El mito de su figura trascendió su propia vida y aún mantiene vigencia de culto. Quién fue, qué escribió y por qué su nombre se mantiene en las sombras.
“Fox representa un cuestionamiento muy grande a todo lo que era progreso, avance o una mirada positiva hacia el futuro. Invitación a la masacre, su primer libro, es un libro potentisimo en su oscuridad, con una voz que intenta destruir el mundo todo el tiempo”, advierte el columnista Matías Esteban en Los Mundos Posibles.
La figura del escritor Marcelo Fox puede desdoblarse en dos planos. Por un lado está su vida. Se sabe que nació en 1942 y que falleció en 1972, embestido accidentalmente por un tren. El resto de su biografía se compone de mitos y anécdotas de terceros. En cuanto a su obra, publicó dos libros: Invitación a la masacre (1965) y Señal de fuego (1968), ambos títulos largamente descatalogados.
Se hizo fama de nazi y algunos lo recuerdan como a un genio. Puede que no fuera ninguna, pero sin dudas fue un personaje particular y su escritura sobresalía.
Para entender a Fox es necesario ubicarlo en tiempo y espacio, su breve carrera en el mundo de las letras se enmarca en la Buenos Aires de los 60, una ciudad de bohemia, de grupos contraculturales de vanguardia y de una altísima efervescencia artística donde se gestaron fenómenos como el Instituto Di Tella y Marta Minujín.
“Por debajo de esa contracultura había otra contracultura representada por otros grupos que pululaban Buenos Aires, grupos de lumpenes, de bohemios, como el grupo Opium, que veían en la poesía beatnick norteamericana un intento de generar discordia, de incomodar al buen burgués y a sus buenas costumbres. El extremo de ese grupo era Fox. También, en términos literarios, el mejor de ellos”, explica Esteban.
El escritor no sólo se distinguía por su producción, había otro elemento que lo hizo único: “Fox tiene un halo de misticismo, de malditismo. Lo de maldito es un concepto literario, no es academico totalmentem sino más bien un concepto que sirve para la venta, el maldito de la literatura es ese que tiene una figura negra, un halo de misterio, de perturbación y de negrura en su alma y en lo que escribe”.
La nomina de autores malditos es tan larga como arbitraria. El columnista sitúa a Fox en una misma constelación con Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe y el Conde de Lautréamont. La maldición signa sus vidas y colabora con la venta de libros: “La mayoría de estos autores tienen un final trágico y horrendo, su escritura debe ser rescatada de alguna manera, pero en el caso de Fox, ni siquiera eso, sus libros no se consiguen, una primera edición suya ronda los 400.000 pesos. Son muy caros. La leyenda dice que sus libros fueron destruidos adrede. Además que, a cincuenta años de su publicación, no se ha hecho ninguna reedición”.
Esteban se toma una licencia poética para alimentar el mito de Fox: “Su obra circula en pdf tan mal escaneados que no sabes si estás leyendo una cosa u otra. Aparentemente, esos pdf son fotocopias originales que Laizeca y Fogwill repartían durante sus lecturas para difundirlo”.
“En las anécdotas lo vemos presentándose a sí mismo como nazi y comunista, gritando, en distintos tipos de lecturas donde, de la nada, él aparecía gritando eso, como una especie de proto-punk, un punk antes de todo lo que vino después, alguien que quería desafiar algo”, completa.
Invitación a la masacre fue publicado en 1965 por Falbo, el columnista lo describe de la siguiente manera: “Es un libro muy breve, de mucha potencia, que invita a la masacre, pero es también una invitación a una especie de esfuerzo y de sacrificio. Son trece relatos escritos en primera persona, su lectura es perturbadora, no tiene cortes, es casi una novela. Esa primera persona, en casi todos los relatos, pertenece a un ser que está apresado, encerrado, condenado a muerte, perseguido, ese tipo de sucesos le ocurren siempre a ese personaje”.
“Si bien todos los relatos están escritos en primera persona y hay una sensación de asfixia general, el tono siempre es distinto, algunos son más trágicos, otros son horrendos y otros son casi humoristicos, pero de indole negra. Y en todos hay un intento de destruir el mundo”, concluye Matías Esteban sobre este incoseguible título de la literatura maldita hecha en Buenos Aires.
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