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Ildo Patriarca y un acordeón que suena para siempre

Este año se cumplió una década del fallecimiento de uno de los músicos más influyentes de la música latinoamerica. Su capacidad para fusionar tango, folclore y jazz lo convirtió en un referente indiscutido del acordeón. Su legado sigue vivo no solo a través de su virtuosismo, sino también en la profunda huella filosófica y técnica que dejó en quienes lo conocieron y aprendieron de su arte.  

El 10 de julio de 2014, fallecía Ildo Patriarca, un músico excepcional y un verdadero símbolo de la música latinoamericana. Con un estilo único, trascendió los límites de su instrumento, llevándolo más allá de la diversión popular y colocándolo en auditorios de conciertos. Reconocido por su virtuosismo, era considerado por muchos como "el mejor acordeonista argentino", tal como lo afirmó el maestro Raúl Barboza. A lo largo de su vida musical, Ildo forjó una propuesta sonora singular que transformó la percepción del acordeón. “Si me preguntás cuál es mi sueño, te digo que ya lo cumplí: grabar como solista y llevar el acordeón a los auditorios”, decía el maestro, con la humildad que lo caracterizaba. Este enfoque hacia una interpretación más introspectiva y profunda fue lo que él denominó "acordeón de auditorio", un estilo que contrasta con el uso tradicional del acordeón en la música bailable. "La música era su forma de respirar, y su manera de vivir la vida atravesada por el instrumento", recordó, Facundo Quiroga, músico y discípulo de Patriarca. 

Hago lo que siento: la filosofía de Ildo Patriarca 

Facundo Quiroga, quien conoció a Ildo Patriarca en 2005, explicó cómo su maestro no solo transformó la forma de tocar el acordeón en Argentina, sino que también cambió la manera de pensar el instrumento a nivel mundial. “Ildo fue un iluminado, un distinto”, comentó Quiroga, destacando que la grandeza de Patriarca no solo residía en su virtuosismo técnico, sino en su capacidad de contar historias a través de la música, haciendo de su interpretación un acto profundamente emocional. “Él solamente hacía, como decía, ‘lo que le salía’, tan sencillo y tan grande como eso. Para él, la música era su forma de respirar, su manera de vivir la vida atravesada por el instrumento. Entonces, lo que nosotros podemos apreciar como virtuosidad, para él era simplemente su forma de vivir”, expresó en diálogo con Cacodelphia. “Por eso sigue siendo un referente para todos los amantes de este instrumento, porque Ildo cambió toda una forma de pensar el acordeón en nuestro país. Acá el instrumento solo se ejecutaba para bailar, para la diversión y él comenzó a presentar al acordeón a nivel de concierto de auditorio, y ahí cambió la cosa”, agregó el músico. 

Ildo Patriarca nació el 10 de mayo de 1939 en La Carlota, provincia de Córdoba, en el seno de una familia de agricultores. Hijo de María Ernesta Gamaleri y Salvador Patriarca, quienes se dedicaban al campo, Ildo mostró desde temprana edad una inclinación natural por la música. A los 9 años comenzó a estudiar con Jorge Cagna, quien lo introdujo en las primeras nociones musicales. A partir de allí, desarrolló su talento de forma autodidacta y empezó a participar en diversos conjuntos musicales locales, como “Los Indios de la Carlota”, “Estrellas Grises de Huacacha” y “Los Electrónicos”. Su formación se complementó con estudios en Buenos Aires bajo la guía de Norberto Koppel y Roberto Maggiolo, lo que le permitió perfeccionarse como acordeonista, al tiempo que continuaba su carrera como solista. 

"Ildo a los diez años tocaba el violín, había estudiado teoría y tenía sus conocimientos, no era un gran lector a primera vista, no le interesaba eso y tampoco nunca escribió en papel nada de lo que compuso, pero tenía conocimiento de armonía, tenía su parte académica, a la que no le daba mucha importancia", contó Quiroga. Además, destacó su impresionante oído absoluto, algo que le permitió desarrollar un estilo musical único y distintivo. El repertorio de Ildo Patriarca fue vasto, abarcando casi todos los géneros, desde tango y jazz hasta marchas militares, clásicos ligeros, y música bailable. A lo largo de su vida artística, fue parte de orquestas y conjuntos, tocando valses, rancheras, foxtrots y pasodobles, géneros populares en las orquestas características de la época. A medida que avanzaba la década del 60, incorporó cumbia y cuarteto a su repertorio. Sin embargo, en 1975 decidió alejarse de la música bailable, pues no se sentía identificado con ese estilo. Durante casi seis años, se alejó de los escenarios, hasta que en un festival de tango en Villa Mercedes, subió al escenario y tocó tres temas. Fue en ese momento cuando el músico Domingo Federico lo invitó a grabar en Rosario, lo que marcó su regreso a la música y el inicio de una nueva etapa. 

Además de su virtuosismo, Ildo fue un gran compositor que desarrolló una forma muy particular de interpretar la música, con arreglos innovadores que daban un estilo único a sus piezas. Su capacidad para adaptarse y fusionar distintos géneros se convirtió en una de sus principales enseñanzas. Facundo Quiroga, quien fue su  discípulo, recordó una de las grandes lecciones que le dejó: “Lo importante es abarcar la mayor cantidad de estilos que uno pueda, porque cada estilo tiene su técnica y eso hace que uno pueda llegar a dominar el instrumento”.

Quiroga destacó que, a pesar de haberse formado en otros estilos como la música clásica y el jazz, fue bajo la tutela de Ildo que comprendió cómo fusionar todos esos conocimientos y aplicarlos al acordeón, lo que le permitió crear su propio estilo. “Yo he estudiado muchas cosas, aunque no me he recibido de nada, soy más bien un buscador de conocimientos. Entonces, en el Conservatorio tomé de la música clásica lo que me servía, después estudié jazz con Ernesto Jodos y así llegué a Ildo. De ese modo, fui formando mi propio yo, y eso es parte de la enseñanza de Ildo: buscar y tratar de tocar todo tipo de músicas, porque el instrumento da para todo. Si nos enfocamos en un solo estilo, voy a tener la técnica de ese estilo, pero no voy a poder tocar otra cosa. Entonces, Ildo me enseñó que, cuando uno decide ser un instrumentista, lo importante es abarcar la mayor cantidad de estilos que uno pueda, porque cada estilo tiene su técnica y eso hace que uno pueda llegar a dominar el instrumento. Esa es una de las grandes enseñanzas que me dejó el maestro", contó quien  recientemente fue nominado a los premios Gardel por su disco “Aromas de Tango”. 

Lecciones, más allá del acordeón 

Quiroga, reconocido acordeonista, compositor, docente, compartió su relato sobre cómo llegó a ser influenciado por el gran acordeonista. “Desde que tengo memoria fui acordeonista (...) A los 11 años, junto a mis hermanos, tocábamos en los bailes de campo, pasodobles y rancheras, todo un repertorio bailable. Sin embargo, cuando comenzó a llegar la cumbia con teclados, dejé de tocar el acordeón y durante 17 años no volví a tocarlo”, contó. Y no fue hasta los 32 años que se reencontró con el acordeón, gracias a un amigo músico que le hizo escuchar una grabación de Ildo Patriarca tocando en Olavarría. Al escuchar esa interpretación, descubrió un estilo diferente, algo que nunca había oído antes. “Ahí mismo empecé a intentar copiar la manera de tocar, y esa forma de interpretar que nunca había escuchado”, relató. Tras ese encuentro, decidió contactar a Ildo Patriarca, enviándole una carta con un demo de su música. Días después, recibió una llamada telefónica de Ildo, quien le ofreció generosamente su apoyo y conocimientos. Así comenzó una relación que llevó a Quiroga a viajar frecuentemente a Alejandro Roca, el pueblo de Ildo, para recibir su enseñanza directa.  “Ildo me abrió las puertas de su casa desde el primer día. La primera vez que viaje, me fue a buscar, me llevó a un hotel y, cada vez que iba, me esperaba. Íbamos a su casa y allí nos pasábamos charlando”, recordó sobre la relación con su maestro y referente. La enseñanza de Ildo no solo era técnica, sino también filosófica.

“Su forma de enseñar era a través de la palabra, de ese modo me enseñó cómo él vivía la música”, contó. A lo largo de sus encuentros, aprendió de Ildo que la música no es solo una práctica sobre el escenario, sino una forma de vida: “Uno debe vivir como músico, respirar como músico, para poder transmitir eso a la obra. Todo eso Ildo lo transmitía solamente con la palabra”.

 Quiroga también destacó que, aunque trataba de imitar las interpretaciones de Ildo en el acordeón, la verdadera magia residía en la forma en que su maestro relataba y vivía la música. “Cada vez que viajaba a Córdoba, quizá tocaba medio tema y el resto del tiempo era escucharlo hablar, de ese modo me transmitió mucho de sus conocimientos, de sus saberes”, explicó. A través de estas charlas, él aprendió no solo a tocar, sino a interpretar la música de manera más profunda. “Ildo me enseñó a no tocar ansioso, a contar una historia, a saber adaptarme al momento del concierto, y la verdad que todo eso es impagable”, concluyó.

 Acordeón de auditorio

El documental “Ildo Patriarca - Un acordeón, un destino”, dirigido por Elizabeth Lutard y Eduardo Masset, ofrece un acercamiento profundo a la figura que marcó un hito en la historia de la música popular argentina. A través de testimonios de grandes referentes como Raúl Barboza, se puede conocer cómo la influencia de Patriarca no solo cambió la percepción del acordeón, sino que también llevó a muchos músicos a replantearse su manera de interpretar el instrumento.Él formó parte de los que se maravillaron al escuchar a Ildo, recordó cómo, desde el primer encuentro con su música, se dio cuenta de que había algo único en su técnica.

"Todas las preguntas que nos hacíamos no tenían respuestas", se escucha decir a Barboza en el filme estrenado en 2012. Fue entonces cuando se propuso emular su estilo, centrándose en mejorar su mano izquierda. Quiroga, en diálogo con Radio Futura, también, destacó la singularidad de la técnica de Ildo, la cual permitía al acordeón ejecutar tanto armonías como melodías, algo inusual en el mundo del instrumento, donde normalmente la mano izquierda se limita al acompañamiento. “En ese documental, Barboza dice que a partir de escuchar a Ildo, se dio cuenta que tenía su brazo izquierdo enyesado, y es que Ildo era un fuera de serie. Yo he tenido la posibilidad de estar en Europa y de conocer a grandes virtuosos y genios del instrumento, pero Ildo fue un distinto. No solo por su habilidad y su técnica, sino por su forma de orquestar. Cuando escuchas a Ildo Patriarca, estás escuchando una orquesta, no solo un instrumento. Y esa orquestación la hacía a partir de su mano izquierda, desde donde trabajaba las armonías y las melodías, junto con la derecha, creando una forma única”, expresó. Y  agregó: “Mientras que la mayoría de los acordeonistas se basan en la mano derecha, porque atrás tienen una orquesta que los acompaña, Ildo demostró que el mismo acordeón es una orquesta, y que depende de la capacidad que uno tiene para exigir al instrumento, para que haga lo que tiene que hacer”. 

“Cuando uno entiende eso, emprende un nuevo camino, es volver a empezar. Todos hemos sido acordeonistas antes de conocerlo a Ildo, pero así como Barboza dijo luego de escucharlo: ‘tengo que volver a empezar a tocar el instrumento de cero’, lo mismo nos pasó al resto, que tuvimos que volver a empezar”, dijo Quiroga. 

Patriarca, que aprendió de los bandoneonistas y no de otros acordeonistas, comenzó a tratar al acordeón como si fuera un bandoneón, lo que le permitió realizar melodías y armonías en ambas manos. Este enfoque llevó a la creación del concepto del "acordeón de auditorio", un estilo que transformó la manera en que se percibía el instrumento, tradicionalmente relegado a la música bailable y el acompañamiento. “Ildo decía que había aprendido de los bandoneonistas, no de los acordeonistas. Se preguntaba: ‘¿Por qué los bandoneonistas pueden tocar con ambas manos y los acordeonistas solo usamos la izquierda para acompañar?’. Fue así como comenzó a hacer melodías y armonías con ambas manos. A partir de su capacidad y don, nació el concepto de acordeón de auditorio”, repasó Quiroga

El acordeón como orquesta 

Para Quiroga, Ildo Patriarca dejó una huella imborrable en la historia del acordeón: "Marcó un antes y un después en la historia del instrumento (...) En sus comienzos, el acordeón de piano se asociaba mayormente con la diversión popular, un instrumento utilizado en bailes y festividades, pero fue Ildo quien expandió sus fronteras y lo llevó a los escenarios de auditorio”.

"El acordeón a piano estaba generalmente relegado a un papel de inocente diversión", decía Patriarca, señalando que su gran contribución fue darle al instrumento un lugar serio en el ámbito musical. La innovación de Patriarca también se reflejó en su abordaje del tango. Mientras que el tango tradicional estaba vinculado al baile, Patriarca lo acercó a una interpretación más profunda, dirigida al oyente, sin la necesidad de una conexión directa con la danza.

"Tocar música de auditorio es tocar para que escuche la gente, no hay tiempo, es todo más flexible", explicó Quiroga, quien remarcó cómo el fraseo de Ildo estaba diseñado para captar la atención del público, alejándose de la rigidez de la música para bailar. “Si hablamos del tango, por ejemplo, la música bailable es la orquesta de Juan D’Arienzo, que se toca rápido y siempre a tempo, pensando en el bailarín. Por eso, el músico que tocaba de manera más fluctuante, flexible, con algunas cadencias, ese tipo de tango no le gustaba. Entonces, tocar música de auditorio es tocar para que escuche la gente, donde no hay tiempo, es todo más flexible, el fraseo es diferente, y eso hace que el oyente preste más atención a la música que no es para bailar. Por eso, es diferente la forma de tocar”, explicó Quiroga, ejemplificando las dos formas de interpretar la música. 

A pesar de los años, para él el acordeón sigue siendo visto por algunos como un instrumento limitado a la cumbia y la música bailable, por eso junto a otros colegas continúan luchando por reivindicar su capacidad de adaptación a distintos géneros. “Cuando en los años ‘80 Ildo Patriarca comenzó a tocar y a mostrar ese trabajo musical, fue toda una novedad estar escuchando a un acordeonista tocando tango”, dijo y agregó que “hoy sigue siendo así, sigue siendo todavía una novedad”. “Hace un tiempo, con la Orquesta Sinfónica de Olavarría, hicimos un concierto de tango con tres invitados. Uno de ellos, un bandoneonista que llegó de Coronel Suárez, que cuando me vio con el acordeón en fila con él, se sorprendió. Y cuando comenzamos a tocar, no podía creer que el acordeón se adaptara tan bien al tango, y que podía tocar como un primer bandoneón. Y eso es por desconocimiento”. 

Junto con otros colegas, seguimos luchando para reivindicar el instrumento y de ese modo continuamos la lucha que Ildo llevó adelante durante muchos años. Hoy todavía hay quienes ven al instrumento solo para la cumbia y el baile, y no para un concierto de auditorio, donde se pueda escuchar música solamente con ese instrumento, que además es muy completo, porque el acordeón en sí es un órgano transportable. Se creó para eso, para que pudiera reemplazar a los órganos de las iglesias que no se podían mover, y para acompañar con música las distintas peregrinaciones. Tocando el acordeón, además, tenés la ventaja de poder cambiar de sonidos, porque podés imitar una flauta, el fagot, unos violines y el bandoneón. Entonces, de ese modo, el acordeón, se transforma en una orquesta”, explicó. 

De chacarero a maestro del acordeón 

Ildo Patriarca comenzó su vida como solista en 1981, destacándose en el tango con arreglos propios que demostraban su virtuosismo y estilo único. Su participación en el "Primer Festival de Tango" en Villa Mercedes le valió el reconocimiento como revelación, y gracias al maestro Domingo Federico, grabó su primer disco. A lo largo de los años, su talento lo llevó a actuar en importantes festivales como el de Cosquín, donde fue invitado en 1984 por Raúl Barboza, y a participar en eventos internacionales como el "MUSICANTO" en Brasil y el "Festival Argentino 94" en Los Ángeles. Su capacidad para fusionar la tradición con un estilo moderno lo consolidó como uno de los mejores intérpretes de acordeón en Argentina. Sin embargo, su camino hacia la música no fue sencillo. A Ildo le costaba mostrar sus manos, que, debido a su trabajo agropecuario, estaban ásperas y llenas de callos. En su juventud, como pequeño productor rural en el sur de Córdoba, el acordeón era solo un pasatiempo en sus ratos libres. “Lo mío fue un accidente”, solía decir, refiriéndose a la forma en que su vida cambió al convertirse en músico a tiempo completo. “De a poco fue perdiendo ese pudor y comprendió que podía vivir de su instrumento”, recordó Quiroga. “Pero eso se fue dando sin que él se diera cuenta, porque por su humildad, él tampoco creía que lo que hacía era tan fabuloso. Él decía: ‘yo toco así, porque me sale y me gusta hacerlo así’, sumó. Fue un amigo quien lo llevó engañado a un festival, donde después de varias horas lo dejaron subir al escenario. Allí fue descubierto por Domingo Federico en 1981, un encuentro que cambió su vida. Federico le ofreció grabar su primer disco, cuando Ildo ya tenía más de cincuenta años. Años después, Ildo reflexionaba sobre ese momento crucial: “Si no hubiera sido por Federico, yo no hubiera tenido la valentía de largarme solo. La idea del solista de acordeón era algo que había que instalar, no estaba en nuestra cultura. Siempre fue un instrumento para divertir a la gente, y nada más”. Una de las últimas presentaciones de Ildo Patriarca tuvo lugar en Olavarría, un concierto que marcó su retiro de los escenarios. Esta despedida fue gestionada por Facundo Quiroga, quien había trabajado junto a él en varias ocasiones. “Luego de ese concierto se retiró porque ya se cansaba mucho”, recordó Quiroga, quien fue testigo de esa última actuación del maestro. 

El acordeón de Ildo

Facundo Quiroga recordó que gracias a Ildo Patriarca obtuvo su primer acordeón profesional. En ese momento, tocaba con un acordeón de estilo francés, pero no estaba satisfecho con el sonido que producía, pues lo encontraba "afrancesado". Decidió entonces reemplazarlo por un instrumento de mejor calidad, similar al que Ildo utilizaba: una pieza única de la marca Piatanesi Ottavianelli, fabricada especialmente para él. Aunque Ildo ya había decidido retirarse de los escenarios, Quiroga le preguntó si estaría dispuesto a venderle ese acordeón tan especial. Sin embargo, el maestro no tenía intención de venderlo, pues su familia deseaba conservarlo, pero también quería que el instrumento siguiera sonando. Fue entonces cuando Quiroga decidió poner a la venta su acordeón y planear un viaje a Italia para conseguir uno similar. 

“Como él ya había decidido retirarse de los escenarios, le comenté que si quería venderlo, me anotara primero en la lista. Sin embargo, esa no era su intención, ya que su familia quería conservarlo, pero él deseaba que el instrumento siguiera sonando. Fue entonces que puse en venta mi acordeón y estaba decidido a viajar a Italia para buscar uno como el suyo, que, tiempo después, supe que solo existen ocho instrumentos como ese en el mundo”, repasó Quiroga. Una noche, el teléfono de Quiroga sonó, y al descolgar escuchó la voz de Ildo Patriarca, quien le dijo: “Facundo, no viajes a Italia, que yo te doy mi acordeón”. Así, Quiroga recibió el acordeón de Ildo, un instrumento que no solo es un honor, sino también una gran responsabilidad para él. Desde entonces, el acordeón de Ildo Patriarca ha sido parte de su vida, un legado invaluable que conecta la tradición y el virtuosismo del maestro con las generaciones venideras.
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