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Desde Santa Cruz, Eduardo Guajardo mantiene viva la llama del Nuevo Cancionero 

Autor de un repertorio que atraviesa el tiempo y todas las generaciones, con más de 40 años de vida artística, es hoy una figura clave del canto patagónico.   

Hace más de cuarenta años que ando cantando y construyendo un discurso artístico, literario, musical y político. En ese sentido, siempre he intentado ser útil y coherente con el tiempo que me ha tocado vivir, por eso canto lo que canto, cuento lo que cuento, digo lo que digo, pienso lo que pienso y hago lo que hago”, dice Eduardo Guajardo. “Gran parte de lo que hago tiene que ver con lo lúdico, con ese gran teatro del juego, donde el niño que vive en mí sigue latiendo, dispuesto y atento. He buscado y sigo buscando perpetuar ese asombro niño, mantener ese costado latente, vivo y absolutamente despierto”, suma en diálogo con Cacodelphia

Eduardo Guajardo nació en Río Turbio (Santa Cruz) y es reconocido por sus pares patagónicos como la voz más importante de aquella región austral. En 1979, con 12 años, se presentó en el Festival Juvenil Patagónico de Folklore de la Ciudad de San Julián, en Santa Cruz, donde ganó el 1er. premio como solista vocal y a partir de allí inició su vida artística. Su camino de poesía y canción comenzó a los 14 años, cuando compuso su primer tema: La Muerte del Ovejero, inspirado en un amigo de su padre que, cuidando a las ovejas murió aislado y de frío en tierra santacruceña.  

“Soy un cantor que se vinculó con la música siendo muy chico, en mi casa donde la guitarra y la música estaban presente, me siento hijo del boom del folclore de los años ´60 y de toda esa Argentina atravesada por esa fuerte impronta cultural de aquellos años”, expresa el cantautor. Me siento heredero de esa historia y mi canción se inscribe en el marco del Nuevo Cancionero, del canto nuevo latinoamericano que surgió en Mendoza en 1963. Desde allí, Armando Tejada Gómez, Oscar Matus, Tito Francia, Mercedes Sosa y una cantidad de gente impresionante, pensaron la cultura desde un lugar nuevo y desarrollaron todo un pensamiento, con un claro sentido ideológico, filosófico y social”, describe. 

“Esa visión que nació en el marco de aquella bohemia maravillosa le dio nacimiento a una nueva manera de entender la cultura popular. El Manifiesto del Nuevo Cancionero le dio a su vez, nacimiento a la Nueva Trova Cubana, una de las corrientes latinoamericanas más importantes del continente, que nace tomando esas premisas, ese análisis político, cultural y social, que se expresò en el manifiesto y que tradujo al hombre ya no como un sujeto de la canción, sino como sujeto del arte”, explica.  

Un obrero de la cultura  

En 1997, Guajardo editó Señales de vida, su primer trabajo discográfico donde apareció una de sus obras más conocidas: Que va a pasar un obrero, canción que se convirtió en un estandarte de la lucha de los mineros de Río Turbio. Luego llegaron Una mirada al Sur, Un Grito de ida y vuelta, Cantares de la Lejura y su más reciente trabajo Infinitos. Además, con Claudio Sosa, realizó el disco Ruta de la dignidad, un trabajo autogestivo que ambos impulsaron recorriendo todo el país, luego de la crisis política, económica y social de diciembre del 2001. En cada uno de sus trabajos, además, de la geografía patagónica, el cantor y compositor, mostró la vida del obrero.  

“Somos trabajadores de la cultura, ese es el gran tema, pensar que somos privilegiados que vivimos en una burbuja en donde nadie nos puede tocar ni alcanzar, en una habitación en el parnaso de la cultura mundial o en el gran olimpo de los elegidos, es una falsedad”, dice. 

En ese sentido, intento seguir el camino trazado por Armando Tejada Gómez, que fue uno de nosotros que alcanzó ese nivel que la intelectualidad solo reservaba para los cultos, para los claustros universitarios, pero no para las barriadas populares, no para el hijo de Pedro ni de Juan. Armando venìa del mismo barro que venimos todos aquellos que somos hijos de trabajadores, entonces, la palabra se plantó diferente a partir de una prosa que representó sueños y enfilo hacia la salida del gran sol del este, que ya no era la Europa que nos encandilaba, sino nosotros inventando un nuevo idioma, construyendo entre todos, un enorme telar, con toda la sangre de la tierra, como dice Tejada Gómez, en ´Los telares del sol´, su libro póstumo”, afirma. 

El poeta fue una de sus influencias a la hora de pensar la canción. “Con Armando me pasa lo mismo que con Neruda, cuando escribe ´Maestranzas de noche´, contando el esfuerzo del trabajo y las mecánicas del laboreo del hombre ferroviario, esa poesía, no puede menos que atravesarme, porque convivo con esos trabajadores. No soy ajeno a esas maestranzas de las que habla Neruda, como tampoco soy ajeno a ese hombre que relata Tejada Gómez en su poema, ‘La vida dos veces´, donde nos habla de su amigo de la infancia y cuenta como se fue desprendiendo del niño para entrar al jornal violento del vino y los obrajes, hasta que descubrió su oficio de fabulas y guitarras”, manifiesta. 

Y agrega: “Armando, incorporó al hombre, al trabajador a la carrera intelectual, a la práctica cultural, ya no como un objeto de la poesía, no como esa imagen del gaucho, un tanto pintoresca, amañada y muy porteña, que se nos presento y que no fue valorado en su rol de hombre libertario. Y esto lo digo, no desde la perspectiva de las enormes barbaridades que se dicen hoy en nombre de la liberad, sino planteado desde la época, donde la palabra libertario, tenia que ver con aquellos anarquistas, que tuvieron muchísimo que ver con el desarrollo político, social y sindical de los obreros de este lado del mundo”

Todo ese pensamiento, todas esas ideas, se incorporan a la canción en los años ´60. "Tejada Gómez fue uno de los nuestros. Y yo me siento parte de ese equipo, de los que venimos de abajo y que aprendimos todas estas cosas, en las sobremesas familiares, donde se trasladaba ese conocimiento popular que venia de los abuelos y que, en esa suerte de gran asamblea de la belleza y la ternura, nos dejaba a todos disfrutando y pensando, que cuando mejores somos, es cuando somos nosotros mismos”, suma. 

El canto patagónico  

Desde los últimos 50 años en Santa Cruz, sus cantores han tratado de hacer “la música santacruceña”, “el folklore que nos identifique”, escribió el profesor Miguel Ángel Auzoberría, en el libro “Alma sureña”, editado recientemente por el Instituto Nacional de la Música. Y desde ese puntapié inicial, escribió el periodista, muchos han tratado de dar forma a una expresión musical que nos identifique fuera de nuestros límites provinciales. Para Guajardo, el canto patagónico se expresa a partir de dos vertientes:  la originaria y la mestiza. “Las dos son necesarias y son importantes, pero hay que hacerlas avanzar”, asegura.  

El mercado de la música folclórica argentina nos ha dado un nicho bastante pobre, que nos pone en un territorio donde la música patagónica solamente es patagónica, si tiene algún rasgo etnográfico o étnico, todo los demás que pasa en la Patagonia, para esa mirada no es folklore”, afirma.  

Ahora bien, la música que celebran los paisanos en el campo, es eso que se llama ranchera, polca, valsecito criollo, milonga, todo lo otro y que el mercado considera como la música patagónica, es una recreación folclórica, donde se toman patrones de ceremonias religiosas para recrear un ritmo, con los caprichos que tiene la música folclórica argentina, es decir, a partir de la estrofa y el estribillo”, postula. 

Sin embargo, aclara que en la Patagonia no hay coreografía en sus danzas y se compone libremente: "Al componer sin el corset de la estrofa y el estribillo, tenemos esa libertad, que impidió que se desarrolle el concepto de la danza, como se desarrolló en los otros ritmos argentinos y que tiene mucho que ver con una visión marcial del folklore, ya que todas las voces de nuestras danzas, son llamadas voces de mando y están echa a uso y semejanza de las voces de mando de la concepción militar. Y eso en la Patagonia no nos sucede, porque todavía estamos desarrollando una musicalidad con una universalidad diferente al resto de las músicas del folklore argentino”.  

Infinitos  

El compositor comenzó a celebrar sus 40 años de trayectoria musical a partir del disco Infinitos, que contiene canciones que reflejan su experiencia y esa manera de componer abierta y descontracturada. Un trabajo que forma parte de la construcción de esa identidad musical y poética de la región, que el cantor viene construyendo a partir de su canción.  “Mi palabra, el peso de mi discurso artístico, más allá de lo que yo elija y me atraviese musicalmente, está absolutamente atado a un paisaje y a un oficio, a una manera de ver el mundo que es universal”, dice.  

El disco fue editado por Infinito Sur, la productora del cantor y se puede escuchar en las distintas plataformas de música. “Nosotros estamos hoy haciendo música para regalar, lo hacemos porque tenemos esa vocación y ese destino del canto del que hablaba Yupanqui. Tratamos de hacer belleza y de que esa belleza tenga cierto compromiso, pero no recibimos absolutamente nada por eso”, comparte. 

Bajo el mismo nombre de su quinto disco, el artista presentò este año, en el Festival de Cosquín, un poemario atravesado por reflexiones que dan cuenta de los misterios de la vida. El libro está dedicado a sus hijos, Pablo, Taiel y Catriel Guajardo.  

Me costó mucho hacer este libro, porque tengo una gran admiración por los escritores, narradores, dramaturgos y poetas y no termino de considerarme como tal”, expresó el cantor. Y agrega: “Si bien, es cierto que este último tiempo, después de haber realizado esta edición y después del empuje de muchos amigos, comienzo a sentirme un poco más cómodo en ese papel, me costó bastante decidirme a editar este libro. De hecho, estoy trabajando en mi segundo libro y además quiero novelar finalmente varias cosas que tengo para contar y que espero que tenga un correlato en las gentes, que les interese entender las nuevas o viejas miradas sobre los viejos territorios. La palabra escrita es un tema que parece, empieza entonces, a darme la bienvenida, y aunque no estaba muy convencido de editar este libro, agradezco haber tomado la decisión de hacerlo, porque me ha dado una satisfacción muy grande”.  

El libro -cuenta- aborda los grandes misterios de los que hablaba en ‘El rayo que no cesa’, el gran poeta de las cabras, como llamaba Neruda a Miguel Hernández, que en aquel poema hablo de las heridas del amor, de la vida y de la muerte.

“Para vivir con mayor intensidad, para hacer lo que hay que hacer, cuando hay que hacerlo y para provocar que las cosas sucedan cuando no suceden, hay que asumir la finitud de las cosas, saber que todo tiene un principio, se desarrolla y termina. De ese modo, asumiendo esa idea, empecé con el ejercicio de escribir de manera compulsiva, sin corset, sin red, y de todo eso que escribí", sintetiza.

Artista Destacado de Cosquín 

Este año el cantor llego por primera vez como solista al escenario mayor del Festival de Cosquín donde presentó su reciente material, musical y literario, que llamó "Infinitos". 

En el año 2000 subí por primera vez al escenario de Cosquín invitado por Julio Mahárbiz y desde entonces, no volví mas hasta este año que tuve la posibilidad de regresar. Y ese regreso se dio tal cual lo había pensado, en las mejores condiciones y con un gran respeto de la Comisión del festival por mi trabajo. Y como si no hubiese alcanzado lo que sucedió en la plaza que fue precioso, a la sazón me entregan el premio al artista destacado, lo que significó un momento de mucha felicidad”, repasa.  

“Fue un regreso soñado, porque además de subir al escenario con mi obra, con lo que vengo haciendo desde hace tantos años, pude cumplir el sueño de mi hijo más pequeño, Martín Catriel, que es un gran bailarín y quien llevo adelante la canción ‘Que va a pasar un obrero’, que el año pasado fue declarado como el himno oficial de este pueblo donde nací y desde donde realicé todo mi trabajo artístico que es Rio Turbio. Cumplir ese sueño fue para mí, un gran placer, porque uno ya esa pisando el área chica donde te tocan y es penal”, resalta el cantor.

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