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Contracampo, un testimonio del nuevo cine argentino con espíritu crítico y audacia juvenil

Carlos Vallina y Lía Gómez presentan el viernes un libro que recopila los seis números de esta revista surgida en la década del 60 por impulso de estudiantes de la carrera de Cine de la UNLP. Un retrato de la producción cinematográfica nacional e internacional.

La revista Contracampo surgió del impulso de un grupo de estudiantes de la carrera de Cine de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Con algunas variaciones de número a número, a este colectivo lo integraron Armando Blanco, Eduardo Comesaña, Carlos Fragueiro, Oscar Garycochea y Mauricio Scherechevsky. Todos ellos -escribe Fernando Martín Peña en uno de los prólogos del libro- pertenecían a la tercera camada admitida por la carrera tras la puesta en marcha y eventualmente protagonizaron, hacia 1962 y junto a varios otros, un proceso de modificaciones estructurales en la curricula y en el plantel docente. En el marco de la Feria del Libro se presentó la Reedición crítica de la revista Contracampo de Carlos Vallina y Lía Gómez. Fue editado por la Unidad de Publicaciones del Departamento de Ciencias Sociales "La palabra encendida" (Universidad de Quilmes).

“Se trata de la edición nueva y compilada de la revista Contracampo que hicieron los primeros egresados, todavía como estudiantes de cine, en la década del ´60, en lo que nosotros llamábamos la Escuela de Cine y que era el Departamento de Cinematografía de la Escuela Superior de Bellas Artes”, explica Carlos Vallina en Cacodelphia.

“La historia comenzó a finales del año´56 cuando Cándido Moneo Sanz dictó un curso de aproximación a la cinematografía y el cine aparece como una dimensión universitaria y genera una verdadera revolución cultural para todo nosotros”, relata Vallina. “Yo entonces estudiaba Derecho, había salido de la secundaria y tenía una cierta trayectoria como militante estudiantil. En ese sentido, tuve el honor de haber conocido a Sergio Karakachoff  [dirigente estudiantil, abogado laboralista y de derechos humanos], y haber participado en debates muy antagónicos entre nosotros. En donde él tenía la capacidad de tener un buen ánimo de polémica, una ironía fecunda y una solidaridad muy interesante, que lo hacía visitarnos con cigarrillos y naranjas, cuando nos metían en cana”, cuenta.

“Cuando en 1963, a los 23 años, ingresé como estudiante a la escuela de cine, Contracampo estaba finalizando su existencia, ya que solo seis fueron los números editados. Quien la impulsó fue Oscar Garaycochea, quien invitó a participar de la experiencia de la revista a compañeros como Armando Blanco, que luego fue montajista, discípulo de Antonio Ripoll y quien trabajó con varios directores del Nuevo Cine Argentino, Eduardo Comesaña y Carlos Fragueiro, que tuvo después una trayectoria muy importante en el diario El Día como crítico de cine y que fue, además, invitado a participar como jurado del Festival del Cine de Mar del Plata”, repasa.

el libro se presenta el viernes 30 en el marco del FESAALP

Carlos Vallina es doctor en Comunicación, Licenciado en Cinematografía y profesor emérito de la UNLP. En la Universidad Nacional de Quilmes ha sido uno de los fundadores de la Especialidad y la Maestría de Comunicación Digital Audiovisual y es docente en ambas carreras de posgrado. El investigador, comprometido con el cine, los lenguajes de la imagen y la cultura, dejo su mirada sobre la década del ‘60.

La reedición critica de esta revista conllevó la transcripción de todos los originales digitalmente, trabajo que fue realizado por un equipo de gente entre los que se encuentran Juan Bellini, Natalia Aguerre, Franco Jauvet y Elías Gómez, con quien firmamos la portada. El libro además tiene un prólogo de Fernando Martín Peña y otro de Eduardo Russo, crítico y profesor de la Facultad de Artes.

Fue publicado por la Universidad Nacional de Quilmes, "una Universidad amiga para estas gestiones culturales y cinematográficas", expresa Vallina y agrega que "sin caer en un nepotismo simbólico, que el rector actual de la Universidad, Alfredo Alfonzo, es un ex alumno mío y un gran compañero, que sin dudar accedió a publicar los resultados de esta investigación”.

El objetivo de este libro fue recuperar los seis números editados de la revista Contracampo, darlos a conocer a un grupo de investigación y estudio y comprender las pautas de intervención critica entre los años 1960 y 1962. "La revista comenzó a publicarse en Argentina, al mismo tiempo que se empezaba a conocer la Cahiers du cinéma, revista fundada por André Bazin y que siguieron grandes críticos como Jacques Rivette, Jean-Luc Godard, François Truffaut. En ese sentido, entonces, hablamos de una revista de avanzada”, describe en diálogo con Cacodelphia.

Al rescate de la historia

“La revista que entonces se compraba en el Centro de estudiantes y en el kiosco de revistas que EUDEBA tenía en 7 y 50; nació en el marco del Nuevo Cine Argentino, que fundaron directores como Lautaro Murua, Simón Feldman, David José Kohon, Martínez Suarez, algunos de ellos fueron docentes nuestros”, recuerda Vallina. “Esa revista coincidió, y ellos mismos lo reconocen, con otras revistas que estaban naciendo en ese momento a nivel nacional. Esta publicación tiene la audacia de esos jóvenes que se plantearon interpretar una nueva forma de escritura que no era solo el territorio comercial de una revista comercial, sino que partieron desde la propia entraña del campo específico, que era la cinematografía, como formación realizativa y como necesidad crítica. Es decir, había que interpretar el mundo del cine para poder hacerlo y esa era una enseñanza de la Nouvelle vague”, puntualiza.

Contracampo es una publicación clave para pensar el cine local. “La revista comenzó reproduciendo críticas del cine exterior, pero luego poco a poco, fue apareciendo el cine argentino y así esos estudiantes, se convierten en críticos nacionales, que invitan a pensar, por ejemplo, a Torres Nilson, sus películas y que significaban para la cultura cinematográfica. Todavía no había emergido Leonardo Favio, como director, pero sin dudas hubiera sido un emblema para todos ellos. Entre los números editados aparece una gran entrevista a David José Kohon, uno de los grandes olvidados del cine y otra a Leopoldo Torre Nilsson, que según escribe Fernando Martin Peña, es posiblemente la entrevista más importante que se ha hecho al director y la hicieron estos estudiantes”, explica.

En este libro se compilan todas las críticas de esos seis números y sus tapas emblemáticas. "Nos permite, entonces, un acercamiento a toda esa generación de los años ’60. Es decir, el que quiera saber sobre el cine de esos años y por qué se llamó Nuevo Cine Argentino y qué lo diferenció del cine de los ‘40 y de los ‘50, que fue un cine popular que llegó a esas masas que aún no habían sido conmovidas por la televisión, encontrará en estas revistas muchas respuestas”, narra.

La revista es también reflejo de un momento histórico. “Fueron aquellos tiempos de alta revolución democrática, popular, social y anti colonial, que respondió al final de la Segunda Guerra. Nadie podía, entonces, sentirse demasiado hegemónico, nadie podía tampoco, esgrimir una única verdad, luego que hubo millones de muertos y de un terrorismo de Estado, que aún hoy nos conmueve, como fue el que se vivió en España, Italia, Japón y por supuesto en Alemania. Entonces, ese mundo que se había llenado de trincheras infinitas, estallo por los aires y a 15 años de eso, se produjo una transformación extraordinaria, de modo que los años ´60, fueron el resultado de una insurrección”, explica.

Como parte de ese contexto, “el ‘60 era Fran Fanón, era Sartre, era aquella Francia de fiesta, más allá que después ganó las elecciones Charles de Gaulle, los franceses hicieron una gran fiesta donde manifestaron sus expectativas, igual que en el ‘73 en Argentina, donde los jóvenes dijeron que no podían soportar más golpes de Estado, persecución, encarcelamiento, asesinatos ni fusilamientos. Esas generaciones juveniles fueron forjando un proceso. El ´60 tiene una particularidad, y estoy de acuerdo que la respuesta puede ser respondida de muchos ángulos, de que pareció no haber habido violencia y que todo fue creación”.

A nivel nacional, "había un significante vacío, que era Perón en el exilio y de a poco en esos años, se fue tomando conciencia, que el pueblo argentino eso no iba a soportarlo mucho tiempo más. Entonces, esa tensión produjo una generación crítica y creativa extraordinaria. Se leía y se discutía de todo, pero se lo hacía todavía en el marco de una situación muy paradoja, ya que después del ’55, la UBA estaba dirigida por José Luis Romero y las universidades todavía mantenían su concepto de autonomía. Todo aquello forjo una generación que se incorporó decididamente a la militancia y fundó un tiempo de acciones populares y democráticas extraordinarias. Además, estaba la revolución cubana, “Los 400 golpes” de François Truffaut, que vi cuando tenía 18 años, “Hiroshima mon amour”, de Alain Resnais, empezaba un cine argentino con “Tres veces Ana” de David José Kohon y “Alias Gardelito”, de Lautaro Murua, todo ese proceso fue de una riqueza extraordinaria. Salíamos de la facultad y en los cines se estrenaba la obra de la Nouvelle vague, Godard, Jacques Rivette, François Truffaut, Akira Kurosawa y te volaban la sensibilidad”.

Según Vallina, en ese momento se entendía algo que hoy está escindido: que la cultura y la política no pueden estar disociados. "Que la política es la cultura en el campo de la acción cívica y esa relación nos impulsaba a crear, a hacer el mejor corto cinematográfico posible, la mejor crítica, el mejor poema. No había fronteras entre la cultura y los territorios, ese es el espíritu que había en esos años”, dice.

“Y si bien parte de esa generación estuvo influenciada por la caída del gobierno popular de Perón, la brutal injusticia que fue ese miserable golpe cívico-militar-eclesiástico y que luego se va a reproducir en distintas formar hasta llegar 1976, fue lo que también generó ese nuevo cine y marcó a muchos de esos jóvenes, los escritos que aparecen en Contracampo, sin embargo, no están influenciados por esos hechos, en el sentido de una dirección política directa, que si aparecerá luego con Octavio Getino y Pino Solanas, Glauber Rocha o García Espinoza. Las críticas que se pueden leer en la revista, provienen de jóvenes cinéfilos, es decir, están estructuradas en función de lo que era el campo fílmico. Eran jóvenes de un periodo crítico, donde había que ser culto, y donde todos habían leído a Henry James, Roberto Arlt, Mallea, Borges por supuesto, ese era el espíritu, ese era el marco del debate político-cultural de entonces”, manifiesta.

Y agrega que: “Levantando las banderas de la subjetividad y de una cierta libertad expresiva -decía Eduardo Antin (Quintín), uno de los fundadores de la revista El Amante/Cine- que, para no atarse a cánones, había que escribir bien, no desde la concepción académico, sino desde el concepto en que uno entra al film a partir de la letra escrita y sale del mismo con un concepto. Ese es el rol de la crítica, es decir, establecer una inmersión en la obra, para producir un placer de expectativa y de percepción y luego desarrollarla para dar cuenta de qué se trata la obra. Y eso fue lo que hicieron aquellos jóvenes que fueron conscientes que las películas eran su bandera e intentaron, desarrollar su trabajo de la mejor manera”.

Estos muchachos cuando entramos a estudiar cine nos dijeron ´ustedes no pueden ser realizadores, directores, montajistas, iluminadores, sino piensan críticamente en sus propias producciones´. Yo hoy les digo a mis alumnos que lo mejor que les puede pasar, es que la crítica de tu película ya este hecha al terminarla. Quienes formaron parte del consejo editorial de aquella revista, establecieron que un crítico es aquel que logra sospechar de los parámetros que tiene habitualmente. Y yo, particularmente, de ese modo he aprendido muchísimo a mirar, desde otras formas ya sea un teleteatro, hasta “Lola” el film de Fassbinder. En ese, sentido, una derrota mía, fue salir desahuciado del Cine Select, después de ver Satiricón de Fellini, un film que luego volví a ver sin tantos prejuicios y me mató”.

A partir de Contracampo surgió un espacio en Radio Universidad donde, a partir de panoramas semanales, se hablaba de distintas artes y en donde un día estaba dedicado al cine. "Quienes hacían la revista comenzaron con ese programa en 1966 y dos años después, junto a Ricardo Moretti, Diego Eijo y otros compañeros, continuamos nosotros. Ese programa se llama “Panorama de cine” y se puede escuchar los viernes a las 21 en AM Universidad. “Y tiene el mismo espíritu de aquellos compañeros que ejercieron la crítica cinematográfica”, dice Vallina.

“Por todo lo dicho, el objetivo principal de esta edición, era no tener algo colocado en la biblioteca, sino tener una herramienta educativa, una posibilidad de transmitir de comunicar y de compartir. Este libro nació con la inevitable necesidad de engendrar algo más que las redes tecnológicas. En ese sentido, creo que el soporte significante hoy está dominando el significado y deberíamos hacer al revés, que el significado utilice el soporte relacional vinculante, transferible, pero que lo ponga al servicio de una necesidad humana. Como lo hicieron aquellos que escribieron en Contracampo, que sintieron a la humanidad en los relatos ajenos y un tanto extraños, en el cine japones, por ejemplo, en el checo, en el polaco, buscando de eso modo, generar una forma de globalizar la cultura después de la segunda guerra. Entonces, la edición del libro es algo más que una celebración o una gesta científica, si se quiere, y también cultural, sino que es una herramienta política de construcción cultural, de divulgación y de posibilidad de intercambio crítico con una necesidad de polémica”, concluye.

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