Se estrena esta semana en La Plata el documental que recorre el legado musical y pedagógico del músico jujeño. Su obra, que transmitió la identidad del altiplano, hoy comienza a ser conocida y estudiada.
La película de Javier García, que profundiza en la obra, la labor docente y la personalidad del músico humahuaqueño Ricardo Vilca, será presentada en el Cine Municipal Eco Select – Espacio INCAA 2 este viernes, domingo, martes y miércoles.
“Siempre tuve en claro que no quería centrarme solamente en la música de Ricardo, sino que pretendí abordar también su labor docente y en el marco de la investigación surgió su personalidad. De ese modo nacieron los tres pilares de película que son su obra, su labor docente y su personalidad”, expresa Javier García.
Ricardo Vilca nació en Humahuaca el 5 de noviembre de 1953 y fue durante más de 16 años docente en escuelas rurales. También fue profesor de Taller de Producción en la Escuela Superior de Música de la Provincia De Jujuy. En 1983 recibió un premio de la Unesco por su contribución cultural a la Quebrada. Sus primeros pasos en la música los dio al frente de un grupo de rock y de cumbias. A lo largo de su vida artística, se vinculó con músicos como León Gieco, Ricardo Mollo o Skay Beilinson, además de compartir sus saberes con Federico Pecchia, Bruno Arias y José Simón, que grabaron e incluyeron temas suyos en sus discos. Falleció el 19 de junio de 2007.
“En un determinado momento noté que uno de los legados vivos que nos había dejado Ricardo, además de su obra, era el encuentro del árbol de la amistad, que todos los 7 de enero la familia sigue organizando. A partir de ese encuentro entonces, donde Ricardo busco generar un espacio para compartir la música y que se organiza desde hace 31 años, comenzamos a contar la historia”, dice a Cacodelphia.
Ese encuentro y la etapa como docente de Ricardo Vilca fueron los puntos de inflexión desde donde García, comenzó a narrar la historia del compositor e intérprete humahuaqueño: “Al no quedarnos solo en lo que podría ser el relato de los músicos, abrimos el abanico a nuevos testimonios que de alguna manera enriquecieron también la figura de Ricardo”.
“De ese modo aparece un sociólogo como Radek Sánchez Patzy, que nos contextualiza la obra y la labor docente desde su no docencia, el filósofo andino Mario Vilca, que nos ubica la obra de Ricardo dentro de lo que es la cosmogonía del altiplano respecto al mundo, algún amigo que no tiene más entidad que de amigo, pero que dice cosas hermosas como Usagasti y después compañeros de la labor docente y músicos que participaron de las diferentes bandas que Ricardo formó”, describe García. “Además, aparece la palabra de sus dos compañeras, porque entiendo que tanto Graciela Volodarsky como Mercedes González, fueron pilares muy importante que tuvo Ricardo para poder desarrollar su vida como artista”, explica Javier García, quien comenzó a idear el proyecto en 2015.
"Ricardo fue un docente sin título que generó docencia desde su conocimiento"
“Al ser un músico autodidacta y al no tener un título que de alguna manera contenga las formas pedagógicas, Ricardo no enseñó desde una pedagogía formal, sino que lo hizo transmitiendo sus conocimientos desde el cariño y el amor. Les decía a los alumnos que era necesario aprender todas las formalidades del aprendizaje musical, pero que debían también debían aprender a emocionarse con la música y a transmitir esa emoción. Ricardo fue un docente sin título que generó docencia desde su conocimiento”, afirma.
Sobre este punto, reflexiona que “ese amateurismo con el que transmitió sus conocimientos me cautivó y me parece que es una de las formas que deberíamos retomar como sociedad. Ya que está muy bien que haya formalidades en el estudio, pero en lo que respecta al arte, las escuelas centrándose solo en las formas, muchas veces pueden llegar a castrar la libertad de los estudiantes. Ricardo se permitió creo a partir de esa libertad e incentivo a que sus alumnos se tomen también ciertas libertades”.
Entre las anécdotas que aparecen en la película, Radek Sánchez dice que Ricardo llegaba al aula con su guitarra y se ponía a tocar y los alumnos se iban acoplando a lo que iba tocando y lo que surgía entonces era muy bello. "Difícilmente, esa belleza pueda darse en un marco teórico, en el marco de la formalidad académica”, señala el director.
Ricardo Vilca editó cinco trabajos discográficos: “Sueños de mi tierra”; “La magia de mi raza”; “Nuevo día” y “Majada de sueños”. En sus últimos años, se destacó, además, como compositor de música para películas, realizando la banda sonora de largometrajes como Una estrella y dos cafés, de Alberto Lecchi; Río arriba, de Ulises de la Orden; y El destino, de Miguel Pereyra. Su obra que transmitió la identidad del altiplano, hoy comienza a ser conocida y estudiada.
“Ricardo tuvo una apertura musical que no sé si otros músicos la han tenido, sobre todo aquellos que se han quedado en la quebrada y desarrollado su vida musical desde esas geografías. Porque lógicamente tenemos a Jaime torres y a Mariano Uña Ramos, por ejemplo, que han sido abiertos y han generado una apertura desde sus músicas a otras mixturas. Pero Ricardo se quedo y tuvo menos oportunidades de conocer el mundo y, sin embargo, cada cosa nueva que conocía, buscó la forma de absorberla y de mixturarla y generar esas fusiones, a través de la cuales transmitió toda su cultura”, expresa García, quien en el año 2002 conoció a Vilca y quedó impactado con su música.
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