El músico y cantautor, ex integrante de Los Espíritus, se sumó al aire de Futura en Casa para contar cómo es su rutina en estos días de aislamiento y sobre qué música está escuchando y creando.
Que la inspiración te encuentre trabajando, dicen que dijo Picasso, el pintor. Y Moraes se lo tomó en serio. Muy: “Me tuve que obligar, arrastrarme y ponerme a hacer algo”, cuenta él que pensó a pocos días de iniciada la cuarentena, que también es pintor pero con sonidos. “Estaba todo el tiempo mirando Twitter, y así pasaban los días…”, agregó.
El aislamiento obligatorio puede ser, como dice el cantautor, desmoralizante. Y más para un músico como él que, acostumbrado a las salas de ensayo, se vio de repente encerrado con tan solo una guitarra criolla. “Pasé casi dos meses así. El otro día fui a la sala y me traje el bajo, la batería y demás”, cuenta. Y subraya: “Está bueno estar ocupado y no detener la vida”.
Al hablar de su día a día, Santiago Moraes, que convive con su novia, dice estar componiendo mucho, y revela su disciplina: “Me levanto, desayuno y me interno acá, con la compu, hasta que tengo que ocuparme de las compras o la comida”.
El coronavirus es, hoy, sinónimo de globalización. Se socializó el aislamiento y al ex integrante de Los Espíritus no le es indiferente: “El virus está atacando al conjunto de la humanidad, como si fuera un solo cuerpo”, explica el músico, metáfora organicista en mano: “Es muy unificador […] Si se contagia cualquier persona, es dañino para toda la humanidad. No hay gente descartable. Y aunque lo pienses, tampoco te conviene”. Este tipo de mensajes es el mismo que, en sus canciones, transmite Manu Chao, músico franco-español. Y su paralelo no es casualidad: “Yo admiro mucho el disco Clandestino, es un faro. Él (Manu Chao) agarra pedacitos de cosas, las repite y sobre eso hace muchas canciones”, dice Santiago, explicitando su inspiración. Y acerca su lupa: “Es como un diario de viaje. Y además es un disco, no son canciones sueltas, no te enteras cuando cambia de canción: es un continuado, una experiencia integral”.
Otra cosa que le parece una constante es, de vuelta, la actualidad: “Estamos acostumbrados a vivir proyectando a futuro. Y acá no hay otra que el presente, es un presente continuo. Por más que quieras especular con el futuro, no hay forma: es mundialmente nuevo”, dice Moraes, diagnosticando la situación y proponiendo, como solución, conectar con el presente. “Cómo voy a pagar el alquiler, cómo voy a pagar la comida el mes que viene te conecta con el presente, con este instante; no hay proyección, tengo que resolverlo. Es una estado muy natural, como si estuviera tirado en una isla desierta: hay que resolver”.
El hoy es hijo del ayer, del pasado. Y Santiago, que está preparando su cuarto disco solista, se da vuelta y mira la historia para usarla como herramienta: “Los males que siempre nos aquejaron como especie tienen que ver con esa desunión, con ese individualismo”, asegura. “Los seres humanos tenemos mucha capacidad de adaptarnos; pensaba en los confinamientos obligatorios que tuvieron los judíos en la Segunda Guerra, y se la bancaron; pensaba en los doce años que pasó Pepe Mujica preso, en un pozo…han pasado cosas peores, y hay que bancarse el presente y encontrarle la vuelta”.
Contra toda futurología, Santiago Moraes hace hincapié en lo colectivo de cualquier salida: “Ojalá que esta situación la paliemos con solidaridad”. Y aclara: “No existe diferencia entre un ser humano y otro. El virus no distingue ni raza ni clase ni nada: estamos en la misma”. Su concepto de solidaridad resuena, al despedirse, como un metódico mantra, en loop.
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