Poeta y escritor uruguayo radicado en La Plata, durante la creación del cementerio de la ciudad fue foco de noticia y disputa al encontrarse su cuerpo momificado muchos años después de su fallecimiento.
Matías Behety nació en Montevideo en 1849, siendo el cuarto hijo de una familia de comerciantes. Luego de unos años, su familia migró al barrio de La Boca en Buenos Aires. “Lo anotan en el colegio Buenos Aires, una institución prestigiosisima, un lugar donde se educaban los hijos de toda la aristocracia porteña y de apoco se va empezando a codear con gente como Leandro Allem, Sarmiento y Mitre” contó Antonela Mennuto, “para los 16 años ya era un pibe de renombre, elogiado por estas figuras y otras. Empieza a estudiar la carrera de derecho, empieza a colaborar en una revista cultural que se llamaba El Alba (...) La cuestión es que no se conocen muchos textos de este autor y los poemas que pudieron recopilarse son apenas un puñado. No tiene una obra muy extensa. Una de las explicaciones de esto, puede ser que firmaba con seudónimos de anagramas. Anagramas es la construcción de otra palabra con las mismas letras”, señaló la columnista en comunicación con En Orbita.
Pero también, “de a poco se fue ganando un apodo y este era el tumulento, que básicamente lo que significa es ‘el borracho’. (...) Hay un momento que es bisagra en la vida de este autor, porque vive muy joven, casi adolescente, prácticamente estudiante. De día circulaba por todos los ambientes literarios y de noche se quedaba en los bares. Y ahí es donde conoce a Antonini Lambertini, de quien se hace amigo. Y a su vez, conoce a la hermana, Maria, de 23 años, de quien se enamora. Se ponen de novios, se comprometen, estaban ya decididos a casarse pero sin que nadie lo esperara Maria muere y entra en un pozo depresivo mal, abrazándose a la bebida hasta el último de sus días”, adelantó Antonela.
Sumergido en la depresión, Behety es convocado por un amigo para trabajar en un diario nuevo que abriría en La Plata, por lo que el escritor se muda a la ciudad y vive hasta el último de sus días. “Todos los diarios del país publicaron la muerte de este poeta, incluso Ricardo Rojas escribía cosas como "Matías Behety es un nombre, un fantasma, una leyenda", casi anticipando lo que iba a ocurrir un tiempo después”, adelantó.
“Lo que sucede es que se lo llevaron al cementerio de Tolosa. Tiempo después, cuando los amigos lo van a visitar, no encuentran el lugar en donde estaba (...) y queda perdido. Pero cuando el cementerio de Tolosa se trasladó al de La Plata, aparentemente algo llamó la atención de uno de los cuidadores y en uno de los ataúdes del osario común, había un cuerpo que estaba intacto. Momificado, embalsamado. Esto generó un revuelo tremendo en la ciudad a tal punto que se lo empezó a conocer como el muerto popular, porque la gente se amontonaba en la puerta del cementerio, le rezaba, le pedía, iba con la idea de poder curar enfermedades. Una revolución total, e incluso el director del Museo de Ciencia Naturales de La Plata le reclamó al cementerio la momia del poeta argumentando que era una pieza ideal para objeto de estudio”, explicó la columnista.
“Una de las explicaciones de este fenómeno de conservación es tanto alcohol, una de las bebidas más comunes en ese momento era la absenta, el ajenjo. Pensemos que hasta ese momento no se sabía quién era. Era una persona embalsamada, hay un cuerpo que estaba extremadamente conservado para la cantidad de años que había pasado, no se sabia de quien era, hasta que este amigo: Antonini Lambertini, lo reconoce (...) ahí es cuando lo trasladan al mausoleo de poetas en el cementerio de la plata, donde pertenece hasta la fecha. Esta con un monumento y un busto como homenaje”, concluyó.
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