La obra teatral relata la historia de una joven de 20 años que, tras una muerte prematura, se encuentra en un limbo existencial.
Este domingo 17 de noviembre, la sala de El Altillo del Sur (1 esq. 67) será el escenario de "Dar vuelta la página", una obra escrita y protagonizada por Candela Olaechea, quien también dirige junto a César Palumbo. La obra es un unipersonal que invita al espectador a sumergirse en el viaje de una joven atrapada entre la vida y la muerte, enfrentando las huellas de su pasado. A través de su relato, revive los momentos clave de su vida, las heridas que la marcaron y las decisiones que la llevaron a un desenlace fatídico. La aceptación de su pasado será la única vía para liberarse de aquello que la consume.
La obra fue estrenada recientemente, y para su autora y protagonista, Candela Olaechea, el estreno fue un momento lleno de emociones. "El estreno fue hermoso, estaba llena de nervios, pero lo que pasó fue muy gratificante", expresó a Cacodelphia.
La dramaturga reveló que la idea de la obra nació hace mucho tiempo, pero fue en mayo de este año cuando decidió finalmente darle forma. "La creación del texto viene desde hace muchos años, pero es en mayo de este año que me decidí a ponerle el cuerpo y buscar un espacio para comenzar a darle forma a la obra", comentó Olaechea, quien comenzó a componer el guion a partir de improvisaciones.
La trama, según explicó la autora, se centra en una joven que espera reencarnar, pero durante su tránsito hacia el más allá, se encuentra con un personaje a quien le cuenta su historia. A través de esta conversación, revivirá momentos decisivos de su vida, aquellos que la construyeron y la llevaron a su trágico final.
"La idea de base era construir la historia de un personaje que termina falleciendo de sobredosis a los 20 años, ese fue el disparador. A partir de ahí había que imaginar qué circunstancias y qué cosas le habían pasado para llegar a ese final. Con esa premisa comencé a trabajar las improvisaciones y de ese modo le fui dando forma a la historia", explicó sobre el proceso creativo.
La doble tarea de dramaturga y actriz
Interpretar y escribir la misma obra es un reto significativo, y para Olaechea no fue la excepción. En un principio, el texto estaba muy influenciado por las improvisaciones y parecía no tener un fin claro. "El texto fue mutando un montón, porque al principio iba volcando el registro de esas improvisaciones, y no terminaba nunca de completar el texto, entonces, fue necesario encontrar el equilibrio. Cuando llegué al teatro notamos que era muy narrativo y entonces hubo que hacer el traspaso para la acción", indicó.
El desafío consistió en transformar una narrativa en un drama en vivo, y para eso, Olaechea, tuvo que trabajar en las transiciones entre los distintos personajes que ella misma interpreta. "El primer trabajo fue entonces construir los personajes entre tantos detalles, palabras y descripciones. Si bien se trata de un unipersonal, ella va contando su historia, entonces, la vemos de niña, de adolescente y de madre, por eso el primer trabajo fue pasar de lo narrativo a lo dramático", explicó.
En ese proceso, el director César Palumbo jugó un papel clave: "Fue fundamental, porque a medida que íbamos viendo el texto él tenía cierta claridad sobre qué cosas había que modificar. Siempre fue muy respetuoso de la idea que yo tenía, pero a partir de lo que sucedía en escena y lo que él miraba desde afuera, siempre terminábamos los ensayos con alguna idea para modificar y mejorar. La mirada de él fue fundamental porque le fue dando forma a la obra y me acompañó en ese proceso de modificación y descubrimientos. Fue un gran compañero".
Uno de los mayores desafíos que enfrentó la actriz fue la necesidad de representar múltiples personajes sin abandonar el espacio de interpretación. "El primer desafío fue encontrar las características particulares de cada personaje porque en ningún momento salgo de escena. Entonces, todas las transiciones entre personaje y personaje se van haciendo en vivo. Al principio, usaba objetos como un par de anteojos, un pañuelo o un moño para identificar a los personajes. Después, incorporé un muñeco. El reto era encontrar cómo diferenciarlos en un espacio tan sencillo", comentó la actriz.
El diseño de la obra es minimalista, y la puesta en escena utiliza elementos específicos para remitir a los años 80 y 90, época en la que se desarrolla la historia. "Es un teatro muy simple, donde se trabaja mucho con el espacio vacío. En escena hay dos cubos y objetos que son muy específicos, que están para marcar una época. Esto no ocurre en la actualidad, la chica fallece en los 90, por eso su infancia se desarrolló en los 80. Buscamos elementos que te remiten a ese tiempo", explicó la autora y protagonista.