A partir del triple crimen de Varela, Esteban Rodríguez Alzueta analiza cómo se reorganizó la “economía plebeya” en torno a la venta de drogas, por qué la Policía perdió capacidad de regulación y qué distingue la violencia expresiva de la violencia gore. Además, el investigador y coautor del podcast Mundo Transa, advierte sobre el riesgo de explicarlo todo como “guerra de bandas” y propone discutir regulación política de los territorios.

El debate público volvió a dividirse: o el triple crimen es “la muestra de lo que pasa todos los días”, o una anomalía que nada dice del resto. Para Esteban Rodríguez Alzueta, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad Nacional de La Plata, la verdad está entre ambas: “Es un poco de las dos cosas. Por un lado, el caso deja traslucir formas novedosas de organización en los barrios plebeyos, y por el otro, muestra la incapacidad policial para regular a estos nuevos actores”.
Rodríguez Alzueta dice que la clave está en comprender qué es hoy el “mundo transa”. “Es un mundo heterogéneo donde, además del narco, hay transas que trabajan por cuenta propia. Muchos combinan la venta de drogas con otros oficios: una barbería, una pizzería o una despensa”. Esa fragmentación rompe el esquema clásico de control policial: “Antes se negociaba con un narco que encuadraba a todos los actores. Hoy hay decenas de transas por barrio, y esa negociación ya no ordena el territorio.”
La motivación no se explica solo por pobreza. “La venta de drogas es una ventana de oportunidad vertiginosa para escalar socialmente. Muchos jóvenes crecieron viendo que el transa es la figura más exitosa de su entorno: el que tiene la moto, la ropa, la admiración”. Además, el consumo se volvió transversal: “Ya no consumen solo los jóvenes. Consume el hijo, la mamá y la abuela”.
Ese ingreso del mercado al barrio, dice Alzueta, desarmó viejas solidaridades: “Con el mundo transa entraron las leyes más crueles del mercado. El mercado no pregunta: ni el vendedor del shopping ni el tranza te piden el origen de la plata”.
La logística también se transformó: “Hoy no hace falta regentear un territorio. Se puede vender por Telegram y distribuir con plataformas de delivery”. Esa virtualización, explica, amplió los márgenes del negocio sin requerir presencia física ni control territorial.
Sobre la violencia, el investigador diferencia planos. “La guerra entre bandas existió, pero fue excepcional. Lo que creció es una violencia expresiva y emotiva: la usan los vecinos cuando linchan, los chorros cuando roban, los pibes entre ellos. Es una violencia que busca comunicar, no solo lograr un fin”. En cambio, “la violencia gore o pornográfica, la que espectaculariza el daño, es más bien una excepción”.
En su lectura, la política se refugia en el punitivismo. “El progresismo se dejó correr por derecha. Se acostumbró a hablar de más policías, más cárceles, más penas. La guerra a las drogas fracasó: no detuvo la comercialización, expandió la violencia y llenó las cárceles”. También responsabiliza al sistema judicial: “Muchos pibes entran presos por robo y salen siendo transas. Migran de delito porque no es lo mismo salir de caño que hacer que la plata venga a vos”.
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