Crónica

por Alejandro Romero Chamorro

Vivimos en la Asociación. Recibimos personas que buscan protección y refugio. Vienen de otros países. De zonas de conflicto. El edificio es un antiguo hospital de agudos. De ladrillo visto. Marrón claro. Con un gran patio porticado. Fuente en el centro. Suelo de loza. Tiene mucha luz. Las oficinas están en la parte de abajo. Las viviendas arriba. Esparragueras, nardos, geranios alegran los corredores. Todas las habitaciones dan al interior. Es como un gran patio de vecinos y vecinas. Hemos creado una extensa red: en las zonas de conflicto para sacar a la gente de allí; aquí en Barcelona para ofrecerles recursos de todo tipo. Acompañamiento laboral, jurídico, económico, psicológico... También nos coordinamos con otros países donde tienen familia y conocidos. Me siento útil. Necesitado. Vivo. Siento que mi vida tiene sentido. Los planetas están alineados. Tengo un objetivo. Una misión. En nuestra casa se quedan un tiempo. Mientras se asientan y se derivan a otros recursos, cuando cobran cierta autonomía. Se realiza una intervención integral. Somos una extensa red internacional. Como las neuronas de un cerebro. Como los afluentes de un río.

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