A 30 años de la muerte de Yupanqui, Norberto Galasso -escritor e investigador- ofreció un repaso por su obra y su biografía.
Héctor Roberto Chavero -tal su nombre verdadero- nació en Pergamino,provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1908 y murió en Nîmes (Francia) el 23 de mayo de 1992. “Se llamó a sí mismo un cantor de artes olvidadas, es decir que en un país que a comienzo del siglo XX estaba económicamente vinculado al imperio británico y en condiciones semi coloniales, él rescató las verdaderas raíces culturales de una Argentina que debió ser y tendrá que ser integrada al resto de Latinoamérica”, resaltó el escritor Norberto Galasso.
“Yupanqui provino del pueblo, se embebió desde pibe en Pergamino en la cultura de los fogones, creció entre los peones analfabetos, y así entre esas anécdotas y esas historias de aquellas gentes fue formando su pensamiento que es nacional y latinoamericano”, expresó en diálogo con Cacodelphia.
“Yupanqui provino del pueblo"
“Lo nacional en Atahualpa viene por parte de esos peones y estibadores de plena pampa, de su vinculación con esa gente y viene también del carácter yrigoyenista del padre. Y todo ese pensar se profundizará cuando salga a los caminos. Por eso su madre supo decir que a mi hijo lo han tomado preso los caminos
. Yupanqui siguió siempre ese camino de recoger anécdotas, coplas anónimas y ofrecerlas a su gente. Confió siempre en su pueblo y desconfió siempre del modo intelectual europeizado”, remarcó el autor de “Yupanqui provino del pueblo".
Atahualpa también vivió en Raco, Tucumán, donde recibió la influencia de los viejos payadores, "de aquellos representantes de esa Argentina, ligada al Alto Perú y que la oligarquía liberal luego va a retorcer sobre sí misma para convertirnos de ese modo en un país que centró su poderío económico en el puerto de Buenos Aires. Allí en Tucumán entre los zafreros es donde el pensamiento de lo latinoamericano surgirá en Atahualpa”.
En Yupanqui, dirá Galasso, confluyen dos culturas, la occidental alimentada por sus vastas lecturas de escritores, filósofos, de su escucha de la música universal y académica -especialmente la de Bach- y la cultura de la tierra. “Era un gran partidario de la música clásica y esa relación con los grandes concertistas y compositores del mundo, junto a su pequeño refugio en Córdoba donde cantaba para sus paisanos, formaron el pensamiento de un cantor profundamente nacional y latinoamericano que trascendió las fronteras”, contó.
Atahualpa también vivió en Córdoba y en París.“En sus últimos años pasó seis meses en Córdoba, en Cerro Colorado, y otros seis en Europa, donde gracias a Édith Piaf, había alcanzado cierto renombre en los años ´40, y donde era reconocido y valorado. En París logró ser tan importante que el gobierno lo invitó a que hiciera una cantata sobre la Revolución Francesa que luego pasó a los colegios donde ya se habían tomado como estudio algunas de sus coplas".
"En Argentina nunca terminó de contar con el apoyo suficiente y todavía hoy hay quien no lo conoce, porque entre otras cosas, los medios de comunicación están en manos de la minoría oligarca, que renuncio a todo lo que fuera nacional para hacer sus negocios”, destacó.
“Su mayor ambición fue que su canción apareciera como anónima, no quiso que lo recordaran como un individuo que realizó una tarea creadora, sino como alguien que recogió el canto popular”, expresó Galasso.
Canto y legado
En su libro “El canto del viento”, editado en 1965, Yupanqui expuso toda su visión del artista, dijo Galasso. “En ese libro, escribe que el viento recoge las alegrías, las tristezas, las vicisitudes del pueblo y las va llevando en una bolsa tan inmensa que se les empiezan a caer esas experiencias sobre los campos y, los payadores son quienes recogen esas experiencias que son del pueblo y que no son de nadie. El hecho de que él pudiera recogerlas y expresarlas poéticamente era una gran satisfacción pero no quería ningún tipo de reconocimiento individual”, retrató.
Además, “Atahualpa fue el emergente de un país semi colonial que provocó la existencia de dos culturas; una oficial, transmitida desde la escuela, los grandes diarios, Victoria Ocampo y todo su corte de escritores europeizados, cómplice de esa dominación. Y una cultura nacional nacida desde el Martín Fierro, silenciada y discriminada. Así Yupanqui, como Jauretche, enfrentó esa colonización pedagógica
a través de la voz de los humildes, pero sabía de los viejos criollos. Y mantuvo esas características hasta sus últimos días, de ahí su vigencia”.
El trabajo de Yupanqui es una invitación a pensar la identidad y las raíces culturales del pueblo. “Dentro de esa cultura predominantes de la época, donde las raíces nacionales se fueron perdiendo y donde predomino una cultura extranjerizante, Atahualpa, mantuvo el carácter nacional del poema y el relato, conservó vivo los viejos recuerdos que le daban a la Argentina una identidad propia y, eso, creo, es lo fundamental de su legado”, señaló Galasso.