Ocurrió en 1924 en Chaco y tuvo como principal objetivo atomizar territorios indígenas. Fue un crimen silenciado por más de 80 años. A un siglo del hecho, la lucha por la visibilización y la justicia continúa a través de la música y la memoria histórica.
En julio de 1924, la provincia del Chaco fue escenario de uno de los episodios más oscuros y crueles de la historia argentina: la masacre de Napalpí. Entre 400 y 500 personas, en su mayoría mujeres, niños, ancianos y hombres de las etnias qom y moqoit, fueron asesinadas por fuerzas estatales, provinciales y civiles mientras reclamaban mejores condiciones de vida. Este hecho fue ocultado por el Estado durante más de ochenta años, hasta que, gracias a los trabajos de investigación de figuras como Pedro Jorge Solans y el testimonio de sobrevivientes, se comenzó a develar la verdad.
La masacre no solo fue un crimen de sangre, sino también un acto político, motivado por el interés económico de los hacendados y el gobierno, quienes buscaban exprimir los territorios indígenas. “La decisión de la matanza fue política y el motivo, tan vigente, el interés económico-empresario-gubernamental de exprimir los territorios indígenas”, comentó Lucas Segovia, compositor de la cantata “Melitona”, una obra musical que relata este crimen histórico. En diálogo con Cacodelphia, destacó que el trabajo de Solans y otros investigadores permitió visibilizar una historia que estuvo oculta por el Estado durante décadas.
En el Chaco, una provincia joven, cuyo reconocimiento como tal no llega a los cien años, la historia reciente empieza a ser contada y visibilizada, gracias a los esfuerzos de personas comprometidas con la verdad. Uno de los protagonistas de esta lucha es Lucas Segovia, quien relató cómo, a partir de trabajos de campo como los realizados por Pedro Jorge Solans, Juan Chico y Mario Vidal, la masacre de Napalpí y otros hechos históricos ocultos por más de 80 años por el Estado nacional, comenzaron a ser descubiertos.
"Distintos trabajos que entrecruzan no solo la historia de la Masacre de Napalpí, sino también otros episodios relevantes de la provincia, como la Forestal y otros hechos puntuales, abrieron una puerta a la historia del Chaco que siempre fue contada por los que ganaron", reflexionó Segovia. Estos trabajos han permitido que la historia oculta de la masacre, que en su momento fue silenciada por las autoridades nacionales, se diera a conocer finalmente a la sociedad.
Segovia destacó el trabajo de campo realizado por Pedro Jorge Solans, quien, tras recorrer lugares como la colonia aborigen, el Aguará y Quitilipi, fue capaz de acceder a testimonios y relatos de los pueblos originarios que aún vivían el dolor de lo sucedido. "Esos trabajos fueron fundamentales, ya que el Estado provincial y municipal impuso límites de acceso a ciertos territorios, lo que es, en parte, un legado de esa masacre que se ocultó", señaló.
La indignación de Segovia por el hecho de que la masacre de Napalpí no se enseñara en las escuelas fue un motor que lo impulsó a comprometerse con la memoria histórica. "Nosotros, después de cien años, estamos comenzando a conocer y a contar una historia. No existe precedente de algo así, ocurrió solamente en el Chaco. En otras partes del mundo, si se ocultaron historias, no fue tan terrible como la masacre de Napalpí", comentó. La ausencia de este conocimiento en las aulas, según Segovia, fue una de las causas de su indignación, y lo motivó a luchar por difundir este episodio trágico.
A través de la música, encontró una vía para compartir esta historia oculta. La obra "Crímenes en sangre. La verdad sobre la Masacre de Napalpí" de Pedro Jorge Solans inspiró al cantautor chaqueño a crear "Melitona", una obra musical que presentó en todos los escenarios del país. "Me comprometí con esa historia para poder contarla y llevarla a las escuelas a través de la música. Fue muy gratificante poder difundir lo sucedido en el Chaco a través de esta obra discográfica", expresó. En este proyecto, contó con la participación de destacados artistas como Rafael Amor, Antonio Tarrago Ros, Bruno Arias, Mota Luna y Alejandro Tula.
“Hoy la historia se empezó a contar y nosotros celebramos por haber sido parte en la visibilización de algo que estaba muy oculto. Hoy se hizo justicia y ser parte de eso me genera mucho orgullo”, afirmó quien con su obra “Melitona” se comprometió a llevar la memoria de la masacre a las escuelas. La obra fue una de las primeras manifestaciones artísticas que contribuyó a difundir la historia y que, tras una gira por todo el país y el extranjero, recibió importantes reconocimientos, como el otorgado por la Asociación Martín Fierro de Valencia y la Fundación Internacional de los Derechos Humanos en Madrid.
Complicidad política y manipulación mediática
La matanza fue realizada bajo la complicidad de autoridades políticas, judiciales y mediáticas. La versión oficial, promovida por los diarios de la época, fue que se trató de un “enfrentamiento” o una “rebelión”, lo que desvió la atención de la verdadera naturaleza del crimen. “Los medios decían que era un levantamiento, una rebelión, inclusive cuando se masacró se dijo que murieron policías y militares. Era todo mentira”, relató Segovia.
"En principio el ocultamiento se facilitó porque el Chaco era territorio nacional en ese momento, pero después llegaron las complicidades políticas y judiciales que hicieron que lo ocurrido se siga ocultando, como se sigue hoy ocultando muchísimas cosas que son de pequeña magnitud, pero son parte de la historia de nuestra provincia", explicó.
El silenciamiento comenzó desde el mismo momento en que ocurrió la masacre, y los medios de comunicación fueron clave en este encubrimiento. En su cantata "Melitona", compuesta a partir del libro "Crímenes en sangre", Segovia dice: "En Quitilipi comentan que un gran malo se prepara. Mentiras para vestirnos de fiera", refiriéndose a cómo los diarios de la época hablaron de un "enfrentamiento", distorsionando la realidad de lo sucedido.
“La complicidad de los medios es muy parecida a lo que sucede en la actualidad", señaló. Según su relato, los medios de la época difundieron la idea de que se trató de un levantamiento o rebelión, e incluso se llegó a afirmar que policías y militares habían muerto durante la masacre, lo cual resultó ser completamente falso. Segovia resaltó que lo ocurrido fue una matanza que duró varias horas y que resultó en una de las atrocidades más crueles de la historia del país.
Solans, en su libro Crímenes en sangre, describe las condiciones de vida de los indígenas en la reducción de Napalpí como las de un campo de concentración, donde sufrían explotación y violación de derechos humanos. La masacre fue desencadenada por el reclamo de los pueblos originarios por mejores condiciones de trabajo, la posibilidad de acceder a salarios dignos, acceso a la educación para sus hijos, atención médica para las mujeres y, lo más fundamental, el derecho a salir a trabajar en los ingenios azucareros de otras provincias, algo que no era aceptado por los terratenientes. “Los reclamos de los pueblos originarios siguen siendo los mismos hoy en día, como educación, salud, salarios dignos, y el derecho a trabajar en condiciones justas (...) Eso fue lo que generó la indignación de los propietarios de tierras y fue lo que generó que el gobernador Centeno diera la orden para que se masacre a los aborígenes del lugar".
A través de la obra “Melitona”, Segovia relata este reclamo ancestral, comenzando con el primer tema, que habla de la tierra: "en el principio toda era nuestro", canta Rafael Amor. La canción refleja la relación profunda y vital que las comunidades indígenas tienen con la tierra, el vínculo que les da identidad y sustento. "Nosotros somos la tierra, sin la tierra estamos muertos", se dice en la letra, subrayando que la tierra es la base de su existencia. La llegada de los colonos con su alambre y sus algodonales trajo consigo la miseria y la explotación: "nos regalaban el hambre robando nuestras riquezas", denuncia la obra. Para Segovia, el trasfondo de estos hechos, que también ocurre hoy, sigue siendo la lucha por los territorios indígenas.
"Hoy tenemos un exterminio sistemático, que es silencioso y que nadie se da cuenta"
El cantautor sostiene que el exterminio de las comunidades originarias nunca terminó. "Hoy tenemos un exterminio sistemático, que es silencioso y que nadie se da cuenta, pero que sigue matando aborígenes a través del abandono", afirmó. Este exterminio, señaló Segovia, es un proceso continuo que no solo busca eliminar a las personas, sino también borrar su historia y su identidad, condenando a las futuras generaciones a la invisibilidad y el olvido.
Crímenes en sangre
A las 9:30 del 19 de julio de 1924, comenzó el fusilamiento de las comunidades originarias en la masacre de Napalpí, un acto de violencia que duró al menos 45 minutos. Pero no se detuvo allí: los efectivos continuaron atacando a los heridos, rematándolos, e incluso llevaron a cabo una cacería durante semanas para dar con los sobrevivientes que habían logrado escapar. En “Crímenes en sangre” se mencionan los responsables de esta atrocidad: el gobernador Fernando Centeno, el jefe de Policía Diego Ulibarrie, el comisario Roberto Sáenz Loza, el sargento Alejandro Verón y el administrador de la Reducción, Mario Arigó. También se recuerda que el ministro del Interior de la Nación en ese momento era Vicente Gallo. A pesar de la magnitud del crimen, los responsables materiales e intelectuales nunca enfrentaron juicio alguno ni fueron condenados. Fue un crimen silenciado no solo en Chaco, sino también a nivel nacional.
“La matanza continuó en los días siguientes, con la policía persiguiendo a los sobrevivientes por el monte. Los relatos de las personas que sobrevivieron describen escenas de espanto y crueldad”, contó Segovia. Años después, la reconstrucción de la causa reveló que más de cinco mil balas fueron disparadas de manera ininterrumpida durante la represión. Esta fue la primera vez en la historia argentina que un avión fue utilizado para reprimir a la población civil. Segovia lo expresa en su obra Melitona, cuando canta “Un cuervo muy ruidoso nos regala caramelos”. Esto hace referencia a los aviones que sobrevolaban la zona, lanzando bolsas de caramelos. Los aborígenes, al abalanzarse sobre estas bolsas, se convirtieron en blancos fáciles para los fusilamientos desde el aire.
“El horror no terminó con los fusilamientos ni las persecuciones. Los cuerpos de las víctimas fueron desmembrados, colgando partes de los cadáveres, como orejas y cabezas, en los umbrales de las casas. La brutalidad de estos actos se prolongó durante varios días, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva”, recordó Segovia. El músico a todo eso lo describió como una “película de terror” y subrayó que fue un desafío convertir semejante brutalidad en una narración poética. La masacre no solo buscaba aniquilar a un pueblo, sino también mandar un mensaje claro a los pueblos originarios del país: cualquier intento de resistencia sería castigado con la muerte y el silencio definitivo de su historia, expresó.
La voz de Melitona
La búsqueda de la verdad sobre la masacre de Napalpí y sus responsables surgió del pueblo qom y moqoit, especialmente a través de la incansable labor del historiador qom Juan Chico. Junto a Mario Fernández, Chico escribió el libro “La voz de la sangre”, que fue fundamental para desentrañar los hechos ocurridos en 1924. Lamentablemente, Juan Chico falleció durante la etapa de investigación de la causa judicial a causa del Covid-19, pero su legado contribuyó significativamente a la sentencia histórica que se dictó el 30 de junio de 2022, reconociendo oficialmente los crímenes cometidos como un delito de lesa humanidad.
Uno de los testimonios más cruciales para el juicio fue el de Melitona Enrique, conocida como “la mujer que vivió para contarlo”. A los 23 años, Melitona fue testigo de la masacre y, a pesar del sufrimiento y el silencio que la acompañaron durante gran parte de su vida, finalmente tuvo la oportunidad de relatar su experiencia. Años después, Rosa Grilo, otra sobreviviente, también dio su testimonio judicial a los 114 años, convirtiéndose en la última testigo viva de la tragedia, falleciendo en abril de 2023.
Lucas Segovia recordó con cariño su encuentro con Melitona en la Plaza de Machagai, durante su cumpleaños número 107. Aquella noche, junto a Pedro Jorge Solans y otros músicos, organizaron una fiesta para conmemorar su nacimiento. Fue una ocasión especial en la que el gobierno chaqueño pidió disculpas públicas y oficiales por los crímenes ocurridos. Segovia destacó que Melitona fue un ejemplo de lucha y resistencia. "Nos dio fuerza para trabajar", dijo, señalando que, sin su presencia, el trabajo de visibilizar estos hechos podría no haber sido tan contundente. La obra musical Melitona refleja el legado de la mujer que, durante años, vivió en el olvido y el dolor, pero que, al final, pudo contar su historia.
Segovia explicó que, aunque Melitona vivió muchos años en silencio, finalmente tuvo la oportunidad de contar su historia durante las investigaciones judiciales, lo que resultó ser fundamental para alcanzar la justicia. “Fíjate que se sentó delante de una cámara y habló durante horas porque tenía muchísimo para decir”, destacó el cantautor. Para Melitona, hablar fue un acto de justicia en sí mismo, y su testimonio marcó el inicio de un proceso que reconoció la masacre de Napalpí como uno de los crímenes más atroces cometidos contra los pueblos originarios. “Ese fue el comienzo de algo enorme que se llama justicia”, expresó Segovia. “Desde entonces, en una parte del país, podemos celebrar que se hizo justicia con un pueblo”.
El 30 de junio de 2022, después de años de lucha, se dictó una sentencia histórica que reconoció a la masacre de Napalpí como un delito de lesa humanidad. La sentencia condenó al Estado argentino por estos asesinatos, calificándolos como homicidio agravado con ensañamiento y reducción a la servidumbre. Este fallo se convirtió en el primero en el país en juzgar un genocidio indígena como crimen de lesa humanidad, reconociendo la responsabilidad del Estado. Además, se demandaron medidas reparatorias para las comunidades indígenas, enfocadas en la salud, la educación, la capacitación de las fuerzas de seguridad en diversidad cultural, y la construcción de memoria histórica. Sin embargo, la sentencia no incluyó una reparación en términos de restitución de tierras, lo que deja a las comunidades en una situación incierta.
A pesar de la sentencia, Segovia reflexionó sobre la falta de memoria histórica en el país y cómo el momento político actual exige seguir luchando por la verdad. “Después de la sentencia nos quedamos más tranquilos, pero hoy nos toca volver a contar la historia, porque el momento político que estamos viviendo en nuestro país nos muestra que no tenemos mucha memoria de nuestra propia historia”, afirmó.
Segovia también resaltó que, a pesar de la influencia de los modelos europeos, las historias de los pueblos originarios y del interior de la provincia deben ser visibilizadas. "Nosotros tratamos de defender y dejar la historia plantada y sembrada a través de una obra musical y literaria", expresó. Segovia destacó la importancia de que las generaciones venideras conozcan la historia de su tierra, no solo la de los pueblos originarios, sino también la de los pueblos del interior, que continúan atrapados en un sistema que sigue marginándolos.
Segovia y el compromiso artístico
Lucas Segovia es un reconocido autor, compositor e intérprete chaqueño, un destacado promotor de la música del litoral argentino y de la historia reciente de la región. A lo largo de su vida musical, ha utilizado su música como una poderosa herramienta para reivindicar las luchas sociales y culturales de los pueblos originarios, así como para recordar y visibilizar los horrores de la dictadura militar y las masacres que marcaron la historia del Chaco y del país.
En 2008, Segovia se encargó de rescatar la Cantata Chaqueña, una obra épica que reúne a 83 músicos en escena para interpretar la poesía de Marta Quiles y la música de Raúl Cerrutti. Esta obra monumental describe la confluencia de pueblos: los gringos, los criollos y los originarios, y ofrece un retrato sonoro de los primeros tiempos de desarrollo de la provincia del Chaco. Para Segovia, el rescate de esta obra no solo significó un acto artístico, sino también un compromiso con la historia de su tierra natal y la posibilidad de revivir y preservar relatos esenciales para comprender la formación de la provincia.
Antes de este proyecto, Segovia había editado un disco dedicado a las víctimas de la Masacre de Margarita Belén y a los 30.000 desaparecidos durante la dictadura, un material que, según él, “no solo relata sobre la dictadura militar sino sobre la sociedad misma”. Este enfoque social y cultural es una constante en su obra, y lo refleja en su interés por dar voz a las injusticias del pasado, visibilizando las luchas y las víctimas de la violencia política.
Su compromiso con la historia chaqueña y nacional también se materializó en la música que creó para la Masacre de Napalpí, uno de los episodios más oscuros y silenciados de la historia argentina. A través de la canción, Segovia reivindicó a los pueblos originarios y trató de visibilizar el dolor de las comunidades que durante años habían quedado invisibilizadas.
"Cuando entendí que el Chaco era una provincia muy joven, comprendí también que había que contar esa historia. La historia se cuenta también por medio de sus artistas. El Chaco tiene muchísimo para aportar a la historia de nuestro país. Si bien somos jóvenes, nos sucedieron muchas cosas. Tuvimos la Masacre de Margarita Belén, por estos lados también estuvo la Forestal, anduvo Segundo David Peralta, conocido como ‘Mate cosido’, Isidro Velázquez, y todo eso es parte de la historia reciente, la más notoria. Pero, además, hay mucha historia para contar, y eso es lo que intentamos a través de la canción", reflexionó.
En su discografía, Segovia no solo se limita a narrar la historia del Chaco, sino que también aborda temas de trascendencia nacional. En su disco ‘Pueblo Postal’, por ejemplo, abordó la historia de la Guerra de la Triple Alianza, una de las más cruentas de América Latina, y se pregunta sobre el impacto de esa guerra absurda sobre Paraguay. Al respecto reflexionó sobre el Paraguay prebélico, su potencia económica y cultural, y sobre cómo la guerra dejó al país devastado, lo que lo convierte en un acto de "pedir perdón" por el sufrimiento de toda una nación.
Segovia ha sido, y continúa siendo, un militante de la música y de las causas populares. A través de su obra, ha logrado transmitir no solo la historia de su región, sino también la historia compartida de un continente, uniendo a los pueblos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Como artista, su música ha sido un vehículo para contar las historias olvidadas, revivir los recuerdos silenciados y rendir homenaje a aquellos que, como los pueblos originarios y las víctimas de las dictaduras, han quedado marginados de los relatos oficiales. Con cada disco y cada interpretación, demuestra que la música no solo es una forma de arte, sino una forma de lucha y resistencia.