Victoria Hortel es bailarina, docente y una de las fundadoras de la Twerk Army, uno de los primeros grupos bonaerenses en desarrollarse en este baile.
En 2013 una joven Miley Cyrus revolucionó la prensa internacional luego de su presentación en los Video Music Awards. Este espectáculo tomó por asalto a una sociedad sexualmente conservadora a través de movimientos sensuales que tenían como protagonista el movimiento de cadera y culo de la cantante. A través de este escándalo mediático el mundo le puso nombre al Twerk. “Hoy después de una cuarentena de por medio y un montón de rede de informaciones podemos entender que el twerk no viene Miley Cyrus ni de esas referentes que veíamos en en ese momento en youtube”, bromeó Victoria Hortel, bailarina, docente y referente de Twerk Army, un grupo platense formado hace 8 años donde investigan, enseñan y perfeccionan la disciplina.
Si bien los comienzos del Twerk en Argentina surgen de forma autodidacta y “en internet hay mucha desinformación, en la cuarentena a las twerkeras nos quedó otra que conectarnos en zoom, vernos las caras y ver qué estamos haciendo acá, que están haciendo en Salta, que están haciendo en otro país. Ahí se generó una red que nos permitió decir ’bueno esta es toda la información que tenemos, esto es información que podemos confiar’”, detalló en el aire de Una Amiga Imaginaria.
Estás redes de contención y trabajo en conjunto, junto a otras iniciativas impulsadas para crear espacios seguros para la comunidad, desembarcaron el mes pasado en la primera asamblea twerkera de la región. “Fue hablar, no solo desde el lugar de profe o referente, sino también de quienes están participando de tomar las clases, adquirir esta información y preguntarnos qué espacios nos faltan ocupar. Hablamos mucho de la visibilización como para convertir la ignorancia”, explicó la bailarina. En este sentido la ocupación del espacio público y el cupo trans/travesti abierto y gratuito, fueron dos propuestas que cobraron impulso.
Movimientos ancestrales
Ubicar el twerk en tiempo y espacio nos lleva a la ciudad portuaria de Nueva Orleans a orillas del río Mississipi. En los ‘90, “era zona residencial de un montón de personas afrodescendientes que llevaban consigo toda la información de danzas anteriores a la colonización. Toda esa información de movimiento pélvico que por ahí venía de rituales, de fertilización, de invocación a los dioses”, comienza a encontrarse con nuevas bases y cadencias provenientes del Hip Hop.
No obstante, “fue dentro de la comunidad LGBT que se recibió mayormente este movimiento y fue resistencia en un contexto social de machismo y patriarcado donde, por ahí, una persona que mueve el culo de esa manera obviamente cae en los mismo prejuicios que hoy”, explicó la twerkera. El abrazo de las diversidades al género vino del “liberarse de la opresión del no poder ser. Encontrarse y bailar. Sobre todo con lo que implica mover la cadera y toda la energía que se libera desde ese lugar, lo que significa habitarla en una sociedad donde nos invita a no habitar para nada nuestro culo”, agregó.
“Creo que a lo largo del tiempo nosotras si podemos conseguir la información para validar lo que realmente estábamos sintiendo”
En este sentido, el twerk es un baile que explora la sexualidad y la sensualidad de quien lo practica, además de su destreza. No obstante el conflicto surge cuando se piensa que esa exploración se realiza para un tercero, bajo la idea de que las personas y su sexualidad son objeto de consumo. “En realidad el planteo seria: ¿cual seria el problema de que yo tenga una investigación sensual, erótica, en mi movimiento cuando el problema en realidad es que vos pienses que yo toda la investigación que estoy haciendo con mis compañeres sea por vos?”, retrucó.
“Creo que a lo largo del tiempo nosotras si pudimos conseguir por ahí la información para validar lo que realmente estábamos sintiendo”, concluyó.