A partir de la vidala, la zamba, la chacarera, el huayno, el bailecito y la cueca, los músicos describen paisajes norteños y dan cuenta de un compromiso con la memoria de su Tucumán natal.
El dúo integrado por los guitarristas y compositores tucumanos Juan Pablo Piscitelli y Patricio Gómez Saavedra se consolidó en 2009 en La Plata. Su propuesta se basa en la elaboración de arreglos instrumentales y vocales sobre composiciones propias, a partir de la búsqueda tímbrica y contrapuntística que surge del cruce de dos guitarras de 6 y 7 cuerdas. Tiene una fuerte impronta vinculada a los colores que ofrece la música argentina de raíz folklórica del noroeste. En 2013 editaron Algo así, que contó con la participación de Juan Quintero, Santiago Arias y Lucho Guedes, entre otros, como músicos invitados. En 2020 obtuvieron el Premio Mercedes Sosa, como Mejor Álbum Instrumental.
Actualmente están presentando Pirca, es su segundo álbum de estudio. El título de este trabajo es una palabra quechua que significa tapia de piedras calzadas, de poca altura, usada en el imperio incaico y aún hoy para muros rurales). Es una composición colectiva, donde el dúo busca evocar los contrastes y también las homogeneizaciones que se dan entre lo urbano y el silencio rural.
“Nos hemos criado en ciudades cercanas a lugares que son muy rurales, como Amaicha y Tafí del Valle, por ejemplo, paisajes que siempre vuelven a nosotros, que desde hace muchos años vivimos en La Plata. Por eso, nuestro universo musical siempre ha transitado entre esos dos mundos y de alguna manera esa sonoridad nos define como dúo”, explica Juan Piscitelli.
En Pirca, el dúo asumió nuevamente el desafío de presentar sus propias composiciones que dan cuenta de sus búsquedas sonoras, de una estética y un sonido propio. “El dúo nació con la intención de mostrar y trabajar la música que componemos. Si bien en algún momento hicimos obras de otros compositores que admiramos, desde un primer momento, sentimos la necesidad de hacer una música propia y que el dúo sea el espacio para compartir ese momento de composición”, explica Gómez Saavedra. Y agrega que “en este disco trabajamos las composiciones, armamos los arreglos y tomamos todas las decisiones en conjunto y a diferencia de nuestro primer trabajo, donde convocamos a amigos instrumentistas para ampliar los colores dentro de la gama instrumental, esta vez decidimos que solo estén las guitarras grabadas y sumar las voces de los invitados”. En ese sentido, expresa Piscitelli, “es este un disco más crudo, donde, además, de las voces, están solamente las guitarras y eso lo hace, un poco más intimista”.
A partir de la vidala, la zamba, la chacarera, el huayno, el bailecito y la cueca -géneros representativos de la región del noroeste- los músicos describen aquellos paisajes y da cuenta de su compromiso con la memoria. “Le seguimos componiendo a esos lugares, a esos paisajes, a los amigos y a la memoria”, dice Piscitelli. Esa remembranza se da a partir de músicas instrumentales que generan a quien escucha diferentes sensaciones y lecturas.
Por ejemplo, Canción del rastreador cuenta la historia de búsqueda de un hijo de desaparecidos que hace diez años se enteró que su mamá al momento de ser secuestrada estaba embarazada y hoy busca a su hermano.
“En este tema intentamos retratar la búsqueda que hace unos años emprendió un amigo tucumano, cuyos padres militaban en el ERP y fueron asesinados; su papá en Tucumán en 1975 y su mamá fue secuestrada en 1977 y permanece desaparecida. Hace diez años, se enteró que su madre al momento de ser secuestrada estaba embarazada y hoy busca a ese hermano. Esa historia se la conté a Gabriel Gómez Saavedra y así surgió, “Canción del rastreador” que canta Mario Díaz”, cuenta Piscitelli. Y agrega que “también el disco entrega postales de Tucumán, como la que refleja La letanía del lapacho, la obra con letra de Gabriel y música de Patricio que interpreta Nadia Larcher y Pirca, una cueca instrumental que tiene un pie en la tradición y el otro, en otros mundos”.
Completan el trabajo El infiernillo; Luz desaparecida que interpreta Octavio Taján; Guayacán y Culpatras, todas obras de Piscitelli, quien, además, musicalizó los versos de Amaicha, una poesía de Gabriel Gómez Saavedra que interpreta Mariano Barrionuevo y Agua, del poeta santafesino, Raúl Feroglio que canta Carlos Federico “Café” Valdéz. “La idea además fue volver a compartir como en el primer disco, nuestras composiciones con los amigos que escriben, como mi hermano Gabriel, Mariano Barrionuevo y Raúl Feroglio”, destaca Patricio.
“En noviembre del año 2019, en una jornada y media de trabajo, grabamos las guitarras de todos los temas, solo nos quedaba poner las voces de los invitados, pero se nos vino la pandemia, y nos demoró toda la salida de este disco, que después de un largo proceso pudimos terminar y ahora comenzamos a presentar de manera formal”, repasa Piscitelli.
Identidad sonora
“En los años ‘50 y ‘60 debido a la Universidad, muchos llegaron a Tucumán a estudiar y eso provoco cruces muy interesantes a nivel artístico, que generó una identidad que, con todo el recaudo y el respeto a nuestros mayores, intentamos continuar, en el caso mi hermano desde la letrística y en el caso nuestro desde lo musical”, explica Gómez Saavedra.
Además, resalta que toda la producción folclórica producida en esos tiempos, donde la letrística tuvo un nivel muy interesante y una llegada masiva en términos populares, se emparenta con el nuevo cancionero que nace en Mendoza en los años ‘60. "En esas composiciones se dejó de lado el paisajismo y tomó más protagonismo la realidad social y aparecieron las injusticias laborales, las diferencias y desigualdades que sufre el hombre. Todo eso decantó en la obra de Manuel Castilla, de Raúl Galán, de Lucho Díaz, José Moreno y Pepe Núñez, que luego continuó en la obra de Juan Falú, Lucho Hoyos, el Topo Encinar y Juan Quinteros. Hay una especie de hilo invisible que une esas sonoridades que dan identidad a la provincia y nosotros tenemos la intención de seguir esas miradas, de ser parte y de mantener viva esa identidad sonora”, retrata Gómez Saavedra.
“Si bien el lenguaje musical que abordamos es diferente a los de esa generación, por nuestra formación y nuestras vivencias hacen que abordemos otras temáticas, encontramos, en nuestras músicas, ese hilo conductor entre nuestros mayores y nuestros contemporáneos”, concluye Piscitelli.
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