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Despedida a Tito Cossa, uno de los grandes referentes de la dramaturgia argentina

Fue creador de clásicos como “La Nona”, “Tute Cabrero” y “Yepeto”. Falleció el 6 de junio a los 89 años. Será recordado “por todo aquel que ha visto alguna de sus obras o algunas de sus películas”, asegura el actor César Palumbo.

Roberto “Tito” Cossa fue un gran referente del teatro argentino, autor de obras inolvidables, uno de los fundadores de Teatro Abierto, el mayor frente cultural de resistencia a la dictadura cívico religioso militar, creador del Movimiento de Apoyo al Teatro (MATE) y presidente de Argentores.

“Tito fue una persona inhallable, con una dignidad, una simpleza y una manera de ver la vida increíble, muy simple, fue un porteño cabal muy querido, todos quisiéramos tener un amigo así y ser algo parecido”, lo define César Palumbo. “Para nosotros fue una alegría haberlo conocido y un dolor haberlo perdido”, dice el dramaturgo y director, fundador y director de la sala teatral El Altillo del Sur que lleva el nombre de Tito Cossa.

“Lo conocí en la década del ’70, fundamentalmente, a través de sus obras; luego en los años ’90, lo conocimos personalmente, cuando con Malena Cadelli, realizábamos un programa de televisión y pudimos entrevistarlos en su casa”, cuenta en Cacodelphia y recuerda cómo le presentaron la idea de que su nombre identifique al espacio teatral: “Se nos ocurrió pedirle su nombre para ponerle a nuestra sala, y evitar de ese modo algunos problemas, ante los cambios de comisión del Banco Provincia, donde estábamos trabajando hacía más de veinte años. ‘Pero yo estoy vivo, cómo se les ocurre’, nos respondió y acepto la propuesta. Hicimos, entonces, la inauguración el 13 de noviembre de 1997, en la sala de la Biblioteca del Banco Provincia, donde entonces habíamos implementado nuestro espacio teatral, previo a desembarcar donde hoy estamos. Cuando nos vinimos a la calle 1 nos trajimos también ese nombre”.

“De ese modo no solo conocimos a la persona, sino también, su grandeza y su humildad; él no nos conocía, y podíamos haber sido dos aventureros, dos estafadores con Malena, porque fuimos con una camarita a grabar y nos creyó, porque quiso creernos. Después nos recomendó ir a ver a Lorenzo Quinteros, a Osvaldo Soriano, a quien no llegamos a entrevistar y por recomendación suya llegamos también a la casa de Abelardo Castillo. Es decir, además, de aceptar la propuesta de poner su nombre a nuestro espacio teatral, se transformó en un promotor de nuestro trabajo”, explica Palumbo, sobre la relación que mantuvo con el periodista y dramaturgo que falleció el 6 de junio a los 89 años.

La sala del teatro lleva el nombre del dramaturgo


Roberto “Tito” Cossa nació el 30 de noviembre de 1934 y fue uno de los dramaturgos más importantes del país, junto a Ricardo Halac integró la “Generación del Nuevo Realismo”, continuando la senda marcada por Carlos Gorostiza. Se inició tempranamente en el periodismo, trabajo en el diario “Clarín”, en “Prensa Latina”, donde fue una especie de corresponsal clandestino, ya que la agencia había sido cerrada por Arturo Frondizi, en el “Cronista Comercial” y en “La Opinión” de Jacobo Timmerman. A lo largo de su trayectoria, escribió alrededor de 28 obras y seis guiones de cine.

A los 30 años presentó su primer obra, “Nuestro fin de semana” (1964), a la que le siguieron “Los días de Julián Bisbal” (1966), “La ñata contra el libro” (1966), “La pata de la sota” (1967), “Tute Cabrero” (1968) - llevada al cine bajo dirección de Juan José Jusid- y “El avión negro” (1970), escrita con Germán Rozenmacher, Carlos Somigliana y Ricardo Tlesnik. Además, Cossa, escribió “La Nona”, entre 1970 y 1971, “No hay que llorar” (1979), “El viejo criado” (1979), “Gris de ausencia” (1981), “Ya nadie recuerda a Fréderic Chopin” (1982), “El viento se los llevo” (1983) –en colaboración con Jacobo Langner, Eugenio Griffero y Francisco Anania-, “Los compadritos” (1985), “Yepeto” (1987) y “El sur y después” (1986), entre otras.

"Tito entendió que hacer teatro es siempre una forma de resistencia"

“Tito fue un hombre de teatro, escribió de todo y todo fue muy importante, por eso será recordado por todo aquel que ha visto alguna de sus obras o algunas de sus películas”, dice Palumbo y aclara que no le gustaba ver sus espectáculos y no los recordaba tampoco.

Teatro para la resistencia


En 1981, Cossa fue partícipe en la creación de Teatro Abierto, un movimiento cultural que surgió en contra de la última dictadura cívico-religioso-militar (1976-1983). “Tito entendió que hacer teatro es siempre una forma de resistencia y por eso fue un gran defensor del teatro independiente y fue uno de los fundadores de ´Teatro Abierto’, que heredo algo de aquel Teatro del Pueblo de Leónidas Barletta, que surgió pocos meses después de la dictadura de Uriburu, como forma de resistencia. Se dice, aunque quizá haya otros, que ese fue el primer teatro independiente de Buenos Aires y al que también llamaron ´Teatro de la Campana´, porque Leónidas, salía con una campana antes de cada función. Algo que nosotros hicimos cuando estábamos en 10 entre 47 y 48 y para hacer un poco de lio, salíamos a la calle por donde pasaba y sigue pasando hoy muchísima, pero poca era la que entraba al teatro”, afirma.


Tito Cossa también se destacó como guionista de cine. Adaptó la novela de Osvaldo Soriano “No habrá más penas ni olvido” (Héctor Olivera, 1983), además, de sus obras teatrales “La nona” (Olivera, 1979), y “Yepeto” (Eduardo Calcagno, 1998) y escribió con Carlos Somigliana el guión de “El arreglo” (Fernando Ayala, 1982). En 1965 había escrito el guión de “Tute Cabrero”, convertido después en obra teatral.

“Tito realizó grandes producciones y muchos programas de televisión con seudónimos, porque estaba marcado por la dictadura”, recuerda Palumbo. “Fue un autor que, desde el realismo o el absurdo, escribió historias que nos invitan a pensarnos. Se dice que el teatro cuenta la historia de un país y si uno agarra su obra se dará cuenta que hay algo de eso en cada una de sus producciones. Aunque él simplemente decía ser ´un hombre que contaba historias´”, repasa sobre uno de los dramaturgos claves de la literatura argentina, pionero y tenaz defensor del teatro independiente.

“Un tiempo antes de su partida estuvimos con él en su casa, conversando y tomando el famoso Whisky, de las cinco de la tarde, que era la hora señalada. Ahí pudimos verlo y contarle que habíamos hecho para Teatro por la Identidad, ´Definitivamente adiós´, que habla de tres generaciones de exiliados entre España y argentina, un monologo suyo muy hermoso y muy doloroso que él no recordaba. No le gustaba hablar de su obra. Ese día me dijo ‘escribo para que mis amigos se rían’, increíble”, recuerda.

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