La integrante de Historias Desobedientes, colectivo de familiares de represores que militan los Derechos Humanos, expresó su preocupación ante el avance de los actos reivindicatorios de la dictadura.
María Corvalán es nieta de un represor y parte del colectivo Historias Desobedientes. A los 18 años se conoció la historia de su familia gracias a los recortes de diarios enviados por una amiga y decidió no continuar con el silencio. "Todo el tiempo digo que se me ha negado parte de mi identidad al saber que la persona que abrazaba o la que cenaba no era la que yo creía, sino una persona que torturaba gente", contó en comunicación con Radio Futura.
En el marco de la 17ª vigilia por la desaparición de Jorge Julio López, María contó que repudiar el silencio familiar forma parte de una reconstrucción de su identidad. Desde los 13-14 años sentía dudas sobre la historia familiar, en este sentido destaca que si bien da miedo cortar con el silencio familiar "uno sabe que esta bien y que esta mal". "Es muy importante hacerse caso a uno mismo (...) ya sea en lo más interno, ya sea en el núcleo familiar, hay que intentar romper con ese mandato. Claramente el costo emocional que va a suceder es terrible, pero que siempre es posible empezar de nuevo", incentivó la militante en Derechos Humanos.
Ante el avance de la reivindicación de los delitos cometidos durante la dictadura María expresó que "es como un deja vu, es volver a un lugar siempre quise salir. La verdad es un retroceso terrible en materia de derechos humanos. (...) Un poco de miedo me da pero si las abuelas y las madres de plaza de mayo, en ese momento no tuvieron miedo, no hay que tenerlo ahora. No hay que darles el poder de que nos asusten".