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Pilin Massei: 50 años de guitarra, pasión y música

Medio siglo dedicado a la música y a la guitarra. Desde las calles de Villa Elvira hasta el escenario del Teatro Colón, pasando por el inesperado llamado de Leonardo Favio, forjó una carrera donde la pasión, la constancia y la creación propia se entrelazan. Sus composiciones, sus discos y su amor por la música construyen un legado que sigue vivo en cada acorde y atraviesa generaciones.

Pilin Massei nació en La Plata en 1959 y desde muy chico estuvo marcado por la música. Su primer maestro y compañero de ruta fue su padre, Julio Rubén Massei, conocido como “El Cusa”. Desde las peñas barriales hasta el Teatro Colón, Massei fue construyendo un camino musical que atravesó géneros y escenarios.

“Empecé a los 8 años con mi papá, desde entonces me recuerdo al lado de mi viejo con la guitarra, acompañándolo, algo que me gustaba mucho. Desde chiquito seguí sus pasos. En ese momento no había la tecnología de hoy y sacábamos los temas escuchando los discos o bien mirando, prestando atención en las noches de bohemia”, cuenta en diálogo con Cacodelphia.

En la vida de Massei, la guitarra es parte de un legado transmitido de generación en generación. “Mi papá aprendió a tocar de mi abuelo, que a su vez lo había aprendido de su propio padre, un hombre que tocaba muy bien la guitarra y que, junto a otros, acompañaba al ‘Negro’ Alberti —hermano de un intendente de La Plata que cantaba muy bien tango—. Se hacían llamar ‘Los hermanos Massei’, así que la guitarra en mi familia tiene una herencia de más de cien años. Mi abuelo era maestro panadero. Todos fueron autodidactas. Yo estudié apenas dos años, porque un médico me pasaba a buscar y me llevaba medio de prepo. Es bueno estudiar para saber lo que estás tocando, pero también es bueno entender que la música sale del corazón, no se inventa. Las cosas inventadas no sirven”, recuerda Massei.

A los 14 años, comenzó a estudiar formalmente guitarra y a los 19 formó su primer dúo, “Tango Dos”, junto a Hugo Magnelli, llegando incluso a presentarse en televisión, en el mítico programa “Hola Tango”, conducido por Antonio Carrizo. Por esos años conoció a Roberto Grela, maestro indiscutido de la guitarra y figura clave en su formación.

“Un muchacho amigo me llevo hasta el Viejo Almacén de Edmundo Rivero, era muy amigo de Grela, y le pidió que me escuchara. Cuando el maestro me escuchó dijo: ‘pucha que toca ligero este chico’. Me dijo que tenía que tocar más tranquilo y me invitó a tocar. Recomendado por Grela hice unos cuantos programas de ‘La Botica del Tango’ con Bergara Leumann, en Canal 11. Luego me hice amigo de los otros guitarristas, que eran macanudos, y pasaba la noche con ellos en el Almacén, noches largas de bohemia que terminaban en ‘El rancho de Ochoa’ - boliche de Fernando Ochoa-, donde me hacían tocar con ellos. Aprendí mucho con Grela: mirándolo, escuchándolo, atendiendo sus consejos. Fue un gran referente de la guitarra”, repasa.

Durante su vida musical, Massei acompañó a grandes artistas como Enrique Espinosa, Argentino Luna, Guillermo Fernández, Los Indios Tacunau, Cacho Castaña, Antonio Tarragó Ros, Melania Pérez, Alberto Oviedo, Jorge Marziali y Luis Carlos Borges, entre muchos otros. Además, grabó discos, realizó arreglos y participó en importantes festivales, entre ellos “Guitarras del Mundo” y el Festival de Cosquín.

“Después la vida me llevó a componer y hacer cosas mías”, recordó. Entre sus composiciones se destacan “El Cusa”, incorporado por Leonardo Favio a su última película “Aniceto”, “Otoño azul”, la milonga “Pa' Don Jiménez” y “A Chiche Ligaluppi”, dedicada a un guitarrista muy querido de La Plata.

Esa experiencia, atravesada por escenarios, grabaciones y aprendizajes compartidos, también le dejó la certeza de la importancia de la creación propia como motor de la música y como forma de renovar las tradiciones.

“Los músicos y los guitarristas que empiezan tienen que formarse y trabajar y llegar a componer, porque necesitamos renovar nuestra música. Mira a Piazzolla, un loco bárbaro, que se fue de acá porque no le daban bola, y hoy es parte de la historia, porque hizo lo que quiso, lo que sentía, y por eso hoy sigue siendo un ejemplo. Por eso digo que los chicos tienen que crear un estilo, no imitar a nadie, tratar de ser ellos, porque las imitaciones no llegan a nada bueno. Siempre hay que tratar de hacer lo de uno, claro que se pueden grabar temas de otros, pero siempre hay que hacer algo propio donde salga lo de adentro. Yo siempre hice lo que quise con la guitarra”, expresa.

Encuentro con Leonardo Favio

Massei recuerda que la primera vez que lo llamó Leonardo Favio fue un impacto ya que nunca pensó que ese gigante del cine y la música pudiera interesarse en su obra: “Un día sonó el teléfono en casa y era Leonardo Favio. Al principio pensé que era una cargada, porque siempre lo vi como un gigante, alguien imposible de alcanzar. Atendió mi sobrino y me dijo que llamaba un tal Leonardo Favio, mientras yo insistía en que debía ser una broma. Pero cuando lo escuché hablar, me quería morir. Después fui, medio asustado, a su oficina. Y cuando le toqué ‘El Cusa’, se levantó como un resorte y me pegó un abrazo enorme, muy emocionado. Ese tema tiene varios climas y él lo sintió tanto que ese abrazo todavía lo recuerdo como si fuera hoy. Más tarde fuimos a grabar con la Sinfónica del Colón. Yo ni sabía que iba a cobrar, y Favio me pagó una fortuna, con la cual terminé armando mi estudio”.

La relación no quedó solo en aquella primera grabación: Favio también lo aconsejaba y orientaba. “Me decía que no ande en los boliches, que me cuide. Quería un tema mío, ‘Notas en el aire’, porque decía que era para una película que ya tenía pensado. Un grande que la vida me hizo conocer. Hoy tengo su guitarra en casa y con su hijo grabamos un disco muy lindo”, dice

Reflexión sobre la vida y la música

Para Massei, su vida musical no se explica solo por los escenarios recorridos o los artistas con los que compartió, sino también por la constancia y la pasión. “Son esas cosas que te da la vida y la música pero también la perseverancia de estar, de trabajar, porque la guitarra como cualquier instrumento lo tenés que trabajar para hacerlo bien. Por eso digo que para eso se nace. Yo nunca pensé en la fama, siempre pensé en hacer cosas que me gustaran y jamás hice música que no me llegara”, dice

“Estoy convencido de que para ciertas cosas se nace. La música es un sentimiento, no un deporte: cada cual hace lo que siente y lo que el corazón le manda”, agrega.

En ese camino de recuerdos y emociones, la figura de su padre aparece como un faro íntimo y entrañable: “Si mi papá ve todo lo que he hecho hasta el día de hoy, pasaron tantos años, tantas grabaciones. Él sabía que yo iba a tocar, se lo decía a los amigos, pero seguro que nunca se imaginó que iba a grabar una película con Leonardo Favio, pasaron cosas increíbles, por eso me hubiese gustado tenerlo al lado mío y compartir las cosas lindas que me han pasado”.

Durante 15 años, Massei también formó parte de Los Indios Tacunau, un dúo de música folklórica de Trenque Lauquen, integrado por los hermanos Néstor Eduardo “Cacho” Tacunau y Nelson Abel Tacunau. “Estar al lado de ellos fue una experiencia muy enriquecedora, porque en ese momento eran muy famosos y yo aprendí muchísimo. Tiempo después, Nelson Tacunau vino a casa antes de un viaje a Japón y, al poco tiempo, me invitaron a tocar con ellos y me propusieron ocupar la primera guitarra. Estuve muchos años con ellos, una gente extraordinaria con quienes aprendí no solo música, sino también sobre respeto y compañerismo”, recuerda Massei.

A lo largo de su extensa vida musical, Pilin Massei construyó un camino marcado por la pasión, el esfuerzo constante y la búsqueda de su propio estilo. Desde los primeros encuentros junto a su padre hasta los escenarios más importantes del país, su vida musical estuvo llena de encuentros, aprendizajes y experiencias que definieron su manera de entender la música.  

“Yo digo que en la vida hay que tener suerte, algunos me recuerdan que compuse algunas cosas muy lindas, pero siempre sostengo que hay que tener suerte, la suerte tiene mucho que ver en las cosas que me han pasado. Hoy ya estoy grande y veo a las nuevas generaciones tocando mis temas y eso es muy lindo, porque siempre toqué y compuse para mí. Nada es fácil y para hacer las cosas hay que sacrificarse y trabajar y tratar de hacerlas bien, sino tenés pasión no lo hagas, si te gusta pintar, pinta y morite pintando”, afirma.

La diversidad musical y el legado

En cada discos de Pilin Massei —“Otoño azul”, “Notas en el aire”, “El Cusa”, “Tesorito” y “Septiembre sin olvido”— conviven tangos, cuecas, zambas, valses, choros, gatos y composiciones propias que nacen de historias reales.

“Siempre escuché de todo, la música cuyana por ejemplo me gustaba mucho. También escuché mucho en esas noches de bohemia en casa, donde fui aprendiendo e incorporando distintas músicas. De chico escuchaba mucha música. Mi mamá le decía a mi papá: ‘este chico no se cansa nunca’”, cuenta. “Siempre estoy escuchando música, me gusta mucho el jazz, el blues, la música brasilera, escucho mucho y asimilo esas músicas y quizá cuando compongo algo de todo esos arreglos salen de ahí”, suma.

Con 50 años de música, Pilin Massei sigue transmitiendo pasión, autenticidad y un amor profundo por la guitarra, heredado de su familia y cultivado con perseverancia, talento y un corazón lleno de música. “Cuando ya no esté más en este mundo, me gustaría que la música que compuse la sigan tocando las nuevas generaciones. De eso se trata la música, de hacer lo que uno siente. Yo también toco temas de otros intérpretes, pero es lindo escuchar nuevas composiciones”.

Fútbol y sueños de infancia

Antes de entregarse por completo a la guitarra y la música, Massei también tuvo otra pasión: el fútbol. Desde joven se destacó en la Liga Amateur Platense, aunque su dedicación a la música y los trabajos diarios le impusieron límites.

“Jugué en la Liga Amateur Platense para Tricolores y Deportivo La Plata, pero llegaba y el técnico me veía las ojeras y me mandaba al banco. En ese tiempo los partidos se jugaban temprano y yo me acostaba a las 6 de la mañana. En esa época tocaba en tres o cuatro trabajos, había una bohemia muy interesante”, cuenta.

Su padre, zurdo y habilidoso, le transmitió la pasión por la pelota, aunque Massei nunca pudo coincidir plenamente entre la música y el fútbol: “Mi papá jugaba muy bien también al fútbol, yo no lo vi jugar, me contaron sus amigos que era zurdo y le pegaba fuertísimo a la pelota. Yo jugaba de diez, jugaba bien, me gustaba mucho el fútbol, siempre me gustó, pero nunca pude hacer las dos cosas”.

Desde pequeño Massei siguió con fascinación a los grandes jugadores del fútbol brasileño: “Cuando tenía diez años, mi mamá entró a trabajar en el frigorífico Swift y compró a crédito una televisión donde veía al Santos de Pelé, Coutinho, Clodoaldo, Jairzinho, Rivelino. Soñaba con las cosas que hacían esos tipos. Ojo que también Garrincha era un fenómeno. Soy fanático del fútbol brasileño, uno de los mejores del mundo, de los más vistosos. De pibe me identificaba con ese fútbol. Era habilidoso, y en esas canchas con esas pelotas, que no eran estas de hoy día, trataba de jugar como ellos”.

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