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José María Pallaoro: Un poeta que transformó la realidad a través de la palabra

La comunidad literaria despidió al destacado escritor y editor platense, cuya obra se caracterizó por su compromiso social y su pasión por la difusión de la poesía. “Sin dudas, fue uno de los más grandes poetas de la ciudad de La Plata”, dijo Julián Axat.

José María Pallaoro nació en La Plata un 28 de febrero de 1959. Poeta, periodista y editor, escribió varios libros y fue traducido al italiano y al esloveno. Falleció el pasado 10 de octubre.

“A José María lo conocí hace aproximadamente 18 años, gracias al poeta Néstor Mux, quien entonces acababa de publicar una antología de su poesía en la editorial que Pallaoro había creado unos años antes. Néstor fue el puente entre nosotros; él fue quien me lo presentó”, contó Julián Axat, poeta y editor. “Yo, en ese entonces, era un reciente abogado que lo único que quería era escribir poesía, y en ese sentido, me ha dado mucho; me prestó mucha atención. Un tiempo después, me mudé a una cuadra y media de su casa, así que nos convertimos en vecinos y amigos”, sumó en Cacodelphia.

José María Pallaoro fue un poeta y periodista cultural que cursó estudios de Castellano, Literatura y Latín. Condujo y produjo varios programas radiales en La Plata, como La máquina del tiempo (en Radio Futura), En la vereda del sol, Mariposas de madera y La Talita. También colaboró con artículos literarios en el diario Diagonales. Además, dirigió la revista de poesía El espiniyo y la editorial Libros de la Talita Dorada, dejando un legado significativo en la cultura literaria de la región.

“José María fue principalmente un poeta, un editor y un gran difusor de la poesía. Tenía a disposición blogs como ‘Poesía City Bell’, ‘Poesía La Plata’, ‘Aromito’, el muy personal ‘Los ojos’ y ‘Poesía y política’, donde volcaba todo lo relacionado con lo expresamente político. Además, fue director de la revista ‘El Espinillo’, editor de la editorial ‘La Talita Dorada’ y tuvo distintos espacios de radio. Fue una de las personas más generosas que conocí en términos de compartir la poesía de los demás. Y es que José María comprendió que la poesía era un medio para dar voz a los otros”, señaló Axat.

Por esa necesidad de comunicar y difundir, a fines de los años ’90, Pallaoro creó Libros de La Talita Dorada, una editorial principalmente dedicada a la poesía. “Talita”, contó alguna vez, es por los talas que estaban cerca de su casa y “Dorada”, por el fruto de esos talas. A través de esta editorial, buscó ofrecer una plataforma a poetas emergentes y consagrados, promoviendo la diversidad de voces en la literatura.

“En la editorial, me abrió el juego para que participara creando una colección interna que se llamó ‘Los detectives salvajes’. A partir de ella, junto a Juan Aiub, comenzamos a editar a poetas desaparecidos por la dictadura. José fue el padrino de toda esta iniciativa. Por eso, cuando pienso en él, lo hago con la imagen de alguien con un corazón abierto y una generosidad inmensa. José María se acaba de ir, y lo que se ha ido es una de las personas más generosas en el ámbito de la literatura”, explicó Axat, recordando la colección de poesía inédita, perdida, escondida y silenciada por efecto del terrorismo de Estado que publico a partir de la generosidad del poeta nacido en City Bell.

Libros de La Talita Dorada llegó a editar alrededor de 50 títulos, incluyendo traducciones y obras de poetas locales, italianos y eslovenos, que surgieron a partir del encuentro de Pallaoro con Octavio Prenz. “Hizo antologías de todo tipo; a través de mi colección, editó poetas desaparecidos y antologías de poesía de nuestra generación, que quedaron recopiladas en ‘Si Hamlet duda, le daremos muerte’ y ‘La Plata Spoon River’, sobre las víctimas de la inundación. Es decir, si ha habido una persona generosa en términos de difusión de la poesía de los demás, ese ha sido José María”, indicó Axat.

“No se puede hacer poesía sin generosidad, porque la poesía no es solamente escritura; es generosidad, es compartir, es abrir el juego y difundir a los otros. José María era eso: un gran difusor, una persona extraordinaria como José Luis Mangieri, por ejemplo, un gran defensor de la poesía. José María pertenece a esa estirpe, a esos tipos que no solo eran poetas, sino que pensaban en la escritura de los demás, porque su poesía partía del otro. José María cumplió con la frase de Rimbaud: ‘Yo soy el otro’”, expresó.

José María Pallaoro desarrolló su propio estilo poético, caracterizado por una mezcla de humor, ironía, política y una gran musicalidad. Su poesía se distinguió por ser a la vez simple, precisa y profunda, así como por su capacidad de resonar con las emociones del lector. A través de su obra, logró crear un puente entre la lírica y la realidad social, invitando a reflexionar sobre el mundo que lo rodeaba.

José era muy limpio para escribir; no usaba palabras de más, no era tan lírico y tenía una mirada muy lacónica, siendo bastante objetivista. En ese sentido, su poesía es muy precisa en términos de descripción; no es una poesía muy adjetivada y utiliza mucho el silencio y versos cortos. Le gustaba mucho la poesía japonesa, y hay mucho de haiku en su obra. De hecho, tenía un perro que se llamaba Bayo, en homenaje al gran haikuista japonés, y siempre se ufanaba de que su poesía era como su perro”, repasó Axat. Y agregó: “José María nació en 1959 y su adolescencia fue en los años ’70, por eso su poesía está muy vinculada a la fuerza de ese rock nacido en los años ‘60. Es una poesía que tiene ese ritmo”.

Algunos de los libros publicados por José María Pallaoro son El viaje circular (1998), Pájaros cubiertos de ceniza (1999), Son dos los que danzan (2005), Basuritas (2010), Setenta y 4 (2011), 33 papelitos y una mora horizontal (2012), Una medida adecuada a todo (2012) y Una piedra haciendo patito (2013). En 2012, publicó una reedición ampliada de Son dos los que danzan, que fue traducida al italiano y al esloveno en 2013 por el Centro de Estudios Interculturales de la Universidad de Trieste, con el título Sonoduequelli che danzano / Ples v dvoje. La traducción al italiano fue realizada por Ana Cecilia Prenz-Kopusar, quien también colaboró con el poeta esloveno Marko Kravos para la versión eslovena. Además, Pallaoro tiene numerosos poemarios inéditos, entre los que destacan Breve cielo, Latidos, Cuando llueve el mundo es otro, En medio de la lluvia, Es hora de volver a Jimmy Hendrix, El bostezo del viento, Andante tren, El estado de las cosas, El vino del azar y Spinetta.

“José María estudió griego y latín; no era un autodidacta, sino una persona con una sólida formación literaria, algo que se refleja en sus libros, los cuales cambian de registro y en ocasiones se acercan a la prosa. En ese sentido, tenía muchas facetas”, explicó Axat, quien recomendó su libro ‘Son dos los que danzan’. “Es una obra excepcional que invito a todos a leer, porque tiene una mirada profunda y convoca a la reflexión”, añadió Axat, quien también recibió una dedicatoria de Pallaoro en Setenta y 4, un libro que, como escribió Lalo Panceira en La Pulseada, ofrece un recorrido por la memoria colectiva de los argentinos.

Este es un libro político, como indica la tapa de Santoro, que muestra al gorila pulseando con el descamisado; es una clara invitación a una poesía abiertamente peronista. Lo escribimos juntos y lo publicamos en la editorial ‘El Suri Porfiado’, que pertenece a Carlos Juárez Aldazabal, un poeta salteño radicado en Buenos Aires, quien nos invitó a ambos a colaborar. Yo publiqué ‘Neo’, y la presentación se realizó en 2007 en el Teatro de la Universidad de La Plata. Él presentó mi libro y yo el suyo. Fue un verdadero placer, ya que este es uno de los libros más significativos de José María”, señaló.

José María Pallaoro coordinó también talleres de escritura y el espacio cultural La Poesía, desde donde impulsó la creatividad y el intercambio literario entre los participantes. “Muchísimas generaciones de escritores y poetas se formaron en City Bell en los talleres que brindaba José María. Incluso, hasta sus últimos días, sus talleristas lo acompañaron y lo sostuvieron, y él se sintió muy contenido”, contó Axat. “Como tallerista, fue un gran docente, un gran maestro. Había estudiado letras, una carrera que no llegó a terminar, pero tenía una sólida preparación en el estudio de la fonética y la sintáctica; no era alguien que tocaba de oído”, destacó.

Pallaoro nació y vivió en City Bell, donde, rodeado de su gente y de las calles arboladas, moldeó su dimensión de poeta en ese silencio alejado del murmullo de los tilos y las diagonales. “Se sintió siempre muy aferrado a su tierra citibelina. Creo que, si había un poeta de City Bell, era José María Pallaoro. Se sentía profundamente conectado con su lugar, su casa y su barrio; nació allí y su vida se desarrolló en ese espacio. Todo ocurría para él entre los árboles de su casa, en el quincho donde construyó el taller y en el sauce que marca la entrada de su hogar. City Bell era para él un sello importante; la poesía era la poesía en City Bell”, explicó Axat.

“Por eso, su poesía tiene mucha descripción de la botánica citibelina: el sauce, pero también el ombú, los cipreses, los espinillos y, por supuesto, los pinos. A José le gustaba mucho la botánica de City Bell. En su casa, tenía árboles de palta, limoneros y naranjos. De hecho, tiene una antología titulada ‘Naranjo de fascinante música’, donde da cuenta de los poetas platenses jugando con el naranjo. Le encantaban los naranjos, y era importante que esos frutos aparecieran en esa antología”, describió.

Pallaoro, dijo Axat, fue un "poeta de la ciudad", que pensó en la poesía universal, aunque se sintió muy aferrado a su lugar; su obra refleja esa dualidad, entre lo local y lo global, enriqueciendo su escritura con influencias de su entorno mientras exploraba temas que trascienden las fronteras.

“Estableció una relación con otros poetas cercanos a él, como Roberto Themis Speroni, quien vivió cerca de su casa y de quien se sentía un hijo, y con otros de su generación, como Horacio Castillo, Osvaldo Ballina, Horacio Preler y, por supuesto, Néstor Mux, su gran amigo de toda la vida. En el sepelio, Néstor pronunció unas palabras muy emotivas que reflejaban cómo se sentían hermanados; entre ellos había una relación muy fuerte”, repasó Axat.

“José María, estableció también un vínculo muy fuerte con Octavio Prenz, un poeta platense que se exilió durante la dictadura en Yugoslavia. José María, desarrolló una conexión poética muy profunda con él. De hecho, el viaje que realizó a Eslovenia y la traducción de sus textos están relacionados con esa relación”, recordó.

Pallaoro le escapaba a la idea del poeta que a menudo es presentado como aquel que ve lo que los demás no ven. Para él, la palabra era una herramienta para comunicar algo significativo. Usaba su lenguaje de una manera que evocando las palabras de Paco Urondo, combinaba lucidez, memoria y sueños. Su poesía no solo era una reflexión íntima, sino también un puente hacia una comprensión más profunda de la realidad que lo rodeaba.

“José María pertenece a esa generación en la que la poesía no tenía ese misterio heideggeriano, como piensan algunos poetas, que consideran la poesía como un lugar donde los dioses hablan y encuentran la mística y esas cosas. Si bien José María era un estudioso de los lenguajes, los vacíos y los silencios, para él la poesía pasaba por otro lado: por cierta humildad, por ciertos gestos, la experimentación y el compromiso”, contó.  

“En ese sentido”, explicó Axat, “todas las revistas El Espiniyo están atravesadas por la política, ya que si había algo que le molestaba era aquellos poetas que no se comprometían con la realidad”. José María Pallaoro perteneció a esa camada de poetas que sintieron la poesía como parte de la transformación de la realidad. “Y estoy pensando en figuras como Mangieri, Juan Gelman y Paco Urondo, poetas que, de algún modo, estaban atravesados por el compromiso, y José María es cercano a esa saga. De hecho, en la revista El Espinillo aparecen los problemas de la realidad poética, con ciertos poetas nombrados y otros no. Me parece importante ubicar a José María en esas búsquedas de la palabra justa, la humildad, el compromiso, la solidaridad y, sobre todo, del encuentro. Para él, hacer poesía implicaba estar en colectivo, encontrarse y asamblearse”.

Al ser consultado sobre el mayor legado de Pallaoro, Axat dijo que su influencia radica en la forma en que combinó la poesía con un profundo compromiso social, así como en su capacidad para difundir la obra de otros poetas, creando un espacio literario inclusivo y enriquecedor. Sin embargo, agregó que es difícil aún responder completamente a esa pregunta

“Desde ya, que parte de su legado tiene que ver con la palabra, la poesía y la difusión. Pero para evaluar el legado de José María, será muy importante leer todo lo que él no publicó. En ese sentido, Elena Núñez, su compañera, tiene en este momento miles de libretas de José María, porque escribía todo el tiempo. Hay cuadernos y cuadernos en los que vaya a saber qué hay, porque escribía mucho. Lo que está editado es solo una ínfima parte, ya que él difundía a los demás y se guardaba todo lo suyo. Hay mucho de José María, y para poder evaluar con mayor dimensión su legado, a mí me gustaría que todo eso se publique. Hacer una especie de obra reunida con una introducción, un prólogo, y un estudio sobre lo que él hizo, para poder dimensionar cuál es su legado en términos de su escritura”, señaló Axat.

“Desde ya que José María fue, sin duda, uno de los más grandes poetas de La Plata, de la talla de Speroni, Horacio Castillo, López Merino y Almafuerte, poetas importantes que marcaron un rumbo en la poesía y en la literatura de la ciudad”, concluyó.

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