Inicio Cartas y Postales Mi querida casa

Mi querida casa

por Iraldo Ramírez Tapanes

Es una tarde gris, otoñal, los arboles despidiendo sus hojas, decidí escribirte estas líneas. Estoy logrando salir de la nostalgia que nos alcanza a todos cuando decidimos marcharnos a un país extranjero y dejamos atrás algo de gran valor sentimental. Mi casa te extraño mucho. Ser tu inquilino por más de veinte años ha sido un veredero privilegio. Es verdad que éramos tú y yo, pero habíamos logrado ser uno para el otro.  Recuerda, siempre te contaba, mi padre y yo entablamos varias disputas sobre el lugar de tu ubicación ¿Qué quien gano? Yo escogí el sitio donde radicas, frente al céntrico paseo donde los domingos las familias se reúnen, o se llegan parejas de enamorados para amarse al atardecer. Mucho toman una flor de nardo o lirio de tu jardín. Algo, que no sabes es que mi padre se esmeró seleccionando los materiales para darte un cuerpo y convertirte en una casa de verdad. ¿Qué decir de las columnas que te sostienen dándote un aire de majestuosidad? ¿Y los espacios interiores?  Mi cuarto de 4x4, pequeño dirán algunos, pero acogedor, cómplices de mis aventuras y testigo de mis creaciones literarias en las solitarias madrugadas. Te acuerda, haces unos año tuve que cambiarte unas tejas porque dejabas juguetona la lluvia entrara en las habitaciones. Y ¿Qué me dices de los tiempos de crises? No he olvidado cuando entristeciste por el color de pintura que te di ¿Sabes una cosa? A mí tampoco me gusto. Desde la distancias me preguntó si mi tío estará cuidando bien. Bueno, antes de despedirme te voy dar una buena noticia. En cuanto arregle unos asuntos voy a visitarte y estaremos juntos unos días. Mi casa, puedes estar segura aunque media la distancia no te olvidare. Eres muy especial porque has estado conmigo en las alegrías y tristezas, en mis triunfos y derrotas. Hoy quiero confesarte algo. Estas aquí al lado izquierdo de mi pecho.

                                                                            Sin más tuyo siempre.

                                                                                 Tu fiel morador.  

Posdata: ¡Ah! Perdón si alguna vez en mis ataque de cólera golpeé tus paredes, ventanas, o enojado tire la puerta. Cuando vallas te pintare con tus colores preferidos para que sea por siempre una casa alegre.

Artículo anteriorDibujé mi casa
Artículo siguienteLa casa futura