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Acerca de la resistencia, una forma de manifestación pública

El libro siempre fue un objeto desde el cual ejercer la resistencia, un bien cargado de simbolismo con el que se pueden transmitir ideas aún en momentos de oscuridad; un artefacto perseguido, destruido, escondido, quemado a lo largo de toda su historia, pero también un objeto con el que se construyeron trincheras, muros que salvaron vidas, ideas contra los que pretenden anular, imponer, empobrecer conciencias, apostar al vacío y obturar colectivos.

La resistencia se escabulle en pliegues, gestos, matices, metáforas, palabras y refutaciones, casi siempre huidiza, velada, cuidadosa, aunque siempre potente y firme. Quien la ejerce, sabe que de ella depende la memoria, y eso es cosa seria y necesaria. Por eso trabaja, a pesar de todo. Pensamos a la resistencia como una forma de manifestación pública del estado de las cosas, no como una amortiguación pasiva frente a la mercantilización de la vida cotidiana y las relaciones sociales. Algunas de las preguntas que nos mueven hoy son: ¿cuáles son las políticas del libro en Argentina y en el mundo? ¿qué aporte puede y requiere hacerse desde espacios como las bibliotecas? ¿qué prácticas deben reinventarse? ¿qué prácticas redimirse, persistir, saberse? ¿resistir frente a qué, frente a quienes? ¿la mera existencia de bibliotecas podría ser un acto de resistencia?, ¿que tiene que ver el acto de la lectura con la resistencia? Entonces, proponemos pensar a las bibliotecas y a las colecciones que ellas conforman, como ámbitos de resistencias que se entretejen en los nudos del tiempo de un pasado que no cesa de presentarse en astillas, como luciérnagas intermitentes de luz que tiemblan, de múltiples modos, en múltiples objetos, citas, hechos.

Centro Editor de América Latina

Boris Spivacow fue el fundador de la editorial Centro Editor de América Latina en el año 1966 y concluyó su experiencia en 1995. El CEAL no sólo incidió en la creación de lector*s, a través de ediciones accesibles y atractivas, que semana a semana llegaban a kioscos de revistas y librerías, sino que mancomunó a un equipo de trabajo solidario y con gran formación en distintas áreas de las ciencias y las artes, como Susana Zanetti, Aníbal Ford, Beatríz Sarlo, Graciela Montes, Ricardo Figueiras, Graciela Cabal, Horacio Achaval, Amanda Toubes entre tantos. Oscar Díaz fue alguien imprescindible para el Centro porque es quién llevó adelante la apuesta estética a través de sus diseños que caracterizaron al Centro desde sus tapas, contratapas, interiores dinámicos de los fascículos, abiertos al collage, la fotografía, la pintura, etc. Much*s lector*s y bibliotecas populares tienen en sus bibliotecas algún libro del CEAL, legaron o recuerdan la fascinación que les daba ir a buscar el número que salía jueves o viernes en los kioscos, encontrarse con una nueva colección. Aún pueden verse en librerías de usados grandes pilas de una de las colecciones más conocidas como fue Capítulo. La historia de la literatura argentina. La historia de la literatura universal, o los libros de la colección “Narradores de hoy” que proponía incorporar nuevas voces en la novela, o fascículos o tomos de la “Historia del movimiento obrero”, por citar una mínima parte. Tanto en la dictadura de Onganía como en la siguiente se censuraron libros del Centro. Se realizaron causas, detenciones, salieron listas en las que los libros aparecían mencionados. El 26 de junio de 1980 en un baldío de Sarandí, partido de Avellaneda, se procede a realizar una quema de su fondo editorial con la presencia de Spivacow y otr*s trabajador*s del Centro. Unos años antes, en 1974, la Triple A desaparece y asesina a Daniel Luaces, un trabajador de la editorial.

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