La cantora, compositora e investigadora catamarqueña llega a La Plata para presentar “Trinar – La flor”, su primer disco de canciones propias.

En esta obra profundamente personal y colectiva a la vez, Nadia Larcher rinde homenaje a su abuela María —una pastora ciega de los cerros de Andalgalá— y reflexiona sobre la música popular, la espiritualidad del canto, la raíz y la pertenencia, la denuncia social y el lugar del artista en la comunidad. “La música popular tiene en esencia un espíritu colaborativo y cooperativo; en el entretejido difícil en el que se encuentra la cultura argentina hoy, es la única manera de construir”, afirmó la artista, reconocida con el Premio Konex 2025 como una de las voces más destacadas del folklore contemporáneo.
Nadia Larcher llega este domingo 9 de noviembre a Guajira (La Plata) con una propuesta que es más que un concierto: una ceremonia del encuentro. Allí presentará Trinar – La flor, su debut como compositora, un disco íntimo y poderoso que nace del linaje familiar, de la memoria y del territorio. “Llego a la ciudad con la alegría de poder presentar el disco, a pesar del contexto tan difícil que estamos viviendo —expresó la cantora nacida en Andalgalá, Catamarca—. En momentos donde la cultura está desfinanciada y hay tanta crisis, la presentación de un disco parece todo un acontecimiento; con esa conciencia celebro esta posibilidad”.
El disco, producido artísticamente por Andrés Pilar, su compañero en Don Olimpio, reúne ocho canciones que entrelazan raíz y contemporaneidad. “Es un disco donde le encontré sentido a mi canto —contó—. Está inspirado en mi abuela María y en la fortuna de que ella volviera a cantar. Esa emancipación del silencio que vivieron nuestras abuelas es muy importante para nosotros, porque en ese gesto —en que mi abuela volviera a cantar— encontré el verdadero sentido de mi voz”.
El proceso que dio origen a Trinar comenzó durante la pandemia, cuando Larcher experimentó un silencio fértil. “Hace tiempo que venía necesitando una intimidad con la música y lo venía rezando —recordó—. La pandemia me encontró en la casa de Noelia Recalde, y fue allí donde empecé a buscarme de la mano de mi abuela, que fue el motor principal para ir hacia la profundidad de la palabra. De esa experiencia nació ‘Trece’, una obra íntima para trece personas, a cada una de las cuales le cantaba una canción. Fue una preparación necesaria para cocinar esta nueva etapa de cantar mis propias canciones, de presentar un sentimiento y una realidad”.
El álbum, que contará con una segunda parte titulada Los frutos, cuenta con la participación de figuras como Juan Quintero, Luna Monti, Mariano “Tiki” Cantero, Pedro Rossi, Nicolás Ibarburu, Juan Pablo Di Leone y el propio Andrés Pilar. “Es la banda de mis sueños —dijo—. Los invitados dan cuenta de la diversidad musical que atraviesa el disco, los sonidos que imaginé para este trabajo. Fue hermoso que los amigos se sumaran, como Luna, que participa en ‘Caminantes’, inspirada en las mujeres indígenas del buen vivir, o Juan Quintero, que canta en ‘Cariño’. Estoy súper contenta, el disco lo grabó, editó y masterizó Facundo Rodríguez, un artista de las perillas”.
Pero Trinar – La flor no es solo una ofrenda poética: también es un gesto político. En sus canciones, Larcher denuncia el extractivismo de los bosques, los ríos y las montañas del norte argentino. “Vengo de Andalgalá, de un barrio que se llama Huachaschi, y ahí hace mucho tiempo que sostenemos nuestra denuncia contra el extractivismo. Me parece importante tomar estas palabras y que nombren con crudeza en la canción, porque es la parte más política del disco”.
Para la cantora, la música no puede abstraerse de la realidad. “La música, el periodismo, la escuela, el hospital, todas las instituciones tienen responsabilidades. No siento que la música tenga solo la obligación de denunciar, pero es muy difícil no poner en nuestra realidad sonora lo que vivimos. En mi caso, los dolores de mi pueblo y de mi comunidad aparecen inevitablemente. Es imposible que no me toque siendo andalgalense, siendo catamarqueña. La música es uno de los canales por los cuales hay que difundir lo que está sucediendo en nuestros territorios”.
Y agregó, con lucidez política y sensibilidad humana: “Para mí no pasa solo por el artista, sino por el ciudadano que es el artista. Ahí se ve a los artistas que no denuncian, que no nombran, que no dicen. Tienen una tensión con su ser ciudadano. Es fundamental entendernos como parte del pueblo, no como una élite endiosada. El artista no está por fuera ni por encima, sino como parte del pueblo que expresa una mirada que nace del dolor y la esperanza del pueblo”.
En su visión, el canto no es un vehículo de ego sino un espacio común, una herramienta de comunión. “Entender que el arte abre abanicos para sensibilidades diferentes, no solo la resistencia o el entretenimiento, sino todo eso que pasa en el medio. Me gusta pensar los conciertos como encuentros horizontales: nosotros solo somos la excusa para que la gente se sincronice. Cuando llegan personas de distintas realidades y se encuentran en el recuerdo de una música común, eso es hermoso. Entonces la música pasa a ser más que un espectáculo, es un momento de encontrarnos a sentir”.
“Los conciertos se vuelven espacios íntimos, porque no nos sucede en muchos lugares que vayamos a sentir. Me encanta estar al servicio de eso. Cada vez tengo más conciencia de que el canto es un servicio. La música invita a sentirnos y pensarnos metafísicamente. Tiene una mística tan particular que logra momentos que pueden ser revolucionarios”.
Desde esa mirada espiritual, Larcher insiste en recuperar el carácter comunitario de la música. “Hay que emancipar el canto de los escenarios. Que el canto no sea solo un motivo para admirar a alguien, sino la posibilidad de sumarse a un espacio cuidado y consensuado para cantar y sentirse en comunidad. En este individualismo atroz, donde el consumo pasivo de propuestas artísticas se impone, tenemos que trabajar en esa participación entre los músicos populares. La música no sobrevive en soledad. Siempre necesita de esa otra parte que la completa. Es un suceso comunitario, donde sea que suceda: en un patio, un festival o un estadio”.

Su fe en la música es una forma de esperanza. “Tengo fe porque la lucha se espera con esperanza, sino no se espera. Confío en la música plenamente, como en la danza y el teatro, que son las artes del presente, del aquí y del ahora”.
Esa fe también tiene raíces en sus referentes. “Por supuesto Mercedes Sosa, Liliana Herrero, Teresa Parodi, son mis grandes referencias, y también mis compañeras contemporáneas: Noelia Recalde, Micaela Vita, Florencia Bobadilla, Milena Salamanca, Luciana Jury. Hay tanta maestría, tanta hermosura, que es muy nutritivo estar atenta a la música que hay. Y también están las voces anónimas que escuché mientras caminaba por Catamarca o trabajaba como profe en la villa: esas también son mis referencias. Quiero que esas voces estén en mi canto, no solo como estética, sino como un sentir político. Porque no solo necesitamos sentirnos parte del pueblo sino también escuchar a ese pueblo”.
Larcher evoca además a Violeta Parra y Leda Valladares como guías: “Ellas habilitaron que podamos decir, nombrar. Esa es la tarea: estar en diálogo con los abuelos, con las generaciones anteriores. Si se corta esa cadena, no nos entendemos entre nosotros. El arte propone eso: el diálogo generacional”.
Con Trinar – La flor, Larcher reafirma un pensamiento que recorre toda su obra: la música popular como territorio de comunión, pensamiento y resistencia. “Aprendí que el oficio de cantautora implica un compromiso muy grande, no solo con la palabra sino con la vida. Hasta hace un tiempo creía que las canciones más lindas del mundo ya existían. Hoy defiendo un disco propio porque entendí que lo importante no son solo las canciones, sino el estado de hacer canciones. El canto como forma de existencia, como manera de estar con otros y de resistir con belleza”.
Nadia Larcher se presenta el domingo 9 de noviembre a las 21 en Guajira (La Plata) para presentar Trinar – La flor. Una artista que vuelve a la raíz para cantar al presente, desde la ternura, la conciencia y la fuerza de la comunidad.
