por María Isabel Galván Rocha
Con trabajo, y mi corazón,
la casa del futuro que habitaré,
sus cimientos, mezcla de tierra
y de los materiales artificiales
su fortaleza, además la comunión
con la reciedumbre de los muros,
un techado a dos aguas, un bastión.
Colores vivos de la naturaleza,
de la selva, el verde esmeralda
para sus paredes y el mosaico azul
del mar Caribe, oleada en blanco.
Esculpirá la Luna, el ventanal
de la noche, y el Sol, al del día.
De terciopelo negro y brillo puntual,
como el infinito y sus estrellas,
el sofá de descanso, y arcoíris
los muebles de este hogar.
Allí moraré todos los días
de mi vida joven y la vejez.
Quiero que sea la guarda
de mis cosas, y de mis quereres,
de estos, con quienes habitaré,
el amor y la paz sea cuestión
diaria, y los tormentos lo menos
grises dentro del haber.
Quiero que esta casa
que habitaré un día,
sea osada con las catástrofes
y las lluvias, un escondite
cálido que sirva para soñar,
para vivir y alimentarme.
Y cuando llegue la familia
sea la misma vertiente.
La miro en mis sueños,
con mis manos, la construiré
le daré un nombre y mi apellido.
Tal como la veo en mi memoria
la edificaré cuando alcance
la edad en que los sueños
se transforman en realidades.
Y todo comenzará cuando tome
el primer puño de tierra.
FB: Ani-Issima Pau G. Rocha