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Roberto Canessa: “Mientras hay vida hay esperanza y, tal vez, mañana”

El 13 de octubre de 1972, el vuelo FAU 571 de Uruguay con destino a Santiago de Chile cayó al cruzar la cordillera de los Andes. “Nos tocó ligar una muy brava y cada cual hizo lo que pudo”, recordó Roberto Canessa, uno de lo sobrevivientes, en comunicación con Usted es mi Cómplice. 

Roberto Canessa es uno de los sobrevivientes de la Tragedia de los Andes de 1972. “La sensación de la montaña es que nos tocó ligar una muy brava y cada cual hizo lo que pudo. Algunos tuvimos la suerte de sobrevivir y bueno, la medicina también es así. Torcer el destino con lo que es la historia natural de una enfermedad para sobrevivir“, reflexionó el ex jugador de rugby y actual médico, en comunicación con Usted es mi Complice

Roberto contó que no ha ido a terapia “porque fue todo en ese mismo lugar, pasamos dos meses. Dos meses es demasiado tiempo hasta para vacaciones. Y ahí hubieron un montón de procesos”. En ese sentido, cuando volvió “sentía que tenía una gran deuda con el mundo y con la gente. De ayudar, de hacer, de colaborar. Teníamos que rehacer el equipo, volvimos a las prácticas. Estaban los hermanos más chicos de quienes se habían muerto como el Coco Nicollichi. Trajimos al entrenador del colegio que nos conocía bien de toda la vida. Y dijo ‘bueno muchachos esto es un proceso, va a llevar muchos años recuperarnos así que vamos a trabajar con entusiasmo’ y a fin de ese año salimos campeones. Todavía me emociona el abrazo que me dio el padre de Arturo Novera, que quedó en la montaña. Me dijo: mi hijo no está, pero estas vos y eso fue muy potente. Como cuando te tenes que ocupar de los demás y no podes ocuparte de vos mismo”, recordó y agregó: “la metamorfosis mía es que yo había tenido una oportunidad que los demás no habían tenido”. 

El lema en la montaña era: “mientras hay vida hay esperanza, y tal vez mañana”. Esto no solo les permitió vivir los dos meses que estuvieron perdidos en la cordillera sino también los guió en la búsqueda de ayuda. “Entre lo sublime y lo ridículo, la línea es muy tenue y hay que aflojar las cosas. Tampoco es caer en lo chabacano, en lo vulgar. Es muy sutil y la vida se trata de sutilezas. No son grandes cosas las que nos separan”, remarcó. “Estábamos tan empobrecidos y tan sometidos por la naturaleza, que nuestra idea era sobrevivir un poquito más y saber que, cuando hubiera tiempo, íbamos a tener esperanza“.

En 1993 se estrenó la película Viven que retrata lo pasado en la montaña. Si bien la pregunta morbosa por la fidelidad de los hechos mostrados siempre está rondando, Roberto insistió que “si vas a ver una película, vas a ver una experiencia artística. No vas a ver una cosa que la pasas mal, como la pasamos nosotro”. En este sentido, relató una escena que vivió en la búsqueda de ayuda y que ninguna película puede retratar: “Sentís que sos una bacteria que te vas a morir como si nada y de repente encontramos un lugar. Nos pusimos ropa seca, nos pusimos abrigo y sale una luna en el valle blanco, gigantesca. Se calmó el viento y no podía creer que estaba disfrutando de eso. De esa capacidad del ser humano de disfrutarlo”.

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