Con una pluma embebida de humor y surrealismo, este dramaturgo salvadoreño crea una serie de cuentos protagonizados por seres robóticos a los que dota de vicios y virtudes humanas. Un recorrido por sus oficios terrestres, su pertenencia a la Generación Comprometida y el mito generado por una elogiosa carta atribuida a Borges.
Álvaro Menéndez Leal nace el 13 de marzo de 1931 en la ciudad de Santa Ana, El Salvador. Su vida está compuesta de pequeños hitos vinculados al mundo de la escritura y el periodismo: el poema "subversivo" publicado por el diario La Prensa Gráfica en 1952 que le vale la expulsión de la Escuela Militar General Gerardo Barrios; su ingreso a la redacción del Diario Hoy, al año siguiente, y su paso por el cuartel central de la Policía Nacional, acusado de conspirar contra el régimen dictatorial de Óscar Osorio; la gesta de Tele-Periódico, el primer noticiario televisivo de su país, en 1956.
Boxeador, agregado cultural en México y director del Teatro Nacional son algunos de los oficios terrestres que completan la biografía de un escritor que conoce por igual el éxito de su obra y exilio resultante de la persecución política que sufre por sus ideas. Menen Desleal, seudónimo que lo acompaña a lo largo de toda su carrera artística, no es más que una partición estilizada de su apellido original. A mediados de los 50, forma parte del núcleo fundador de la Generación Comprometida, cenáculo de escritores salvadoreños que renueva las temáticas y búsquedas estéticas de la literatura.
“Llama la atención esa vida que después se refleja en su literatura, su literatura está poblada de humor, una especie de humor bastante negro, medio oscuro, medio existencialista, en donde él recurrió a varios géneros, pero el que nos convoca es la ciencia ficción”, introduce Matías Esteban en el aire de Los Mundos Posibles.
En 1968, Menen Desleal publica La ilustre familia androide, libro de cuentos con temática fantástica que “que explora la ciencia ficción y la idea del androide desde una veta humorística a la manera de Cortázar o incluso del Quijote, es un humor medio inocente, irónico, que también aborda ideas más profundas”. De acuerdo con Esteban, el autor llega a este libro con un largo recorrido de trabajo con el cuento breve, de apenas un párrafo o constituido por dos o tres líneas, que deja “un efecto inmediato de sorpresa, de humor, de lo extraño” en quien lo lee.
A modo de ejemplo, el columnista sintetiza el cuento “Los vicios de papá”, semblanza de un papá robot construida desde la mirada del hijo: “Papá es una especie de ancestro robot muy vicioso, adicto a la electricidad, que mete los dedos en el enchufe y le dan cuerda hasta pasarse de rosca, lo que hace es contar historias viejas, sobre todo del momento inicial de su vida, y su hijo está cansadísimo de escucharlo, incluso, como tiene una mente artificial tiene la data exacta de la cantidad de veces que le contó la misma historia, es casi un chiste sobre la familia”.
“La prosa está construida de una manera muy extraña, hay muchas llamadas y asteriscos, eso lo explora en varios cuentos del libro, distintos tipos de escritura que remedan o intentan hacer como si fueran escritos por un robot”, destaca Esteban sobre el estilo empleado por el salvadoreño para acentuar el concepto de lo robótico y aunque La ilustre familia androide se mete con otras temáticas, como los viajes al espacio y la fábula protagonizada por animales, es su caracterización del androide como un ser obediente, automatizado, de cerebro mecanizado, donde Menen Desleal despliega su ya conocida mirada critica.
La carta de Borges
Una curiosa historia conecta la obra de Álvaro Menen Desleal con la figura del célebre Jorge Luis Borges. En 1963, el salvadoreño publica Cuentos breves y maravillosos, que ya desde el título recuerda al de Cuentos breves y extraordinarios del argentino. A modo de prefacio, el volumen incluye una elogiosa carta atribuida a Borges donde éste felicita el ingenio de Menen Desleal.
La misiva en cuestión concluye de la siguiente manera: “Se repite y se prueba mi idea de que el número de fábulas o de metáforas de que es capaz la imaginación de los hombres es limitado…limitado o no, lo cierto es que usted prueba a su vez que ese número no está en manera alguna agotado…más usted le da nuevo engaste y logra con intensidad lo que otros, en más de veintitrés siglos, no lograron con extensión”. Matías Esteban interpreta que “la carta de Borges es bastante inocente, nadie que lo haya leído espera que esa pluma diga lo que dice esta carta, es como si hubiera mucha confianza entre él y Desleal”.
Las palabras atribuidas a Borges despiertan la sospecha de la prensa salvadoreña y las críticas de plagio no tardan en multiplicarse. El propio Menen Desleal alimenta el mito fraguando la identidad de diferentes críticos que aumentan la polémica y hacen crecer el número de ventas del libro.
La trama toma un giro inesperado en 1999, Menen Desleal es invitado a Buenos Aires para participar de un seminario en homenaje a los 100 años del nacimiento de Borges y ante un selecto grupo de académicos y escritores reconoce el carácter ficcional de la carta.
Menen Desleal fallece el 6 de abril del año 2000. Muere sin saber que el mito de la carta borgiana lo va a sobrevivir.
En 2006 se publica Borges, un libro de correspondencia entre el autor de El Aleph y su par Adolfo Bioy Casares. En sus páginas figura un intercambio donde Borges es anoticiado por un tercero de la carta, ante lo que no sabe cómo reaccionar, en primer lugar fabula que pudo haberla escrito su propia madre y luego reconoce que algunos de los cuentos le resultan graciosos.
Más adelante, da por concluida la polémica al dirigirle unas palabras a la persona que lo pone sobre aviso respecto al prefacio de Menen Desleal: “Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales juegos y travesuras”. De esta forma, Borges acepta la autoría de una carta que no escribió, pero elige reivindicar.
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