El Museo Etnográfico Juan Bautista Ambrosetti de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y la Biblioteca Argentina para Ciegos realizaron durante la cuarentena el taller “Sonidos Conectados”. Allí invitaron a pensar los sonidos como parte de nuestro patrimonio intangible.
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“Todo está muy centrado en lo visual. En este pase de los museos a espacios virtuales que implicó la cuarentena, había mucha gente que quedaba afuera porque la mayoría de las propuestas estaban vinculadas a compartir imágenes, ver audiovisuales. Seguía este predominio de un único sentido por encima de otros y la verdad que cuando uno piensa en términos de patrimonio, se puede pensar que hay otros sentidos asociados: pensar en lo sonoro, en el gusto, en un montón de cosas”, contó la antropóloga Verónica Staffora, una de las impulsoras de Sonidos conectados.
En este marco, durante agosto y septiembre, se desarrolló Sonidos Conectados, en un trabajo en conjunto entre el Museo Juan Bautista Ambrosetti de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y la Biblioteca Argentina para Ciegos. Fue un taller virtual abierto en el que participaron personas con visión plena como también con disminuciones visuales severas conectándose desde diferentes lugares del mundo. Allí e fueron construyendo y relevando sonidos, que conviven con nosotros en la vida cotidiana, de ahora y de otros tiempos: “queríamos generar un espacio que tuviera que ver con pensar qué nos pasaba con estos sonidos que escuchábamos desde nuestras casas”, explicó Verónica, “la convocatoria se hizo especialmente desde la biblioteca y fuimos conversando y creando juntos categorías sobre los sonidos”.
Entre esas categorías se encuentran la de los saberes que suenan, “una médica nos contaba qué algunos sonidos son importantes para diagnosticar” y de aquellos sonidos que se fueron extinguiendo: “¿Es posible narrar el pasado con sonido? Digo, hay algo de esto, de pensar en diferentes aspectos de lo sonoro, hay sonidos que dan miedo, hay sonidos que cambian según el momento de tu vida, la voz de una persona querida, si esa persona está lejos o si falleció empieza a tener una carga diferente para nosotros que cuando la teníamos más cercana”, explicó Veronica. “Lo interesante fue que esa reflexión de los sonidos nos hacía ir y venir del aislamiento. Podíamos pensar la situación en la que estábamos pero no tanto desde un lugar de mucha angustia, si no de ir imaginando esa experiencia, ir pensando juntos qué cosas teníamos en común, sentirnos menos solos porque había sonidos que escuchábamos en distintas casas o que algunos nos llevarán a viajar porque nos contaban de los sonidos de donde vivían que por ahí”. El taller se desarrolló de agosto a octubre y fue co-coordinado por Verónica Stáffora, Florencia Stáffora y Carlos García.
A partir del intercambio entre quienes participaron se terminaron armando tres postales sonoras apuntando a distintos temas: Ecos del aislamiento, Ecos de la Buenos Aires de antaño y Ecos de la Naturaleza. Las cuales se encuentran disponibles en You Tube como parte de la muestra Latidos del Oír. Durante la inauguración “sumamos a esos encuentros un último que ya no era solo los que participamos del taller, si no que cada uno podía invitar a amigos, familiares, colegas y sí les pedimos a todos que tenían que preparar una coca porque, aunque sea a la distancia, el brindis era importante y un brindis que hiciera ruido. No podíamos chocar copas pero había aunque sea decir chin-chin o pensar en cómo hacer para que ese brindis fuera compartido; pensar que algo de esa reflexión que hicimos en un grupo más pequeño era interesante que otros también pudieran escucharla porque Implicó (...) registrar sonidos en nuestro entorno pero, también, explorar bancos sonoros que hay disponibles y a la vez pensar también en grabar ciertas palabras. Pensar qué lugar tiene la palabra dentro de los sonidos. Todo eso era interesante compartirlo con otros y cambiar la forma de escucha.
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