por Jorge Javier Di Angelo
Querido amigo,
Te escribo esta carta para contarte sobre la casa que he encontrado en mi último viaje. Es una casa muy especial, diferente a todas las que he visto antes. Te voy a describir cómo es y quiénes la habitan.
La casa está ubicada en una isla remota, rodeada de un mar azul y tranquilo. La isla es muy verde y tiene una gran variedad de plantas y animales. La casa está hecha de madera, pero no es una madera cualquiera. Es una madera que cambia de color según la hora del día y el estado de ánimo de sus habitantes. Por la mañana, la casa es de un tono rosado, por la tarde se vuelve naranja y por la noche se torna morada.
La casa tiene varios espacios, cada uno con su propia función y personalidad. El espacio más grande es el salón, donde se reúnen los habitantes para comer, charlar y jugar. El salón tiene un techo alto y curvo, que parece el cielo. El techo tiene pequeñas luces que se encienden cuando alguien desea ver las estrellas. El salón también tiene muchas ventanas, que se abren y cierran según el clima y las preferencias de los habitantes.
Los habitantes de la casa son muy especiales. Son seres mágicos, que tienen la capacidad de transformarse en lo que quieran. A veces son humanos, a veces son animales, a veces son plantas, a veces son objetos. Cada uno tiene su propio nombre y personalidad, pero todos se llevan muy bien y se cuidan unos a otros. Algunos de los habitantes son: Luna, una niña que puede convertirse en luna; Sol, un niño que puede convertirse en sol; Flor, una mujer que puede convertirse en flor; Roca, un hombre que puede convertirse en roca; Agua, una mujer que puede convertirse en agua; Viento, un hombre que puede convertirse en viento; Fuego, un hombre que puede convertirse en fuego; Tierra, una mujer que puede convertirse en tierra.
La casa es muy feliz y acogedora. Los habitantes se divierten mucho y aprenden unos de otros. La casa también es muy generosa y comparte su magia con los visitantes que llegan a la isla. Yo tuve la suerte de ser uno de ellos y me sentí muy bienvenido. La casa me regaló un pedazo de su madera, que guardo como un tesoro.
Espero que algún día puedas visitar esta casa maravillosa y conocer a sus habitantes. Estoy seguro de que te encantará y te hará sentir como en casa.
Te mando un abrazo,
Tu amigo Jorge.