Sasa Guadalupe lleva y trae relatos, cuentos e historias de la oralidad que transita y comparte. “Me conmueven mucho los narradores espontáneos”, contó.
“Quizás hay que empezar a respetar un poco el cuento, porque a veces se dice tal cosa es cuento, como que sea cuento es algo irreal o es algo que es un chisme. A mi el chisme me gusta. De hecho yo me llamo cuentera y cuando juego, por ejemplo, con las escuchas de niñes juego con esto”, explicó la cuentera Sasa Guadalupe quien se reconoce dentro de la lógica del chisme: “Escucho cosas por un lugar y las traigo acá y hay cosas que me cuentan acá y las llevo a otro lado. Entonces yo llevo y traigo. Hay que ser una chismosa del edificio para contar bien las cosas. La capacidad que tienen para generar suspenso, hacer crecer el relato, de ponerle los condimentos indicados para que te interese al punto de escuchar y luego hacer el de boca a oreja, el chisme es una cosa maravillosa (...) Es cuento pero no es cuento. Entonces yo digo, estas contando lo que pasó y eso es cuento. En el cuento estás contando lo que es real y lo que fue, después más vale que el género tiene muchísimas otras observaciones”.
“A mi me conmueven mucho los narradores espontáneos, los que no saben que están contando y transmitiendo algo, que lo hacen así, de lo que llamamos la sobremesa”, contó en comunicación con De Pueblos y Caminantes. Sasa recordó, por ejemplo, una caminata que hizo con su hermana en el norte argentino, donde se encontró con una “viejita de cuento”: “Nos contó quehaceres domésticos de su infancia, compartidos con uno de sus hermanos. Y fue muy loco escucharla esto de llevar leña y buscarla, y cuál era la mejor y la leña que prendía mas rápido, y que desde chiquita ella tenía que salir con el hermanito y mientras que el hermanito iba trayendo la leña ella hacia el fuego porque vivían con un tío que era muy malhumorado si la cosas no estaban hechas a su tiempo. Esas historias me conmueven mucho”, ejemplificó.
De estos cuentos que Sasa lleva y trae, nació Tanta Oralidad, un encuentro que reúne “narradores o narradoras: sean solo recopiladores, sean historiadores, sean filólogas, pero quienes andan escudriñando por esos caminos”, explicó. Además, destacó la participación de Magali Avila, una docente de Neuquén que contó su experiencia con la comunidad Mapuche: “trabajó mucho para que se empezara a trabajar el idioma, pero no para que el idioma no estuviera sino por cuantos idiomas han sido silenciados y por qué razones. Entonces se dejaba de hablar como ha pasado en tantas comunidades, en tantas naciones. Y ella ahí, entre las actividades que generaba, terminan haciendo unos fanzines con la comunidad y los niños”, recordó la cuentera.
Sada es porteña del barrio de Barracas, pero hoy reside momentáneamente en Abbeville, Francia ; en parte por eso se dice “nómade”, y así nombra a esta etapa virtual del espacio Tanta Oralidad que ha creado y coordina desde hace varios años ya.
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