por Michelle Souyet López
Nuestro hogar es amigable, hemos procurado darle identidad, provocando un ambiente diverso, y pienso que, por fin, poco a poco, quizás, vemos la armonía. Decidimos pintar los muros de color blanco para realzar los objetos que hemos ido acumulando, me gustan los colores. El fondo claro define la silueta de los jarrones y el color cálido que he escogido en cada uno. Tus colores predilectos son fríos, pero creo que el contraste, como sucede en todo, resulta placentero y nos cautiva.
A veces caemos en riñas, portadores de un carácter fuerte, las discusiones surgen por diferencias simples. La habitación no es el ring donde se desarrollan tensiones, casi siempre, por el contrario, nos acerca a la zona de confort en la cual preservamos el vínculo que nos une. La habitación nos seduce, la cama, allí no sólo alcanzamos el placer necesario, también el descanso. Apoyando la cabeza en la almohada, nos arrimamos, a veces en silencio, evitando el televisor que nos distrae, entonces procuramos encontrarnos, alejándonos de todo.
El apartamento siempre huele a incienso, me gusta la mística. Al caer la noche enciendo una vela que atesore y cuide lo nuestro, haciendo que la sana energía circule. Nos instalamos en el sofá a mirar la vida, tan compleja, por cierto, sin embargo, pienso que estando juntos podemos enfrentarla. El silencio nos agrada, y desde éste contemplamos las plantas que nos recuerdan que la naturaleza puede ser una inyección que determina el flujo de tranquilidad que inunda nuestros cuerpos.
Nuestro hogar es versátil, como nosotros, que, desde las diferencias, logramos equilibrar, acoplándonos en algo que produce sensaciones agradables. Quizás existan lugares hermosos alrededor del planeta, pero aquí sentimos una totalidad asombrosa, el aroma a jazmín nos recuerda que la felicidad se consigue con cosas simples, nos basta, en definitiva, con este lugar que hemos construido, saciando el deseo, la necesidad de estar a salvo de lo que ocurre afuera.
Podría describir tantos detalles, las dimensiones, los objetos, los muebles, la decoración, sin embargo, lo más relevante es el ritual que realizamos diariamente, cuando al regresar nos miramos y entrelazando nuestros cuerpos olvidamos todo, aquí estamos a salvo. Al despertar, experimentamos angustia al constatar que durante ocho horas enfrentaremos la adversidad de la calle, y sólo pensar en el regreso, nos impulsa por un sendero correcto, tan sólo ser pacientes, comprendiendo que al anochecer nos tendremos nuevamente, la vela encendida, el incienso, un plato de comida, un jarro con flores frescas que nos recuerdan el romanticismo que el mundo quizás ha olvidado, porque no hay tiempo o tal vez porque esos detalles parecen demasiado simples hoy en día.
Te quiero aquí, no importándome lo que suceda afuera, es aquí donde existimos.