En un campo de Ezeiza fueron encontrados más de 700 caballos abandonados y en grave estado de salud. La investigación dejó al descubierto un tráfico ilegal de carne que era exportada a Europa y terminó en un juicio que marcó un hito en el derecho animal. La historia fue reconocida con dos galardones de los Premio Gabo al periodismo 2024.
La crónica “La noche de los caballos: el rescate equino más grande de América del Sur” publicada en la revista Gatopardo consiguió galardones en dos categorías distintas de los Premios Gabo por primera vez en la historia de sus ediciones. Diego Fernández Romeral ganó el reconocimiento a mejor Texto y las imágenes de Anita Pouchard Serra que la acompañaban ganaron en Fotografía. Se trata de una investigación periodística que relata los detalles del crimen organizado en torno a la exportación de carne de caballo desde Argentina hacia Europa.
“En un campo (en Ezeiza) se guardaban caballos robados, se los criaba de forma clandestina, se permitía que se reproduzcan sin ningún tipo de atención médica, y de ahí eran llevados de forma ilegal a los frigoríficos y la carne terminaba vendiéndose en los mejores restaurantes, los más caros de Europa, en Francia, en Suiza, en Bélgica”, cuenta Fernández Romeral en diálogo con Los Mundos Posibles.
Se trataba de una red criminal que operaba en Buenos Aires y en otras provincias argentinas. A partir del tráfico ilegal de la carne de caballo generaban un espacio para la cría clandestina con objetivos comerciales. Florencia Sampietro, líder de la ONG Centro de Rescate y Rehabilitación Equino, fue quien descubre a la organización en 2019.
“La crónica trata de contar el funcionamiento del crimen organizado que se dedica a robar caballos para exportar la carne, y por otro lado, el trabajo que hacen las ONG. El Estado cuando se da cuenta que se tienen que llevar 700 caballos, ¿a dónde los llevan? ¿y cómo los sostienen? No tienen plata para hacer eso. Entonces, los animales quedan en una especie de limbo, porque ¿quién se va a robar? El Estado no puede, no tiene recursos”, explica el periodista.
En ese momento los animales, técnicamente, no tenían dueños, sus presuntos propietarios eran los Onorato, la familia que conformaba el clan que lucraba con la actividad. Luego de las denuncias, las autoridades judiciales le dicen a Sampietro que deben quedarse con los caballos sino deberían permanecer en el “campo del horror”, porque el Estado no iba sacarlos del lugar. El sitio donde esta red operaba para “blanquear” a los animales eran en los frigoríficos.
“Cuando hice la investigación, lo que siempre se decía es que allí hay personal del SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria), que es el ente que regula los alimentos en el país, certifica que los caballos que ingresan tienen una trazabilidad clara, es decir, que se sabe de dónde vienen y cuál es su historia, y que por eso pueden ser faenados”, explica el periodista, y agrega que tras la publicación de su crónica: “Las ONG denuncian que no se cumple, por sobornos, coimas, por parte de la propia organización criminal, sumado a una serie de informes en distintos portales donde los dueños de los frigoríficos decían que ellos no podían certificar la trazabilidad, y en realidad sí lo era, a través del SENASA”.
Por último, sobre el tiempo abocado a la investigación y consulta de fuentes, Fernandez Romeral cuenta que “desde que me encontré encontré el tema y empecé a investigar todo fue casi un año de trabajo, con varios pedidos de extensión de tiempo a Leila Guerriero, editora de Gatopardo, me daba cuenta que no me alcanzaba el tiempo para poder escribirla de la manera en la que quería hacerlo, porque tenía mucho material importante y no quería largarlo tan rápidamente, se necesitaba poder pulir cada paso”.
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