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Casa de campo

por Pedro Mieles

Recuerdo que la cuchara era color plateada y de acero inoxidable. Nona seguía cocinando con leña en aquellos años atrás y el olor de la madera junto con el sonido del fuego parecía inundar todo en casa. Los días pasaban lentos y había suficiente tiempo para no pensar. Con mi padre nos quedábamos observando el verde infinito de las montañas frente a nosotros y otras veces, él se sentaba frente a la carretera con su padre y compartían quién sabe qué silencios. Mi madre acompañaba a la nona en la cocina, conversaban de sus vidas y reían juntas mientras la nona le contaba de sus dolores de piernas o sobre la muchacha de al lado, pronto a tener un hijo, o sobre el caballo de don Ermunio, muerto por enfermedad; o conversaban sobre la cena, que podría ser pollo al horno, con papas, arroz, ensalada y un jugo de piña. No hablaban del oficio o de la ciudad de Guayaquil. Pero si hablaban sobre el pueblo cercano de Olmedo, o sobre ovnis y duendes, sobre espíritus y plantas, sobre ríos y corrientes. Por las noches, si los primos y las primas llegaban, mi abuelo nos contaría historias de terror a la luz de una vela. El desayuno al siguiente día sería a las seis de la mañana y tomaríamos café todos juntos y mi nona haría bolas de plátano verde con queso y mi padre le ayudaría a su padre a recoger naranjas del árbol; mi madre pelaría frijoles de palo para hacer un moro con carne frita y jugo de guayaba para el almuerzo, mi abuelita barrería un poco las hojas del patio y yo lo observaría todo en silencio; con suma atención; para cuando el carro diera la vuelta hacia la carretera, pudiera mirar hacia atrás y nunca olvidarlos. 

La casa es de dos pisos construida de ladrillos y techo de zinc. Tiene ventanales de madera y rejas por fuera. El balcón da hacia las montañas y la carretera. El bosque está detrás. Un pequeño jardín de tulipanes adorna la parte del portal. Aquella casa seguiría ahí, en el mismo lugar. Un poco más grande, tal vez. Un poco más solitaria. La foto de mis abuelitos colgada en la pared. Unas cuantas leñas en el fogón. Ellos haciendo de la mano sin saber que podría ser la última vez. Hoy es 28 de octubre del 2023. Ella ya no está aquí. Y yo tampoco estoy allá. 

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