El levantamiento popular en Chile contra las políticas neoliberales instaladas desde hace treinta años suma un nuevo día. Esta vez, frente a la Escuela de Carabineros, se homenajeó con un minuto de silencio por cada uno de los veinticinco fallecidos que generó la represión policial, instigada por el Presidente Sebastián Piñera. Otra manera no violenta de manifestar el descontento del pueblo chileno.
La Plaza de la Dignidad - ex Plaza Italia - es el epicentro de las movilizaciones en la que todos los días, siendo el viernes el día más intenso, se reúnen miles de personas a manifestarse. El equipo de La Marea recibió en el estudio Eduardo Candreva a tres fotoperiodistas que estuvieron presentes en diferentes momentos de protestas: Paula Acunza, Federico Rotter y Claudia Aranda Arellano, quienes brindaron detalles de su experiencia registrada en las cámaras fotográficas.
Claudia Arellana es chilena y estuvo desde el primero momento que comenzaron las protestas, el 18 de octubre pasado: "Desde el día uno mi país explotó en una revolución intensa e inesperada para muchos, de forma bastante inorgánica. No hay un partido o un conglomerado de partidos políticos", describió, en primer lugar, y agregó que "con el gobierno de Piñera se estuvo criminalizando el movimiento estudiantil sistemáticamente". Esto quiere decir que se aplicaron leyes indebidas para la población civil organizada por demandas sociales. Esto tiene que ver con una Ley heredada del dictador Augusto Pinochet para "resguardar la seguridad del Estado", contó Arellana.
Paula Acunza y Federico Rotter son argentinos y estuvieron diez días en el país vecino. Durante su estadía fueron testigos de la represión por parte del personal de Carabineros y de la resistencia popular de las movilizaciones. "Me sorprendió el nivel de represión y de violencia. Particularmente, la última represión que viví fue en 2017 con la Reforma Previsional. Está muy distante a lo que sucede allá. No hay ningún tipo de protocolo, siento que hay una gran impunidad de los 'pacos'. Los camiones hidrantes te tiran soda cáustica. El primer dìa rompieron mi cámara y me confirmaron que tenía cal, que lanzan desde una tanqueta y pega en la cara de las personas. Los perdigones se utilizaron todos los días, aunque después se fue restringiendo su utilización", detalló Acunza.
"Nadie se salva. Ni la prensa ni el personal de salud, como la Cruz Roja".
"Al reconocernos como extranjeros nos contaban diferentes situaciones de represión y persecución. Uno llega y cree que tiene una idea de lo que se va a encontrar, pero cuando tomas contacto con la gente te das cuenta de verdad", agregó Federico Rotter.
Paula sumó a su relato que los carabineros no tienen ningún tipo de identificación y que cada vez utilizan nuevas herramientas y estrategias tanto para la represión como para que los fotógrafos no puedan registrar las caras de los represores: "Empezaron a usar unos reflectores blancos fuertes a contraluz para que los que queremos fotografiar no tuviéramos ninguna manera de captar la imagen", explicó.
"Cada uno va encontrando su función dentro de la protesta. Por ejemplo, el que está tres filas atrás pero que está esperando que lleguen las granadas de gas para meterlas en un recipiente y desactivarlas. Realmente hay chicos y chicas que están buscando su lugar dentro de la protesta. Hay movidas artísticas. De repente está toda la movida de represión y viene uno a tocar un instrumento", relató Federico.
Asimismo, Paula reflexionó: "Es una movilización que involucra a todos los aspectos de la sociedad y que cada uno puede participar desde su lugar. No solo la primer línea, que puede ser la más combativa, más frontal y directa. También está la danza, la pintura, las chicas feministas, hay música. Es una movilización abarcativa que es histórica. Lleva más de 60 días y el pueblo está todos los días".
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