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Radio Futura estrena una serie que recopila poesías y relatos de personas desaparecidas

Textos salvajes fue realizada por Los Otros Mundos, la productora audiovisual de Radio Futura. El estreno será el viernes 22 a las 12hs en el Centro de Arte de la UNLP (7 y 48), en el marco del Festival Danza por la Identidad.

Los espacios nos habitan en tiempos paralelos, las voces viajan por la necesidad del decir. El cemento, hierro y madera contienen testimonios prohibidos por la dictadura militar.

¿Qué encontramos cuando los nombramos?, ¿Qué nombre tiene lo que encontramos?

Textos salvajes es una serie de ficción realizada por la productora Los Otros Mundos, en la ciudad de La Plata en el invierno del 2019. Recopila poesías y relatos de personas desaparecidas en el marco del genocidio perpetrado en la República Argentina tras el golpe de estado del 24 de marzo de 1976.

Ilustración de Luz Consoli.

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La poesía como memoria

En agosto de este año, Los Otros Mundos realizó un pre estreno de Textos salvajes junto con familiares de los/as autores/as de los poemas citados en la serie. Compartimos un escrito de Andrea Suárez Córica, integrante fundadora de la Agrupación HIJOS La Plata, hija de Luisa Marta Córica, víctima de la CNU en 1975.

Recibo la invitación para ver el pre estreno de “Textos salvajes”, un trabajo audiovisual del que apenas sé que Gabriela Pesclevi lee allí un poema de mi madre. Al llegar a Radio Futura, me encuentro con varios abrazos. El de Claudia Favero, Carlos Aprea, Lila Scotti. Compañeros de la generación de mi madre, Luisa Marta Córica, aunque  más jóvenes que ella. Nos acomodamos en unos sillones dispuestos para la comodidad y el disfrute. Buena señal, pensé. La propuesta invitaba a querer permanecer allí. Un clima de comunión y entusiasta expectativa se había gestado. Observé a mi alrededor. Muchos jóvenes que no conocía. Otra buena noticia. Cualquiera fuera el resultado de lo que veríamos,  la posta por la memoria reciente de nuestro país  estaba siendo tomada por una generación que no vivió los setenta y por fuera de los organismos o la militancia de DDHH. Ese fue mi primer festejo antes de que pulsaran “enter”.

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El Capítulo 1 se ambienta en un bar. Es de día, entra un joven con un libro en la mano. Reconozco la portada inmediatamente y se me aceleran las pulsaciones. Es La niña que sueña con nieves, el poemario de Luisa, militante peronista, madre de tres hijos, empleada, estudiante de Filosofía, asesinada por la CNU en 1975.  Cuando el muchacho empieza a leer,  el poema llega desde otra mesa, desde otra boca, la de una mujer que tiene entre sus manos un cuaderno. Esos trastocamientos me conmueven. Si no fueran los poemas de mi madre, tal vez creyera que se trata de uno solo. Pero me los conozco casi de memoria y son dos leídos de corrido. La escena me llena de preguntas. ¿De dónde viene la poesía? ¿Es necesario que alguien la encarne para que despierte del letargo de décadas? ¿Un poema es una alucinación que irrumpe en lo más cotidiano de la vida diaria? Por el ventanal pasa un taxi blanco y verde. Ese dato me ubica en un espacio-tiempo, me ancla en una identidad platense. Celebro con íntima alegría  que estos proyectos se gesten en mi ciudad, “capital de la represión”, al ser  una de las más golpeadas del país por el Golpe genocida del 76.

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El Capítulo 2 transcurre en los jardines de la Estación Provincial, también de día. El mismo joven viene caminando, con un libro en la mano. El libro se  presenta entonces como un compañero infalible. Me gusta esa idea. Cuando el protagonista se va del parque y  sube a su auto, cerca de allí un hombre está revisando el motor de su coche. Apenas se sienta y cierra la puerta una música anuncia lo que vendrá: el poema de Daniel Omar Favero, militante de la JUP, detenido-desaparecido en La Plata en 1977.  Poeta, detenido desaparecido. Uno, como espectador, va aprendiendo cierta gramática. La música anunciará y cerrará el momento en que la poesía se hace presente. Señala la aparición del momento poético y uno se entrega a esa musicalidad. Inmediatamente aprenderá a añorarla. El joven, ante la palabra oída, pregunta con asombro ¿Cómo? Y la respuesta es más poesía. Poesía leída de un cuaderno esta vez por Matías Esteban. Uno adentro del auto, el otro afuera. Y la poesía como mediadora de ese interior y ese exterior. Como transición, como puente, como lazo. En el inicio de este Capítulo veíamos un parque. Hay un bello plano lleno de movimientos internos: dos bicis pasan hacia un lado, una pareja con un coche de bebé hacia el otro. Se ve una arboleda frondosa, con admirables  variaciones de verdes y formas. Dije que era de día. Es una imagen intensa que remite al transcurrir de la vida.

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La ciudad se ve desde las alturas. La música marcará un nuevo encuentro con la poesía. “Pobres de ustedes….” Iniciará el poema de Joaquín Areta…¿interpretado? ¿leído? por Emilia Iacovino. En este Capítulo 3 se suman efectos sonoros: repeticiones y ecos. Y otro trastocamiento, la voz de una mujer para los versos de un hombre. Areta, militante de Montoneros, detenido-desaparecido en Capital Federal en  1978. El receptor del poema, un joven que acude a un consultorio y que queda prendado de esa mujer que le recita. El gesto del joven sorprende, como si no pudira ceer lo que ve, lo que oye. ¿Efecto de poesía? Terminada la lectura del poema, la mujer lo invita a pasar al consultorio como si nada extraño hubiera ocurrido. La vida sigue.

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Esta vez la lectura del poema se desplegará en un espacio que funciona en la vida real como espacio de lectura de poesía. El joven lee un libro hasta que llega una chica y se sienta a su lado. La conversación transcurre normalmente hasta que alguien, desde otra mesa, despliega un papel y comienza a leer un poema de Carlos Aiub, militante del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre, detenido-desaparecido en nuestra ciudad en 1977. Carlos Aprea encarnará esa voz. La alucinación en este episodio se torna más evidente porque nadie de los presentes escucha el poema. La poesía le habla sólo a él. En este caso, sobre la muerte que habita en esos versos.

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“Pintaban pájaros rojos….” Escucha el joven parado frente a una vidriera. En su interior, una joven lee desde un cuaderno el poema de Graciela Pernas Martino, militante de Poder Obrero, detenida-desaparecida en Capital Federal en 1976. Otra vez el adentro-afuera y la voz de Trini Falco materializando un vaso comunicante poético. La música vuelve a sugerir un estado de alucinación auditiva. Y entonces uno, como espectador, suspende la incredulidad, se pone a tono y alucina.

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Alucina que ellos están aquí, entre nosotros trayéndonos sus palabras, hablándonos de sus preocupaciones, de sus amores o miedos. Uno alucina, que ante tanta vida, la noche más larga nunca existió. Pero sí existió y fue devastadora. Por eso destaco la elección de que estas microficciones transcurran de día. Sabemos que más de la mitad de los operativos llevados a cabo durante la última dictadura cívico-militar ocurrieron durante la noche. No queremos más esas noches. La insistencia del transcurrir diurno parecería alojar ese deseo.

Cada capítulo nos habla de la vida, no hay golpes bajos. Es la memoria de la vida por sobre la memoria del terror, que siempre paraliza, deja sin palabras  y colaboran con el olvido. Estas microficciones propician la buena memoria, el disfrute y el debate, el volver varias veces sobre el material. Invita a contar lo visto, compartir el material desde las palabras, desde el relato oral. Contagia a que se replique. Así traemos al pasado, una y otra vez, a través de las palabras. Y en ese devenir de la palabra, fluyen las memorias renovadas.

La poesía es la causa de los encuentros, es la que genera el lazo entre los personajes. La diversidad de escenarios  nos alerta que lo poético puede aparecer en cualquier lugar: un bar, la calle, un consultorio. Desde lo audiovisual, Textos salvajes es absolutamente creativo, no ahorra en  variaciones de encuadres, “escribe con la cámara”, además de con el bolígrafo. El recurso de la música le llega al espectador como una señal, para que se abra a la poesía. Al joven, esa melodía, que él no escucha pero siente,  le llega siempre en forma de poema.

Sabemos que el Proceso de Reorganización Nacional implementó prácticas sociales genocidas que no sólo buscaban desaparecer los cuerpos sino justamente –o principalmente- esos modos de estar en el mundo que esos cuerpos encarnaban: modos solidarios, colectivos, críticos. Que esos jóvenes setentistas recuperen sus cuerpos es porque hay alguien queriendo ofrendarles, aunque más no sea por un instante, el cuerpo robado. La voz, la poética de esas voces, no podrán ser  silenciadas mientras habiten en el mundo memorias generosas.

Textos salvajes constituye un acto de resistencia. Al silencio, al olvido, al negacionismo, al terror, a la indiferencia. Las ficciones muestran, reivindican, se ocupan de personas que soñaban y luchaban por un país más justo. En este caso, todos militantes de organizaciones político-partidarias, pero bien podría tratarse de personas sin ninguna filiación orgánica y con fuerte compromiso social desde la vida diaria. Siguiendo a Tzevan Todorov cuando señala que Un muerto es una tristeza, un millón de muertos es una información podríamos decir que estas cinco historias tienen el enorme mérito de devolverles la humanidad arrancada a estos poetas silenciados por el plan sistemático de exterminio.

Detener de una vez  por todas el sentido de las palabras. Eso es lo que quiere el terror dice Jean Francoise Lyotard. Textos salvajes representa la experiencia traumática del genocidio trayendo las palabras alguna vez silenciadas, escondidas, clandestinas, valientes, temerosas pero siempre sensibles a lo social y con un modo de traer el mundo poéticamente. Y es tan fuerte lo poético, tan persistente en su pulsión de vida que insiste en corporizarse a través de estas eficaces, bienvenidas y necesarias  microficciones.

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