La película de Kitty Green, lanzada en 2019, nos sumerge en un día laboral cualquiera de la asistente personal de un poderoso productor de Hollywood. Castigo y recompensas, en una red de micro violencias cotidianas que proponen algunas dinámicas laborales.
“Da la sensación de que es una película lenta o que no pasa nada. Tiene poco diálogo y de hecho en toda la película no sabemos el nombre de ella como no sabemos el nombre de su jefe (...) y en realidad eso creo que refuerza aquello que la película está tratando de representar: la subjetividades en la película están borradas”, advirtió Victoria Scotto, columnista de ficción feminista, en el aire de El Verano Prometido. “La película está muy detenida en los silencios, los murmullos, en aquellos momentos en los que la cámara se enfoca directamente en cómo el personaje experimenta cosas o cómo está su cuerpo en determinadas situaciones”, agregó.
Esta falta de subjetividades, sin embargo, tienen perfiles muy definidos dentro de la dinámica laboral. Por un lado está la asistente, quien debe desarrollar un abanico de tareas que exceden a su trabajo y cuya vida “realmente no puede ir mucho más allá del trabajo (...) porque le chupa completamente la energía vital al estar encargada de hacer que todo eso que pasa en la oficina corra”, aunque, “seguimos a una persona que el resto da por sentado que es invisible”. Mientras que por otro lado, tenemos la figura de un jefe que nunca está presente en pantalla y sin embargo es “una amenaza fantasma; es un ojo, una voz y un peligro que está todo el tiempo acechando. Que puede aparecer ante el menor error (...) No se lo nombra, no se lo llama, por momentos entre ellos hace chistes pero se nota que le tienen miedo. Como un gran fantasma al que todos le temen”, explicó Victoria.
Esta dinámica de poder fantasmagórica se pone en tensión cuando la protagonista decide denunciar los actos de abuso que su jefe ejerce sobre otras mujeres que buscan trabajo “hay un punto en esta película en el que no se naturaliza lo que está pasando. Todo el mundo entiende que hay cosas que no son regulares o que están por fuera de lo que debería pasar en un ambiente profesional, pero pasan dos cosas: primero, se acepta porque el tipo es poderoso y tiene derecho a hacer lo que quiere; y segundo, se entiende que todas las personas que están involucradas sacan algo en definitiva de esa situación. (...) hay un proceso de doble violencia hacia las víctimas de decir acá lo que está pasando es que vos estás sacando provecho de esta situación y encima queres sacarla gratis”, apuntó.
“Traía un poco esta película para hablar de esas violencias que sufrimos en silencio porque pensamos que las aceptamos en el momento en que aceptamos un trabajo; para hablar de estos hombres impunes que saben por qué hacen las cosas que hacen y está muy cómodos en ese lugar; y, sobre todo, reconocer que en esos espacios de trabajo es importante llevar adelante acciones que realmente desarmen estas lógicas que nos indican que solo porque aceptas un trabajo, porque estas metida en esa situación, quiere decir que la violencia viene en el paquete (...) la violencia tiene múltiples formas. Micro violencias sostenidas también pueden dejar restos y traumas en la psiquis de cada quien y entonces la pregunta que nos podemos hacer es cómo llevamos adelante un reconocimiento de estos diferentes grados de violencia, de estas experiencias difíciles, traumáticas, y como desarrollamos dispositivos para la detección y el abordaje de estos”, concluyó la columnista.
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