Así lo sostuvo el fotoperiodista Sergio Kowalewsky, uno de los que estuvo en la Estación Avellaneda el 26 de junio de 2002, cuando la policía bonaerense en el marco de una represión a la protesta social, asesinó a los militantes populares Darío Santillan y Maximiliano Kosteki.
A 15 años de la Masacre de Avellaneda donde fueron asesinados los militantes populares Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, Cacodelphia conversó con Sergio Kowalewsky, uno de los fotógrafos cuyos registros fueron claves para descartar la versión oficial de que los piqueteros se habían matado entre ellos. El fotógrafo recordó aquellas jornadas en el Puente Pueyrredón “siempre presentes en la memoria”, reflexionó sobre la repetición de algunos temas, como por ejemplo las políticas económicas y la manipulación de los medios de comunicación, que continúan hoy “utilizando la información como mercancía y la manejan según los intereses que representan”. Además contó que aquella tarde no actuó “como un reportero gráfico al servicio de, sino que era una cuestión más militante”.
“Cuando se recuerda aquellos años siempre se habla de los hechos policiales y del contexto político y a mí me gusta también recordar el contexto económico que se vivía en ese momento. En aquellos años cuando hablábamos de hambre en los barrios, hablamos de hambre en serio, donde había gente que no podía parar la olla. Y debido a eso es que los movimientos de desocupados asumieron una masividad más que importante. El Estado siguiendo los consejos del Fondo Monetario Internacional se planteó por esos días, resolver de manera represiva, la crisis de carácter social y económica que ellos mismo habían generado. Eso hay que recordarlo, porque los que concibieron esa crisis, son los mismos que hoy desde el poder económico, llevan adelante las mismas políticas de endeudamiento que originaron esa crisis y el asesinato de dos compañeros que exigían en la calle sus derechos. Es bueno entonces recordar, porque desgraciadamente nos encontramos con un gobierno absolutamente insensible a los reclamos sociales, que nuevamente aplica recetas económicas que ya conocemos”, expresó Kowalewsky.
Las fotografías de Kowalewsky permitieron reconstruir los hechos ocurrido en la Estación Avellaneda y junto a las de otros colegas, se volvieron determinantes en el juicio que condenó a cadena perpetua al comisario Alfredo Franchiotti y al cabo Alejandro Acosta. Al margen de esas condenas a los responsables materiales del crimen de Darío y Maxi, desde siempre hubo un reclamo para que también sean juzgados los responsables políticos: “Entiendo que es muy difícil probar judicialmente las responsabilidades políticas, pero aunque no se pruebe judicialmente, el hecho de seguir exigiéndolo, es una forma de denunciarlos permanentemente para que la gente sepa el historial de cada uno. Y alguna vez también deberíamos juzgar a los responsables económicos”, opinó el fotógrafo.
Algunos de esos responsables políticos de la masacre de Avellaneda, figuran en las listas de precandidatos a las elecciones de octubre. Sobre el tema Kowalewsky opinó que “así como se reciclan los políticos, también las empresas de comunicación que responden a determinados intereses, se reciclan y tratan de que la gente se olvide de sus acciones y responsabilidades”. Recordó entonces que una semana antes del corte, hubo una campaña muy fuerte de demonización de los desocupados. “En los programas de Hadad y Longobardi y de todos aquellos que deciden como contarte la historia, aseguraban que los piqueteros eran unos salvajes y violentos insurreccionales, que los desocupados tenían kalashnikov y armamento pesado, cuando en realidad aquel periodista o reportero que recorría los barrios, sabía que el nivel de organización de esa gente, a duras penas alcanzaba para parar la olla”, contó el fotógrafo.
“Cuando se demostró que los piqueteros no se habían matado entre ellos y que la policía había entrado a la Estación y había disparado, cuando se cayó todo ese andamiaje de mentiras, esos mismos medios rápidamente intentaron acomodar su discurso y comenzaron a contar la historia de esos dos militantes, asesinados por la policía. Por eso permanentemente hay que recordar el rol de las empresas de comunicación. No nos olvidemos por ejemplo que Pepe Mateos, el fotógrafo enviado por el diario Clarín, entregó sus fotos y cuando en la redacción le preguntaron lo que había pasado, les contestó “lo mató la policía”. Entonces, ¿Qué genera que una empresa de comunicación no mencione en su portada lo que su propio fotógrafo le aseguró y utilice de las imágenes entregadas, las menos contundentes?”, señaló.
Kowalewsky recordó que aquella tarde del 26 de junio “hubo fotógrafos que llegaron tarde a la Estación, porque se quedaron fotografiando o filmando los destrozos de vidrieras y quema de autos que luego se comprobó no lo habían hecho los piqueteros. Esa es la consecuencia de trabajar en relación de dependencia con algunas de estas empresas, donde tenés que llevar las imágenes que les interesa según la línea editorial. Y esa línea editorial pone el acento en los daños a la propiedad privada, porque para éstas empresas, la propiedad privada vale mucho más que la vida de cualquier persona”.
Al ser consultado sobre cómo vivió la repercusión que tuvieron sus fotografías, Kowalewsky, recordó que aquella tarde al entrar a la Estación Avellaneda encontró a “Kosteky tirado en el piso y a Santillán ayudándolo”. Tomó entonces algunas imágenes de esa situación “pero ninguna de ellas mostraba el momento exacto del disparo. Esas imágenes sí prueban que los únicos que podían disparar eran Franchioti y Acosta. Desmienten entonces que la policía solo haya entrado a la Estación a retirar a los heridos”. Por eso a la mañana siguiente de la represión en el puente “me asombró ver que los titulares de la mayoría de los diarios, abalaban la teoría de que los piqueteros se habían matado entre ellos”, recordó el fotoperiodista.
La historia Argentina “te demuestra que las fuerzas de seguridad han sido históricamente violentas, han golpeado y desaparecido a los trabajadores y militantes, pero en una movilización como la de aquel día, te cuesta creer que estén disparando balas de plomo a gente que estaba desarmada y reclamando sus derechos. Uno se imaginaba que a Darío le había pegado un tremendo escopetazo con balas de perdigones de goma, pero a la noche, recién tome conciencia de que uno de los muertos estaba en las imágenes que había sacado”.
Finalmente el fotoperiodista y militante aseguró que la "zona determinada" para la prensa que el gobierno intentó establecer a través del protocolo antipiquete, “apunta a controlar a la prensa independiente, a los reporteros y aunque sea muy difícil de implementar, la intención la tienen. Hoy estamos hablando de guerras de cuarta generación, donde la comunicación como propaganda de guerra es fundamental, de hecho hay países que se han destruido e invadido luego de un trabajo de prensa, de demonización de un candidato, de un gobierno o de un proyecto político. Hoy la prensa juega ese rol y lo juega abiertamente y el protocolo antipiquete va en consonancia con eso”.
Escuchar/Descargar la entrevista completa: