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Edgardo Lanfré: un referente de la música patagónica

Un repaso por la vida del artista barilochense reconocido por su compromiso y su sensibilidad social.

Edgardo Lanfré es músico, compositor, humorista y escritor barilochense. Es distinguido por su Serenata a Río Negro, declarada de interés social, cultural y artístico por la Legislatura de la Provincia. Desde chico se vinculó con la canción y la poesía. “La inquietud y la observación desde pibe siempre me acompañaron. En mi casa había una guitarra a la cual arranqué a tocar a los cinco años, después comencé a garabatear algunos versos muy íntimos, que dan cuenta ya de ciertas inquietudes artísticas”, expresa en diálogo con Cacodelphia.

“En mi vida hubo un montón de factores que hicieron que yo me animara a mostrar mis obras y que pueda, a través de ellas, hacer un camino profesional”, dice Lanfré, quien comenzó su vida musical en 1979, como guitarrista y cantante, ya sea integrando grupos vocales o como solista.

Un día en mi vida musical aparecieron los Berbel, luego en mi vida como comunicador apareció un hombre de radio que me dijo ´vos te tenés que dedicar a comunicar lo que sabés´; luego una literata amiga me dijo ´todo eso que contás escribilo´. Así se fueron dando las cosas”, recuerda quien, desde la música, la comunicación y la literatura, difunde desde hace muchos toda la cultura patagónica.

“En mi camino personal, la familia Berbel, jugo un rol fundamental”, señala Lanfré. “A través de ellos accedí a grandes poetas, no solo de Neuquén, sino de toda la Patagonia, como Lito Gutiérrez, Milton Aguilar, un grande con una historia que hoy sus hijos están tratando de recuperar, Abelardo Epuyén González, un autodidacta que nos dejó una obra hermosísima y Hugo Giménez Agüero, entre otros. Hombres que cuando en los años ’60, estalló el boom del folklore, dijeron, ´acá está la Patagonia´. Músicos y poetas que dejaron una huella imborrable, para que nosotros podamos transitar, pioneros que abrieron un camino, que hoy nosotros tenemos la responsabilidad de hacer que no se pierda”, repasa.

Edgardo Lanfré nació en San Carlos de Bariloche, cursó sus estudios de música en la ciudad de Neuquén con Hugo Berbel y luego en la ciudad de Buenos Aires en el Instituto Folclórico Argentino con el profesor Julio Urruty, donde obtuvo el título de Profesor Superior de Guitarra. “Siempre pienso que andar por la vida es como cruzar un arroyito, en el que vas saltando de piedra en piedra, para no mojarte y siempre vas optando”, dice.

“Después de hacer la colimba, llegué a Buenos Aires a estudiar locución y música, pero cuando fui a inscribirme al ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) estaba cerrado. Entonces, empecé a estudiar música con el maestro Julio Urruti en Bernal y allí se me abrieron algunas puertas de trabajo. Al poco tiempo comencé a ser requerido por cantores para que los acompañe, como Carlos Torres Vilas y Roque Martínez, Los Hermanos Berbel, quienes me dieron la posibilidad de recorrer el país y frecuentar poetas que miraba deslumbrado. Pero, internamente, algo me decía que mi lugar era el sur, así fue que un día, salte otra piedrita y regrese a mi tierra”, cuenta en diálogo con Cacodelphia.

De regreso a su ciudad natal, el músico se dedicó a la enseñanza de guitarra y la música popular, la composición, la poesía y a su tarea de escritor. Desde 1986 a la fecha se ha presentado en toda la región, destacándose a lo largo de estos años, presentaciones en diferentes escenarios del país y del exterior, donde dio a conocer la música regional patagónica y el humor de su gente.

En el mundo de la música, está el que aspira a jugar en una liga de solteros contra casados, los que anhelan jugar en la liga de su pueblo y los que juegan en las grandes ligas. Yo aspiro, simplemente, a jugar en la liga de mi pueblo porque creo que es un buen gesto hacia uno mismo, darse cuenta el lugar que uno tiene que habitar y no pretender ir más allá de lo que uno puede dar”, afirma.

La sensibilidad de un poeta

Lanfré señala a Marcelo Berbel como uno de sus referentes, quien es considerado el poeta y escritor más importante de la Patagonia. “Yo tuve la suerte de criarme musicalmente al lado de este gran poeta, a quien admiré profundamente. Una vez, hace muchos años, con cierta inquietud poética que ya tenía y él algo intuía, le pregunté, cómo hacía para escribir y me contestó, con esa sencillez que lo caracterizaba, que todo estaba ahí, que simplemente había que verlo y sentirlo, para poderlo contar”, expresa Lanfré y repasa una anécdota que da cuenta del enorme poder de observación del poeta que hace 20 años murió en Neuquén.

Don Marcelo Berbel, le contó alguna vez a Roque Martínez, quien musicalizo mucho de la obra del poeta, que una primavera en Cosquín, en el marco de un encuentro de poetas, sentado a la orilla del rio intentaba retratar el juego de unas golondrinas en el agua, cuando de la otra orilla, Ariel Petrocelli, le grito, que ahí donde estaba sentado, Jaime Dávalos había escrito Las golondrinas”, cuenta Lanfré. “Y eso da cuenta de la sensibilidad de dos tipos, separados por diez años, que fueron convocados por una golondrina, que jugaba sobre el pecho del agua en aquel río, pero también expone el tiempo que tuvieron aquellos poetas, para detenerse y darse lugar para la contemplación y la observación”, suma.

Es preciso subrayar eso, porque estos tiempos en los que estamos viviendo, muchas veces, se llevan puesto todas estas cosas y eso también lo vemos reflejado en algunas músicas, que parecieran estar más atentas a los algoritmos. Entonces, creo, que eso de sentarse a pensar, a escribir, a buscar palabras y aboyar papeles, porque no salió lo que estabas buscando, es una artesanía que está por desaparecer. La urgencia en la que estamos sumidos, esto de los caracteres de Instagram, los mensajitos de Whatsapp, no dan el tiempo para sentarse a pensar, y esa urgencia se ha trasladado también al arte, que tiene la obligación de resistirse a eso”, manifiesta.

El canto patagónico

“La música en la Patagonia se divide entre aquellas de raíz originaria y las otras de raíz criolla. Marcelo Berbel, Milton Aguilar, Abelardo Epuyén, por ejemplo, tomaron ritmos del pueblo mapuche, que no fueron concebidos para hacer música, sino que estaban ligado a rituales, y sobre ese ritmo compusieron unas músicas que hoy son algo identitario nuestro y que identifica a la Patagonia”, especifica Lanfré.

De ese modo se fue armando un cancionero que hoy es muy importante y reconocido. "Por ejemplo, en una guitarreada, cantás la cueca Mi arroyo de Abelardo Epuyén, y la canta todo el mundo y ni hablar de Quimey Neuquén, el himno neuquino”, apunta.

“Entonces, la cosa pasa por cantar desde la Patagonia, tratar de ser testimonial y dar cuenta en una canción de las alegrías, las tristezas, el amor y el desencanto, pero también de aquellos asuntos que dan cuenta de la historia del lugar y la interacción de esos pobladores con ese espacio que habitan. En definitiva, se trata de buscar que, en esas canciones, estén presentes las costumbres, las tradiciones y los atractivos turísticos de la región”, manifiesta quien, como Coordinador de Promoción Artística de la Municipalidad de Bariloche, buscó difundir la cultura rionegrina.

Muchas de esas músicas no tienen coreografías, y ese es un gran capital para nosotros, porque cuando uno tiene que crear música que tiene una coreografía está sujeto a los compases de los bailarines. En cambio, nosotros, tenemos la suerte de que nuestras danzas, la rancherita, la polca, por ejemplo, la cumbia campera que ha explotado en los últimos tiempos, el loncomeo, la milonga, son de agarre, no tienen coreografía y eso nos da mucha libertad creativa, ya que no estamos encorsetados, no estamos sujetos a una cantidad de compases y eso es un capital muy grande que tenemos”, dijo quien fuera distinguido con el premio al mérito artístico, cultural y social “por compartir con su comunidad el profundo sentimiento de pertenencia a esta tierra y transmitir las costumbres de los habitantes del sur”, según manifestó el Consejo Deliberante de Bariloche.

Danzas rionegrinas

A partir de la combinación de creaciones propias con las de autores patagónicos en los que se referencia, Edgardo Lanfré ha grabado los álbumes Cordillerano (1995), Noche de cuentos (un disco de cuentos y humor editado en el año 2003); Historias (2005); Cantata del parque (2007); De mi casa al jardín (2011); que fue financiado y avalado por la Secretaría de Desarrollo Social de la Presidencia de la Nación, cuenta con canciones infantiles de su propia autoría producidas en conjunto con el Jardín de infantes Arco Iris de la comunidad del Barrio Virgen Misionera; Cosas del pago (2012); Patagonia, camino y tiempo (2016) Misa sureña (2019); y Danzas rionegrinas (2021), su más reciente trabajo de estudio.

“En la pandemia, con Daniel Sánchez Cassataro, comenzamos a trabajar en este trabajo, donde intentamos reflejar distintas danzas regionales y otras que han llegado de otras regiones, y que dan cuenta del movimiento cada vez más consolidado de la música Patagónica”, señala el artista.

“Con Daniel, tenemos las mismas mañas, es decir, cuando vamos a las fiestas de los pueblos, no vamos al gran escenario, sino que nos vamos a las ranchadas que se arman al lado, donde se puede ver al gaucho que se viene del monte con su acordeón y su guitarra, ahí se puede ver la esencia, ahí está la raíz de la cosa. A partir de eso que vivimos, de todo eso que vimos, salieron algunas composiciones”, afirma.

Sobre las danzas que ha podido registrar en su andar por la provincia, Lanfré describió algunas que se encuentran muy arraigadas y otras que han llegado de otras regiones y se van consolidando en la región.

“En ese sentido, aseguro que un fenómeno tremendo está sucediendo hoy con el corrido, tipo mexicano, que llego desde Chile, a la zona cordillerana; lo mismo pasa desde hace un tiempo con la cumbia campera, que no es la cumbia santafesina, que tiene un pasito muy particular y que es muy representativo de nosotros. En los bailes populares se pude escuchar y ver bailar también el chamame, que no el correntino, tan cadencioso, sino uno picantito, que tiene la particularidad que acá le meten un cencerro que va marcando el tiempo fuerte y que yo metafóricamente digo que se lo han puesto, para evocar al cencerro que llevan las ovejas”, repasa.

En Danzas rionegrinas, Edgardo Lanfré estuvo acompañado por Daniel Sánchez Cassataro en acordeón y bajo eléctrico, Gabriel Pirato Mazza en grabación y edición y fue grabado en los estudios GMP. El disco cuenta con el auspicio de la Secretaría de Estado de Cultura de Río Negro.

“Al momento de componer, tuvimos mucho cuidado de no irnos de mambo, de no darle tanta rosca a la cosa, para que la gente, que es la usina de todo eso que estamos haciendo, se siga reconociendo en ese trabajo. En ese sentido, creo que uno debiera, siempre lograr pararse en un lugar donde todos te puedan comprender, desde aquel que vive en la gran ciudad, hasta el gaucho solitario, que agarra una guitarra y torpemente travesea dos tonitos y hace una cuarteta donde busca contar algo”, cuenta.

La historia del Maruchito

Como escritor, Edgardo Lanfré ha publicado los libros de cuentos “Con amor y humor a un pueblo. Cosas del pago” del año 2009, y “Emociones encontradas. Humor entre líneas” del 2015. En el año 2019, publicó su primera novela, “El Olvido” que fue declarada de interés provincial por la Legislatura de Río Negro y unos años después edito “La flor de El Salitral”. Actualmente está trabajando en una novela que busca recuperar la leyenda del "Maruchito". Una historia, dijo, “que me siento en la tremenda tarea de intentar rescatarla para que no se pierda”.

El maruchito, fue un niño de 12 años que formó parte de las tropas de carro de fines del siglo XIX y que fue asesinado por el capataz. “El marucho era quien hacia las tareas de limpiar el camino para el paso de los carros. Era el che pibe, digamos, para ejemplificar. Este chiquito, era parte de una tropa donde el capataz tenía una guitarra, que él quería tocar y este hombre se lo negaba. Cuenta la historia, entonces, que un día la tropa paro a descansar y el nene se escurrió, toco la guitarra y el capataz lo apuñalo, en el campamento de carretas en Aguada Guzmán. Ese pueblo, entonces, lo beatifico, sin que intervenga la iglesia y hoy en día en octubre, se hace una serenata donde juntan guitarras de todas las provincias para cumplirle el sueño al maruchito, que se convirtió en una figura de adoración y devoción para ese pueblo”, relata.

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