por Hector Placenti
Pinte el embeleso vivido. Dele gas al recuerdo. Sobre la calle Bahía Blanca, cruzando las vías del ferrocarril Roca, retirado de la línea municipal, sobre cuidado jardín, un garaje abierto con pilar de ladrillos a la vista. Trabajado en hierro forjado, lucía el nombre Pochy. Adornando la entrada al hogar. Era un chalet maravilloso. La casa de los sueños jóvenes. Era la casa del profesor amigo. Un genio…
Sobre un terreno de 60 metros; tenía tres espacios diferentes. El jardín de la entrada con sendas vistosas, cochera abierta, techada. Senderos marcados con islas de flores y plantas multicolores. Frente de ladrillos a la vista como cerca, con puerta y portón de madera blanca. Hermoso solar en Wilde. La casa tenía luz por todos lados. El living daba al jardín del frente, y la cocina, al jardín interno. Con habitaciones luminosas, llevaban la misma ubicación. La joya era el living. Tenía un grabador profesional de cinta que estaba en una pared, con destacada sonorización. Ocupaba todo el muro con libros y discos de larga duración, bien acomodados. En sillones bien ubicados, pasamos noches grabando temas de canto creativo. Cantaba el profesor Mateos, acompañado por la guitarra del Pelusa Fernández. Eximio músico. Nieto del guitarrista Emilio Fernández (Músico de Eduardo Arolas) Estrella vecinal que incursionaba en el canto de manera exitosa. Cada encuentro en esa casa, nacía un show espectacular. Cuando no se cantaba, se escuchaban cuentos de diferentes tenores, o encendía la radio de onda corta que estaba en el taller del fondo de la casa. WWS5Victoria. Radio aficionado con matrícula viva y activa.
Allí en ese lugar, aprendimos a soñar para poder protagonizar mil historias diferentes. Era un hogar que tenía su encanto. Con numerosas mascotas. Desde aves extrañas, como las gallinas japonesas, a papagayos coloridos. El loro Pepe, que hablaba y cantaba tangos, acompañando a Rosa, su madre, siempre presente. El Michi, el gato que fumaba cigarrillos que arrojaban al jardín. Dólar un caniche bonachón. Que en rueda de fumadores, se animaba a capturar argollitas de humo, e intentaba masticarla. Ladrando como un condenado al cuarto intento. Entonces, había que retirarlo al jardín del fondo, porque se ponía molesto. Lo afectaba feo el tabaco al can. Allí, supimos del titanio en Claro mecó. Como tantas otras ideas diseñadas por el autor, Víctor Ramón Mateos. Escritor, artista, profesor de idiomas, de oficios eléctricos, funcionario público. Hombre múltiple y brillante. Relator de historias en diferentes, “café concert” del país. Personaje querible. Brillante pionero del pleno empleo. Buscaba siempre la salida ordenada en diferentes acciones. Creador del primer submarino a remos que surcó las aguas del Canal Santo Domingo, en Avellaneda. Pionero del jet sky ferroviario. Volaba con parapentes sobre las vías del tren. O simplemente, creaba la bicicleta ferroviaria. Todo sube a las vías, si las ideas son buenas. Con pedal y con cadenas forjaremos las mareas más insólitas. Acción y diversión por fricción. Arengaba lindo. Surge el recuerdo latente. Antena firme. El profesor no está, pero viven los suyos. Sus hijos son músicos. Su madre espera siempre, que le acerque un cuento del hijo pródigo, protagonizando enredos creativos. Rosa, vive en La Plata. Orillando el siglo de vida con buena salud.
Seremos cuento en vecina radio de la ciudad de las diagonales. Usted, trabajaba en 7 al fondo. Viaja un cálido abrazo, besos al cielo. Mil gracias, maestro. Todavía encarno diferentes sueños, aprendidos en el solar de Wilde. Sepa que le cambié el nombre, por el artístico; profesor Vicente Arquímedes Tadeo de la Universidad Popular de Wilde, dónde brilló dando clases. El nombre suena despertando al mundo…