Un recorrido para conocer cómo se demonizó la figura de la bruja en la historia a través del catolicismo como modo de adoctrinamiento de las mujeres.
En la primer columna de Señoras Fetén, Antonela Menuto y Sol Santalucía, cuentan cómo se demonizó la figura de la bruja en la historia a través del catolicismo como modo de adoctrinamiento de las mujeres en la Edad Media.
“El martes 13 está vinculado a la biblia por un lado y al catolicismo”, señaló Sol Santalucía en el aire de Futura en Casa. “Primero que el fin del mundo, supuestamente, comienza por el capítulo 13 del Apocalipsis. Ahí ya tenemos el primer número. El segundo ítem es que en la última cena en la que estaba Jesús y los 12 discípulos sucede una catástrofe. Era 13 y sucede una catástrofe porque Judas traiciona a Jesús y ahí lo llevan a la crucifixión. Otras corrientes del ocultismo y la brujería le dan mucha importancia a los dioses que rigen cada día de la semana. En este caso, Marte que es el dios de la guerra y rige los días martes, entonces, la agresividad y los accidentes son convocados supuestamente por esta energía”, contextualizó.
En este sentido los cristianos medievales pensaban que los aquelarres de brujas estaban integrados por 13 mujeres parodiando a los 12 apóstoles, siendo el número 13 una presencia demoníaca. “Acá es cuando se empieza, desde este punto, a contar cómo las mujeres fueron puestas en la escena siempre en épocas de desgracia, todo lo que pasaba de malo se consideraba que ellas tenían algo que ver”, señaló. Hasta entonces, este número era considerado benéfico relacionado con los ciclos de la luna: “ellas antes eran las curanderas, las que se encargaban de cuidar a sus vecinos, de darles medicación. Pero cuando aparece en la Edad Media aparece esta concepción de la iglesia cristiana. Ellos consideraban que sólo Dios era capaz de curar el cuerpo y el alma y por lo tanto todo aquel que se encamine en esas prácticas iba a ser perseguido encarcelado y juzgado, la famosa herejía”.
En base a este principio “el odio y la ignorancia comenzaron a matar” y “mediante la tortura se obligaba a las mujeres a confesar estos crímenes”. “Muchas de las personas torturadas y quemadas lo fueron como consecuencia de denuncias ya de cualquier tipo: un vecino, la psicosis colectiva, por ser raras o por tener una mente demasiado abierta para la época que vivían que las hizo sentirse y mostrarse más libres de lo que los contemporáneos estaban preparados para aceptar, entonces ahí también empiezan a ser demonizadas”. De este modo, “la bruja se convierte en este personaje siniestro. Alguien a quien conocemos y necesito, pero al mismo tiempo nos angustia entre lo que dicen e incómoda el desconocimiento de sus poderes. Entonces la bruja nos parece siniestra porque la toman desde esa faceta sexual, se entrega al diablo porque le fascina el sexo y el desenfreno. La bruja te atrae y te repele al mismo tiempo. Es lo bello al servicio del mal, la imagen de la hechicera con rostros seductores. Es lo siniestro que se comprende como la presencia de lo ajeno, de lo desconocido, de lo oculto que supuestamente nunca debió descubrirse y, para mi, nunca debió ser juzgado”, concluyó.
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