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"El Estado argentino se construyó persiguiendo poblaciones indígenas y mestizas"

Mariano Dubín, docente, escritor, investigador y "rastreador de nuestras identidades" invitó a buscar en las historias que nos contaron cuáles son los mitos que configuraron nuestras identidades actuales,para empezar caminar con nuevos ojos.

El primer capítulo de Parte de guerra, tu libro más reciente, se titula “De la gauchesca a la cumbia villera, de los piquetes a los malones” ¿Cómo pensas esta frase, cuatro años después de su publicación?

Parte de guerra lo escribí en la última etapa del kirchnerismo. El primer ensayo, que es “De la gauchesca a la cumbia villera”, lo escribí pensando en el 2002, 2003, 2004: ahí hice un poco mis armas de militancia y de acción social, de lucha social. Para mí el 2001 fue muy movilizante, estar en la calle, me parecía que había un discurso en ese momento, de la izquierda, donde yo me incluía en términos identitarios, sobre proyección ideológica con poco pasado. Hace poco, por ejemplo, escuché a uno de los militantes de Podemos diciendo “nosotros como movimiento pudimos resistir porque ninguno de nosotros tenía hijos, si hubiéramos tenido hijos, hubiéramos tirado la toalla porque no hubiéramos soportado toda la maquinaria política en contra nuestra”. A mí me pareció un discurso pobrísimo, que es parte del discurso a veces modernista de la izquierda, de pensar que un movimiento popular tiene que ser un movimiento básicamente de la juventud, y desde ya la juventud es esencial, pero más esenciales son los viejos, la gente grande, ahora como decimos de manera progre adultos mayores. Los viejos son los que dan las grandes narraciones que nos permiten transformar el mundo, a esas narraciones hay que meterles nuestro cuerpo, nuestras ideas, nuestros cambios, pero sin esas narraciones es empezar siempre de nuevo. Como decía Rodolfo Walsh, la burguesía siempre ha sido muy inteligente de lograr que la clase obrera cada vez que comience una lucha comience de cero.

Traés la importancia de poder dialogar entre las generaciones re-visitando la noción de tradición

Evidentemente, desde la dictadura y después la posdictadura hubo un corte con ciertas tradiciones que en realidad es mundial. Uno vería que la misma tradición obrera se ha ido diluyendo en identidades distintas de consumo, no estoy diciendo que es algo que nos pasa acá localmente y no está pasando en el mundo, tiene que ver con una estructura material, unas relaciones materiales de producción del capitalismo, pero sí me preocupa cuando, desde los que tendríamos que estar pensando una producción ideológica, abonamos esos sentidos: de lo novedoso, de lo reciente, y perder esas huellas antiguas ¿no?...Uno tiene una recurrencia a esa identidad europea. Pero también, eso es una construcción atada con alambres porque los que dicen “mi abuelo era italiano” ni siquiera sabe que, quizás era el tatarabuelo italiano, y vino en un momento que ni siquiera estaba unificada Italia, y la mayoría de esos migrantes, inmigrantes, no hablaban italiano, hablaban genovés, hablaban algunas de las tantas variedades de las decenas de lenguas romances que se hablan en Italia. Entonces, se crea este mito de que nuestros abuelos eran europeos, como si fuese ese lugar idílico y eso funciona básicamente, o ha funcionado básicamente, no solamente para eso -porque desde ya, hay otras maneras de relacionarse con la identidad europea- pero en gran parte ha funcionado esa referencia de decir que uno es hijo de o nieto de europeo sin saber bien cuál es tampoco esa tradición, porque uno nació acá vivió acá, se curtió acá en términos de vida. Ha funcionado de una manera de decir “no soy un negro”, es una manera elegante que se toma para decir “bueno no soy un negrito, no soy una negrita, la abuela era alemana, el abuelo era italiano”. Y yo creo que ahí aparece lo negro siempre como una representación del tacho de basura de todos los miedos y de todas las frustraciones de esas clases medias que se constituyen en términos de lo europeo, pero también el Estado argentino materialmente se construyó persiguiendo poblaciones indígenas y mestizas. De hecho, si uno piensa el Estado moderno como tal, que nace o se institucionaliza hacia fines del siglo XIX con el roquismo, nace con tres grandes genocidas, y que tiene mucho que ver con (eliminar) lo indígena y lo mestizo, la matanza los pueblos patagónicos y pampeanos por un lado, la grandes matanzas de población mestiza.

¿Y en tus indagaciones dónde se escucha se escucha la voz del gaucho, la mestiza?

En todos nuestros barrios. Y para mí da cuenta de un modo de entender el mundo bien indígena, criollo, mestizo, como quieras llamarlo, tampoco me interesa ese debate, como que hubiese una pureza de un término que de repente, son los relatos sobre seres sobrenaturales que todo el tiempo hemos escuchado y que cualquier pibe de barrio los conoce. El Pomberito, el lobizón, la luz mala, también lo relatos religiosos del Gauchito Gil, la Difunta Correa...yo creo que ahí se guardan de manera criolla, el Pomberito que en muchos barrios ahora en vez de cigarrillo piden un fasito ¿no? Yo creo que ahí hay toda una narrativa.

Me parece que hay que empezar a sistematizar y a producir de manera situada y estas cosas que a veces nos parecen que no tienen que ver con la escuela o que tienen que ver con pensamientos antiguos que alguien te hable del Pomberito, del Lobizón, te hable del Gauchito Gil. Igual que un chico que habla guaraní, quechua nos permite repensar la enseñanza de la literatura o de las literaturas, de las lenguas, también de la historia, porque por ejemplo, si uno está enseñando historia y está enseñando federalismo y parece que es algo que quedo allá hace tiempo y hace lejos, y tal vez pueda arrancar contando que en la esquina cualquier pibe de barrio va a encontrar un santuario donde hay un gaucho que todavía hoy está vestido de federal, que es el Gauchito Gil y que murió por no querer ir a combatir al Paraguay.

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