte debido al poco interés estatal en contar con un acervo de dichos materiales, desafío que lo llevó a recorrer meticulosamente librerías de todas las ciudades del interior e incluso a seguir la pista de archivos en el exterior, sino también por la censura aplicada por las diferentes dictaduras militares que golpearon al país: “Hablé con libreros y bibliotecarios que vivieron el proceso del onganiato y el periodo de 1976 a 1983, había requisas constantes, especialmente de literatura argentina porque se quería evitar que hubiera circulación de cualquier texto "subversivo", sobre todo de literatura rusa, por lo que todo ese material se quemaba”.

Al cierre de esta entrevista Abraham reconoce que aún le quedan cuentas pendientes con el panorama de la ciencia ficción en Argentina: “estoy trabajando en un libro sobre la historia total del género en Argentina, cuando lo terminé podré decir que aporté mi granito de arena, el tema de las revistas de ciencia ficción ya lo he completado, también el área del siglo XIX, lo que me faltaría por hacer es escribir la segunda parte de las historietas de ciencia ficción que abarcaría desde la salida de El eternauta hasta el presente”.

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