A 80 años del nacimiento del escritor uruguayo, el periodista Sergio Marelli hizo un repaso por su trayectoria y por los puntos de encuentro con su propia historia familiar.
¿Cómo aparece Galeano en tu vida? ¿Cómo fue ese primer encuentro?
Veo el lomo de un libro en la biblioteca de mi viejo y lo curioseo al principio, me llamo mucho la atención el título "Las venas abiertas de América Latina". Estamos hablando, refiriéndonos a la época todavía de la dictadura, y por supuesto lo hinqué el diente y quedé totalmente asombrado que estuviera condensada la historia de América Latina en ese libro.
Bueno, recuerdo también un cuento de Haroldo Conti que tiene como dedicatoria a Eduardo Galeano y yo ya amaba la literatura de Conti y verlo al nombre de Galeano me acercó aun más. Yo todavía no conocía la experiencia de Crisis, no había leído esas revistas, insisto, estábamos en una época de un gran recorte en ese respecto. Bueno, después de una manera azarosa llega Galeano a mi vida a través de mi papá, mi viejo en ese entonces, en el año ´82 era médico del Estudiantes. Mi papá también que ya había estado en la época del Estudiantes campeón del mundo pero volvió con ese gran equipo y recibió el llamado de Galeano, él estaba atendiendo, estaba en el consultorio y bueno, al principio no podía creer que se tratara del mismo Eduardo Galeano que él tanto admiraba, el autor de Las venas abiertas de América Latina. Y resultó ser que sí, que era el mismo y que lo llamaba porque se había enterado a través de dos queridísimos amigos en común: Javier Villafañe y el pintor Cesar López Osornio de que era precisamente mi viejo medico de Estudiantes y Eduardo una de sus facetas bueno era la de ser un gran futbolero. Si bien no llegó a practicar el fútbol sí era uno de esos grandes voyeur del fútbol, miraba cuanto podía, es más, durante los mundiales ponía un cartelito en la puerta diciendo "Cerrado por mundial".
¿Pero el objetivo de ese llamado a tu papá cuál era? ¿Conocerlo, charlar?
La televisión holandesa iba a hacer un documental sobre el regreso de Galeano en el Río de La Plata. Bueno, filmó su reencuentro con Héctor Tizón en Yala, en Jujuy, bueno y con algunos amigos que habían quedado en el país, había muchos todavía que estaban exiliados y él quería que estuviera presente en el documental para que fuera un retrato fiel de todas sus pasiones también su fuerte afición por el fútbol, entonces, quería presenciar un entrenamiento de Estudiantes y estar ahí, en el clima, respirar ese clima futbolero y ese fue el primer encuentro con mi padre. Y luego yo tuve la suerte de conocerlo en una reunión que organizó el propio Galeno con Javier Villafañe que había vuelto al país en esos días y así nos juntamos a comer unas empanadas en Buenos Aires y a charla. Bah, charlar, yo en realidad escuché, no quería distraerlo con preguntas, quería escucharlo nada más porque además era un narrador oral formidable.
Se podía ver esa suerte de una persona en la cual la escritura y la oralidad se parecían muchísimo que a veces cuesta encontrar en los personajes y vos también hablas de eso,que en esas charlas informales encontrabas como esa cadencia, ese ritmo en los textos de Galeano, lo volvías a encontrar.
Sí, él era muy cuidadoso en la manera de trasmitir, tanto oralmente como cuando escribía, me viene a la memoria eso que recomendaba Miguel de Unamono, que él decía que le gustaba los libros que hablan como personas y no las personas que hablan como libros y era una oralidad muy literaria, a ver, en el mejor sentido, muy bellamente cuidada las palabras, un artesano del hablar y además era un hombre que tenía una cantidad de historias sobre el lomo y en el alma incalculables porque de muy joven fue muy andador, antes de los 20 años ya estaba haciendo crónicas desde China o podía estar en un socavón en Bolivia, un gran cazador de historias, era un hombre que tenía toda su libido literaria puesta ahí, en buscar historias para contarlas. Él decía que había aprendido su manera de narrar, más que en las bibliotecas, que en los libros que frecuentaba obsesivamente, pero su manera de contar una historia la había abrevado en los boliches y era un bolichero hasta el final, al él siempre le gustaban las reuniones en los bares, siempre fue muy fiel a ese folclore de la gente que se reúne alrededor de una mesa como si fuera alrededor de un fueguito para contarse historias, para intercambiar sucedidos, para ponerle palabras a los sueños y eso es algo que era absolutamente cautivante, era un gran hipnotizador cuando hablaba. Además era alguien que, como el personaje de Moliere que hacia prosa sin saberlo, bueno él hacia permanentemente literatura, siempre, siempre que echaba mano a las palabras estaba haciendo literatura, vos podías trascribir todo lo que estaba diciendo y podía pasar la prueba de la lectura de una manera optima.
¿Viste que a veces tenemos como una suerte de reconocer a ciertas personas cuando son más humildes que los personajes? Por ejemplo García Márquez, un intelectual y un escritor de los más grandes del mundo sin ningún tipo de dudas pero siempre muy amante del poder también, de los premios, un personaje vanidoso, lo cual no me parece que sea ni malo ni bueno, era así. Ahora, esa imagen que nos da desde afuera Galeano de ser justamente un tipo cero vanidoso, si no mucho más cercano al interés mas que nada por el respeto, porque lo quieran, le tengan respeto, pero nunca le interesó demasiado la cuestión del bronce, pero esa es mi sensación, ¿había algo de eso?
Sí, totalmente, alguien totalmente ajeno a la feria de las vanidades, es más, en la literatura él se reía de muchos colegas que pareciera escribir pensando en los premios, a ver con esta novela qué premio podré ganar. Él nunca le prestó mayor atención a eso y, es más, una vez me contó que la única vez que participó por un concurso literario o mejor dicho, las veces que participó por un concurso literario fue por el premio Casa de las Américas de Cuba porque él sentía que era tanto lo que admiraba de Cuba y lo que había contribuido Cuba a formarlo espiritualmente que un premio de ahí era un regalo secreto que él quería darse, y bueno, de hecho lo ganó un par de veces al premio Casas de las Américas con Días y noches de amor y de guerra y con Vagamundo, curiosamente no con Las venas abiertas de América Latina, un libro que vos decís a priori en un concurso de ensayos es casi imposible no imaginar que lo gane, pero no, no lo ganó. Todo lo que era vanidad académica o literaria era algo que le producía risa, él decía que en el zoológico humano los escritores estaría en la jaula de los pavos reales, por la vanidad que era tan fácil de descubrirles, de creer que su libro podía modificar el mundo, que tenía más importancia de lo que en realidad tiene y él veía en la literatura algo más cercano al juego que a una apuesta así de grandeza con mayúsculas. Y eso se notaba porque jugaba mucho con las palabras y con las historias. Bueno, él decía que el de los escritores es un sindicato navajero y él no, él andaba tranquilo y compartiendo sus cosas, me acuerdo el asombro que le provocó el crecimiento astronómico de ventas a partir de que Hugo Chávez le regaló Las venas abiertas de América Latina y de pronto ese libro estaba en el top de ventas en prácticamente todo el mundo y eso es algo que le provocaba automáticamente risa, porque ese libro no era peor el día anterior a que ocurría eso ni fue mejor el día posterior y por eso no se lo podía tomar en serio los fenómenos editoriales decía con mucha razón, un hombre que vivio muy desalienado, siempre muy cercano a lo que verdaderamente quería ser en la vida y eso es lo que hizo.
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