Asado con amigos, un partido de fútbol en el potrero de la esquina, una birra compartida en la esquina, son algunas escenas cotidianas que Martín Kazanietz rescata como escenas del imaginario popular.
Martín Kazanietz, el Gordo Pelota, se acercó a la pintura graffiteando con amigos. Proveniente de una familia de artistas, comenzó a dibujar como todos los niños por puro instinto. Luego de estudiar Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires, el artista proveniente de General Pico, provincia de La Pampa, retomó su actividad artística a los 25 años creando un imaginario popular con olor a choripan. Del graffiti al mural y del mural a la pintura hay una intención de diferencia.
Con obras de grandes dimensiones, la Obra del Gordo Pelota pone en escena cuerpos, deportes, juntadas y rituales propios de la cultura popular argentina. Esa que se gesta lejos de grandes negocios millonarios, creciendo desde los barrios. “Creo que lo que tiene ahora la pintura es que es una de las tantas formas de crear imágenes en un momento en el que eso abunda un poco. Pero, a diferencia de otras formas (la más común es la fotografía digital que es con lo que generamos imágenes todo el tiempo con el teléfono o video), la pintura todavía tiene la cuestión material que te permite encontrarte con la materia y con el objeto físico”, remarcó Martín en defensa de un arte que pese a lo años, se sigue expandiendo.
“Salir y entrar de lo digital” es, en este caso, una opción de compartir a través de las redes sociales, que también aparecen en su obra, sin desestimar “lo físico y tangible de la vida real” que busca retratar: lo popular son cuerpos que se juntan y chivan en la danza del deporte, con ropa deportiva comprada en la feria donde el asado, el vino y la botella de Quilmes son los protagonistas.
En la obra de el Gordo Pelota no hay glamour, más bien todo lo contrario. Hay hinchadas, hay corridas, hay encuentros, festejos y derrotas. Hay amor y amistad suburbana, de calles de tierra y casas de chapa. Ahí donde las alta sociedad ve barbarie, Martin construye un ecosistema popular, de deportistas poco ortodoxos: se pelean, fuman, escabian, se ríen y festejan.
“Hay algo con el sudor y los cuerpos en contacto. Hay algo de cómo representar las corporalidades que siento que tienen un guiño algo sensual. Le aporta un toque distinto a lo que él pinta”, señaló Victoria Ferlan, columnista de artes visuales.