por Rodrigo Alonso Castillo Castro
Lima, 17 Setiembre del 2023
Estimados lectores, en principio la finalidad de esta misiva es expresar el desencadenante problema en el que vivimos. Para ser más exactos, el valor que le damos al refugio de nuestros cuerpos: la casa.
Es vital saber que el lugar donde reposamos, reímos, crecemos, soñamos se va disolviendo de manera inevitable, sin darnos cuenta no le damos el valor debido. Las generaciones de ahora solo velan por su interés, sin saber que nuestro hogar va mucho más allá de solo ser concreto.
En este lugar y cada recóndito escondite, edificamos nuestra consciencia, recuerdos con nuestros seres queridos, nos mostramos tal y como somos, sin caretas ante una sociedad estereotipada. La selva de cemento, como la denomino, resguarda cada logro, llanto vivido que libera sentimiento alguno sin temor a ser juzgado. Aquí experimentamos diversas emociones ya sean desde caídas por nuestra perspicacia, hasta el logro de poder independizarte, todo ella queda pasmado en el ambiente que nos acompañará en el día a día.
Es emotivo saber que la morada acogedora que nos conduce de manera cotidiana, pronto se esfumará, migraremos como aves que vuelan, dejaremos los recuerdos físicos. Somos tan afortunados de gozar de una, sin embargo, no todos tenemos este concepto, de cierta manera en estas instancias del día a día, estamos mezclando el concepto casa y hogar. Para algunos solo es un lugar para reposar, algo rutinario sin saber que realmente va más allá de ello. Formar un hogar es mucho más, se necesita sembrar valores, recuerdos con los que decimos amar, generar conexiones que sean sinónimo de paz, el lugar donde realmente podemos sentirnos seguros, hay mucho por trabajar, los recuerdos que esto genera son invaluables, ante todo esto quiero mencionarles como dogmatice esto:
Mi casa, la de los recuerdos, aquella que me acompañó en muchos aspectos de mi vida, viví muchas etapas, descubrí grandes cosas, desde niño cuando exploraba y jugaba en el patio creyéndome ser un cazatesoros, hasta formar vínculos con personas importantes en mi vida, hoy en día, ya no me encuentro en ella, sin embargo es glorioso volver a recordar todo lo vivido, pensar con anhelo, cerrar los ojos y verme ahí, corriendo en el patio con mis hermanos, mientras mi abuela gloriosa me esperaba diciendo: “Niños, ya está el almuerzo”. Desde mi perspectiva era como un palacio y no en cuanto a la infraestructura, si no, por la gran acogida que tenía a pesar de las carencias que podía haber, son una y miles de experiencias que sucedieron en lo que consideraba mi zona de confort, cuando salí de ella, viví en carne propia lo que es ver la vivencia de distintas familias, con respecto a normas y costumbres.
Es común ostentar una casa de lujo, y no está mal mis estimados lectores, sin embargo, hay que ver más allá de lo superficial, no basarnos en hábitos, hacer de ello un grandioso lugar donde podamos permanecer en cuerpo y alma, en la posteridad solo eso quedará de nosotros, y recuerden, hormigas somos todos, solo cambia el hormiguero.
Rodrigo Alonso Castillo Castro