En su libro "Relatos de la guerra en la frontera" reúne memorias, narraciones y reflexiones que fueron surgiendo al calor de las dificultades del terreno y los enfrentamientos con los pueblos originarios. La belleza de su prosa se ve enredada por la histórica polarización de la época, que todo lo pensaba en términos de "civilización o barbarie".
El francés Alfredo Ebelot llegó a Argentina en 1870. Para ese entonces, ya era un arquitecto con cierta predilección por la escritura y el periodismo, que lo habían llevado a colaborar en la revista Revue des deux mondes, y que acá le valieron la posibilidad de escribir artículos para diferentes periódicos locales. Años más tarde fue contratado para realizar estudios en la línea de frontera que empezaba a definirse como parte del proyecto de Estado-Nación que encarnó Domingo Faustino Sarmiento.
"En Argentina hubo una gran recepción de ingenieros y de gente de las ciencias de construcción y de las formas de producir conocimiento que tenga que ver con el territorio que venía de Francia, porque no había producción de ese conocimiento acá en ese tiempo. De hecho, Ebelot fue uno de los primeros en venir", introduce el columnista Matías Esteban en el aire de Los Mundos Posibles.
"Ebelot, como muchos de su generación, escribía bien. Su escritura puede recordar a Hudson, a Mansilla o al propio Sarmiento. Además, en esa época en particular, se mostraba a Argentina como un lugar donde todo estaba por hacerse, el progreso estaba en desarrollo, había muchos procesos sociales, y eso se reflejaba, sobre todo, en la literatura", completa Esteban.
Entre los años 1876 y 1877, ya bajo el Gobierno de Nicolás Avellaneda, el ministro de Guerra y Marina, Adolfo Alsina, le encomendaron a Ebelot supervisar la construcción de un sistema de defensa que incluía fosas, terraplenes y fortificaciones, y que se extendía a lo largo de todo el oeste bonaerense. Nacía de esta manera, la famosa zanja de Alsina.
El proyecto impulsado a instancias del Gobierno federal buscaba cumplir con dos objetivos: primeramente, evitar la incursión de malones; y en segundo término, dificultar que los maloneros pudieran escaparse con ganado robado. Si bien lo primero no pudo frenarse, si fue exitoso en cuanto a lo segundo.
De alguna forma, la zanja de Alsina fue la primera medida de una política de Estado que se endureció con más fuerza durante el periodo siguiente con la llamada "Campaña del desierto".
Fruto de su participación en esta tarea, Ebelot escribió su obra Recuerdos y relatos de la guerra en la frontera, donde se reflejaba no sólo la cuestión arquitectónica junto con los avances y las dificultades de materializar la zanja, sino también la relación, a menudo conflictiva, con los pueblos originarios.
En palabras de Matías Esteban: "Lo que vamos a ver acá es, como dice la cita de Walter Benjamin, que todo documento de cultura es finalmente, y a la vez, también un documento de barbarie. Podemos encontrarnos con un texto re bien escrito, re lindo, pero a su vez también va a dar cuenta de la barbarie de civilizar. Por más que encontremos a un genio y a un documento maravilloso, debajo, detrás o en otro lugar, hay alguien esclavizado que ha soportado el suplicio del trabajo".
A pesar de la crítica, Esteban destaca algunos elementos que le llamaron la atención del texto: "Una cosa que me interesa de Ebelot, y que sucede con toda esta generación, hay una especie de germen de lo que hoy decimos esto es bien argentino que aparece también en esta gente. Lo veo en la construcción de los fortines: ninguno es uniforme, hay distintas formas, se adaptan para sobrevivir".
"En los textos de Ebelot tenemos un documento, una crónica de primera mano, por momentos muy interesantes, muy de aventura, y esto ya por fuera de la crítica, es como leer a Jack London. Nos encontramos con gente tratando de sobrevivir con lo poco que se tiene en ese tipo de ambientes muy hostiles. Sobre todo se trata del hecho de sobrevivir", concluye el columnista.
A pesar de los esfuerzos consagrados a la concreción del proyecto, la "zanja de Alsina" quedó inconclusa. Alsina falleció a un año de haberse iniciado la obra, cuando se habían cubierto unos 374 kilómetros -desde Ítalo en la provincia de Córdoba hasta Nueva Roma en Bahía Blanca- de los 600 que se habían pautado, con la intención de llegar hasta San Rafael, en Mendoza.
Truncada la empresa que se le había encomendado, Ebenot se dedicó de lleno al periodismo, regresó a Francia en 1908 donde falleció, en Toulouse, en 1920.
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