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El Silencio en el Delta: Memoria, olvido y resistencia en la dictadura

A través de su libro, la investigadora Marisa González de Oleaga da voz a los sobrevivientes del Centro Clandestino de Detención que funcionó en la tercera sección del Delta del Tigre durante la dictadura militar. A través de las historias de quienes vivieron bajo el terror del régimen, explora el silencio impuesto sobre estos testimonios, un silencio que, según la autora, sigue resonando en la memoria colectiva de la región.

Se trata de una investigación que duró trece años, que se dicen rápido, pero cada vez que lo pienso, realmente me da escalofríos. El Delta es un lugar muy complicado, y llegar a tener el testimonio de los isleños requirió de mucho tiempo. Es un lugar particular, con una historia que no siempre se cuenta”, expresó González de Oleaga, quien además reflexionó sobre el significado de ese “silencio” en la memoria del lugar: “El Silencio no es solamente el nombre de la quinta donde funcionó el campo clandestino, sino una forma de ser y estar en el Delta, un silencio relacionado con la marginalidad, donde el Estado no llega o, cuando lo hace, es para reprimir”.

El nacimiento de la investigación

Durante la dictadura, la Armada Argentina utilizó casas operativas como centros clandestinos de detención, ocultando pruebas de los crímenes cometidos. En 1979, ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, trasladaron a un grupo de detenidos a la isla El Silencio, un lugar aislado ideal para sus planes. Durante años, los sobrevivientes intentaron localizar este sitio sin éxito. En 2011, la autora del libro logró encontrarlo, gracias a la ayuda de una amiga isleña y una fotógrafa, y contactó a los sobrevivientes, cuyo testimonio fue clave para su trabajo. El libro no solo relata las historias de los detenidos y sobrevivientes, sino también la de toda la comunidad del Delta, marcada por el silencio, el desconocimiento de su propia historia  y el miedo que perduran hasta hoy.

En un mundo tan centrado en el presente como el que vivimos, donde parece que lo que existe ahora siempre ha sido así, negarles ese pasado a los jóvenes es condenarlos a una existencia sin profundidad. El valor del pasado radica en que muestra que otro mundo fue posible, que hubo personas que intentaron cambiar las cosas. Si eso fue posible, entonces, puede seguir siéndolo ahora y en el futuro. Si la gente no tiene una conciencia histórica, si no comprende la dimensión del pasado, creerá que lo que existe ahora es lo único que siempre ha existido, y que no podemos hacer nada al respecto, que lo único que queda es resignarnos. Esa es, me parece, la capacidad erosionadora y subversiva que tiene el pasado”.

González de Oleaga comenzó su investigación desde una curiosidad personal. Como investigadora en Madrid y residente en una casa sobre uno de los arroyos del Delta, descubrió que cerca de su residencia había funcionado un campo de detención clandestino. Fue entonces cuando decidió investigar más a fondo, buscando los testimonios de los sobrevivientes. La autora explica que, en un principio, los isleños compartieron sus recuerdos, pero pronto se mostró el temor de hablar sobre los hechos ocurridos durante la dictadura. “Cuando los isleños parecían no dispuestos a seguir contando, comencé a trabajar en las escuelas, un espacio clave para mantener viva la memoria”, detalló la autora.

La metodología que empleó en su trabajo fue “etnográfica”, es decir, basada en el diálogo y la interacción con los sobrevivientes y los isleños, en lugar de considerarlos simplemente como fuentes de información. “La construcción de todo conocimiento debe ser colectiva, a través de un intercambio de significados y saberes. No solo ellos aportaron recuerdos, sino también memoria y saberes que se proyectan a futuro”, explicó.

El miedo a la memoria

En el Delta, como en otras regiones de Argentina, el miedo a la memoria se trasmite de generación en generación. En ese sentido, la autora señaló que las nuevas generaciones crecen con una sensación de desconfianza hacia las autoridades, fruto de un miedo histórico que persiste desde los días más oscuros de la dictadura. “Este silencio impuesto se convirtió en una forma de supervivencia y ha sido transmitido a las nuevas generaciones, quienes temen ejercer sus derechos, lo que nos lleva a preguntarnos qué clase de democracia podemos tener cuando la gente no se siente sujeta de derechos, sino más bien sometida al miedo”.

Un aspecto que sorprendió a González de Oleaga durante sus entrevistas fue el testimonio de las mujeres, quienes inicialmente se mostraron reticentes a hablar. “Lo que más me asombró fue la capacidad de las mujeres para testimoniar. Son los mejores testimonios, con un nivel de detalle increíble. No fabulan, no inventan. Todo lo que contaban era corroborado por otros testimonios, por hechos históricos verificables”, dijo.

Cuando testimoniaban, era evidente la dificultad para hacerlo, el dolor de revivir el acontecimiento. No había imaginación en sus relatos ni "diario del lunes". No te hablaban de los vuelos de la muerte de los helicópteros sabiendo lo que ocurrió después, sino que describían cómo era el helicóptero, qué traían, cómo era la persona que arrojaba y qué reacción podía tener. Relataban con una precisión sorprendente detalles como el lugar de la caída, la hora del día, la fecha, y si hacía frío o calor. Esa memoria preservada me sorprendió muchísimo”.

La importancia de la memoria local

Uno de los aspectos más reveladores que surgió del trabajo recientemente publicado, es la necesidad de recuperar la historia local del Delta. “Las historias locales son claves para la identidad colectiva. Los chicos del Delta conocen la historia nacional, pero no la de su propio lugar. Es crucial que esa memoria local se preserve para que puedan entender su identidad y sus derechos como ciudadanos”, subrayó González de Oleaga.

Para ella, el Delta sigue siendo una región enigmática desde el punto de vista histórico. “Existen muchas lagunas en la historia del Delta. Sabemos muy poco sobre los afrodescendientes en la región, sobre su historia, es decir, hay todo un pasado oculto que sigue sin ser explorado en profundidad”, comentó.

En este contexto de desconocimiento sobre el pasado de la región, la autora resaltó la importancia crucial de las escuelas en la conservación de la memoria histórica del Delta. “Las escuelas son los únicos espacios de socialización que existen en la región. Antes estaban los clubes deportivos y las iglesias, pero ahora son las escuelas las que cumplen la función de formar y de transmitir memoria, y esto es fundamental para los chicos, muchos de los cuales viven en condiciones de precariedad”, indicó.

En este contexto, la presencia de los docentes se vuelve esencial, ya que, aunque enfrentan enormes dificultades, son los encargados de transmitir el conocimiento y mantener viva la historia, aunque las condiciones no sean fáciles”, añadió

La presentación del libro

Marisa González de Oleaga, argentina radicada en Madrid, es docente e investigadora en la UNED, donde forma parte de la cátedra de Historia del Pensamiento y Movimientos Sociales. Su investigación abarca temas como museos, relatos y democracia, identidades colectivas, y memoria. Ha publicado varios libros que abordan el concepto de memoria y su tratamiento en la historiografía, tanto en Europa como en América Latina.

Durante este mes, el libro se está presentando en distintos lugares de la región. “La presentación del libro no solo busca dar a conocer una parte oscura de la historia argentina, sino también abrir un diálogo sobre la importancia de la memoria, la justicia y el reconocimiento, con la esperanza de que, al recuperar lo olvidado, se pueda construir una sociedad más consciente de su pasado y capaz de hacer frente a los desafíos del futuro”, dijo finalmente la autora.

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