La Justicia utilizó la figura por primera vez en un caso de gatillo fácil. El discurso de odio que atraviesa muchos sentidos comunes llegó a lo más alto de una sentencia judicial.
“Es inédito que en un caso de violencia institucional se tome como un agravante, un motivo más para agravar la pena, la raza, la pertenencia de raza o la clase. Y se prueba en el juicio, más allá de lo que haya pasado, porque los vieron morochos, de gorrita y porque salían de una villa”, introduce Karina Michelleto, licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y periodista.
Los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 25 consideraron al inspector Gabriel Alejandro Isassi, al oficial mayor Juan José López y al oficial Fabián Andrés Nieva como coautores del homicidio de Lucas González, el joven jugador de Barracas Central asesinado por efectivos policiales en noviembre de 2021. Uno de los agravantes de la condena fue el "odio racial", que determinó la cadena perpetua de los tres imputados.
“Todas esas características físicas y raciales hicieron que los seleccionaran basados en ese estigma. Y que dispararan sobre ellos a matar como finalmente hicieron con Lucas. La idea de la nota (publicada en Página 12) era reflexionar sobre cómo opera ese racismo, vemos el foco puesto en un caso como este y lo podemos discernir. La Justicia termina probando que eso es exactamente lo que ocurrió”, explica en Los Mundos Posibles.
En ese sentido, expresa que “sin embargo es un odio que atraviesa que muchos sentidos comunes, consignas políticas y cosas que se dicen diariamente. Los discursos de odio contribuyen a que estos policías se sientan habilitados a apretar el gatillo y disparar de esa manera. No son hechos aislados, queda demostrado que se trata de un modo de hacer, no una excepción”.
Sobre por qué considera que sucede por primera vez, manifiesta que “en principio una respuesta podría ser porque la fiscalía se ocupó de pedirlo, concretamente lo sumaron como un agravante y la Justicia lo dio por probado".
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