José Sixto Álvarez fue un escritor y cronista argentino que solía firmar como Fray Mocho, Fabio Carrizo o Nemesio Machuca. Fundador de Caras y Caretas y comisario de la ciudad de Buenos Aires durante fines del siglo XIX, su escritura da cuenta de la vida cotidiana del Buenos Aires de la época.
Matías Esteban, escritor y docente, planteó las relaciones entre el costumbrismo, la literatura y los mecanismos de control de la generación del ‘80 a partir de las obras La Galería de los Ladrones y Memorias de un Vigilante, ambas de Fray Mocho. “No es el registro de la voz que hoy conocemos de lo que puede llegar a enunciar la policía o el sistema judicial, que es una voz dura, fuerte, todo hecho de archivo y de procesos más duros que es como un mensaje, una forma de hablar del Estado. En el caso de Fray Mocho es una especie de retrato, tiene el sabor de la anécdota”, contó.
En 1886, Fray Mocho fue designado como comisario de pesquisas de la Policía Federal, donde desarrolló un catálogo de perfiles delictivos de la época, con descripciones breves de las personas. 10 años después vuelve sobre la experiencia en su libro Memoria de un Vigilante: “hay una especie de cercanía tan vital entre aquel que es denominado delincuente y aquel que es denominado vigilante, milico, policía o comisario que lo que hay es casi una especie de admiración. Obviamente que aporta también al control estatal, aporta a todo eso que tiene que ver con la represión, la persecución y la identificación de los sujetos que están fuera de lo que se llama la sociedad, pero también hay algo de la convivencia casi vital que tienen esos dos personajes, clases, formas de vivir en la sociedad”, señaló.
En esta columna, Matías resaltó que la mirada de la institución policial, en este caso, es la mirada costumbrista de las corriente de época: “aquel que retrata las costumbres no tiene una mirada crítica: es casi una mirada nostalgiosa, una mirada de recuerdo del pasado. Se retrata costumbres que está viendo, está viviendo y que no hay una crítica. El realismo, que es posterior, es más un retrato mucho más fino, más filoso que después deriva en naturalismo que ya es esa forma de retratar la realidad de forma descarnada, cruel, sucia”.
En este sentido Esteban destacó la figura del observador en la escritura de Fray Mocho como “aquel que tiene que estar atento todo el tiempo, con todos sus sentidos, ante posible figuras sociales que pueden llega al delito (...) una serie de fragmento y de formas de escritura que lo que hacen es retratar una vida cotidiana del Buenos Aires de la época y también de contar estas costumbres. Esto depende sí o sí de la observación del escritor y de aquel que trata de contar”.
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